El Mundo - 12.09.2019

(Marcin) #1
EL MUNDO. JUEVES 12 DE SEPTIEMBRE DE 2019
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OPINIÓN i


PARECE probado que Manuel Cruz co-
pió algunos pasajes de su manual Filoso-
fía contemporánea. El caso cuenta con
varios atenuantes: se trata de una obra de
consulta y no una investigación original,
los fragmentos copiados son más de re-
sumen que de tesis, y la trayectoria del
presidente del Senado acredita que po-
dría perfectamente haber escrito esos pa-
sajes si hubiera querido. Sin embargo, el
plagio consiste en presentar el trabajo de
otros como si fuera propio. Y esto es lo
que se desprende de las coincidencias ex-
puestas por Abc, y lo que no queda refu-
tado por las explicaciones de Cruz. Si es-
tas coincidencias se hubieran detectado
en un trabajo de primero de carrera, el
profesor lo habría suspendido. Podemos
estar todo el día imaginando prácticas
peores, o debatiendo qué consecuencias
debe tener un caso así. Pero que luego no
se lamenten los socialistas de que Espa-
ña no se parezca más a Alemania. Se es-
tán especializando en dejar pasar la opor-
tunidad de que algún día lo haga.
Permítanme, sin embargo, que lleve es-

ta agua a otro molino. Los casos mediáti-
cos tienen el inconveniente de centrarse
en ámbitos donde el plagio es poco co-
mún: publicaciones, tesis de máster o
doctorado, etc. Deberían preocuparnos
más los que se realizan en el instituto o la
carrera. El creciente énfasis en que estos
alumnos hagan trabajos en lugar de exá-
menes, unido a la proliferación de conte-
nido disponible en la web, ha fomentado

una cultura del copia y pega que se desa-
rrolla en la secundaria y que muchos es-
tudiantes llevan consigo a la universidad.
Los programas de detección de plagios
son útiles pero falibles, y la mayoría de
profesores no dispone del tiempo que re-
quiere una investigación exhaustiva de
cada texto sospechoso. Tampoco ayuda la

actitud, tan extendida socialmente, que
señala que esto no importa, que es mera
picaresca, un saludable rasgo étnico. Aun-
que fuera una minoría de estudiantes, el
copia y pega cuestiona la validez de los
expedientes académicos como vía de en-
trada al mercado laboral. Si un estudian-
te que hace un trabajo como es debido ob-
tiene la misma nota que uno que entrega
una ensalada de párrafos sacados de la

web, el sistema pierde su sentido. Y aquí
también importan el discurso y la ejem-
plaridad. La costumbre del copia y pega
se refuerza cada vez que alguien se hace
el simpático con un quién no ha copiado
alguna vez. O cuando el principal partido
del país cierra filas con un quién no ha te-
nido alguna coincidencia mínima.

NO ES el nacionalismo la sentimentalización
de la política. Sólo. Detrás de las banderas,
los cánticos heroicos y las ofrendas florales a
los héroes de la patria no se esconde el
desplazamiento laico de la búsqueda del
paraíso en la tierra. Sólo. Hay, ante todo, un
desesperado movimiento por encontrar una
salida a los corsés del Estado-nación, una
estructura política, económica y cultural que
se muestra ya incapaz de seguir creando
riqueza. En Europa, al menos.
Señalaba Eric Hobsbawm en La era de la
revolución (Crítica) que, a partir de 1830, las
redes ferroviarias en el continente, es decir, las
infraestructuras para el desarrollo industrial
de las naciones capitalistas, fueron diseñadas y
sufragadas en su mayor parte por los Estados.
Inglaterra fue el único país que la construyó en
su totalidad gracias al capital privado. Desde
entonces, quedó establecido el modelo de
desarrollo económico. «Cada gobierno,
mercantilista y paternal», explica el historiador
británico, «abrumaba con su vigilancia y
supervisión administrativa a los humildes
súbditos, para beneficio de la estabilidad
social, pero también para desesperación de los
empresarios privados». Hasta hoy.
Las trabas que ponían los Estados fueron
disminuyendo conforme éstos se iban
debilitando. Y reduciendo. Desde los grandes
imperios coloniales que se formaron en el XIX
y llegaron hasta la Gran Guerra, Europa se fue
fragmentando, primero en Estados-nación.
Ahora, en regiones. En una lenta agonía, una

Europa que ya no produce nada, representa un
espacio extremadamente regulado para el
capitalismo global. La industria, salvo en
Alemania, apenas alcanza un 20% de media en
la UE. Y no para de bajar. En España no llega
al 17%. Por eso, los desesperados empresarios,
que decía Hobsbawm, se han mantenido
firmes en sus demandas: flexibilidad en la
contratación, reducción de las cotizaciones
sociales y una fiscalidad que no «penalice»,
argumentan, los beneficios empresariales.
Es imposible que un Estado, como todos los
europeos, que deben mantener costosas
estructuras de bienestar para una población
cada vez más envejecida y longeva, pueda
resultar atractivo para las inversiones. La
solución que ofrecen espacios como el País
Vasco (de facto ya independiente e inmerso en
un proyecto de ampliación territorial), Escocia
o Cataluña no es en modo alguno disparatada.
Que esa alternativa la encabecen enloquecidos
líderes políticos con discursos racistas (como
los de Torra o el PNV) es un precio mínimo
que ya están afrontando empresarios
dispuestos a beneficiarse de una Cataluña con
exclusivas competencias fiscales y laborales.
Quienes pagaron las banderas de ayer en
Barcelona no buscan la independencia ni
hacer de Cataluña un Estado-nación. Sí una
región autónoma en una UE subdividida.

Lenta agonía


Quienes pagaron ayer las
banderas en Barcelona no
quieren hacer de Cataluña
un Estado-nación, sino una
región autónoma de la UE

EL PP gobernaba con mayoría absoluta, el
PSOE preparaba primarias y Pedro Sán-
chez, ascendido por Pepiño Blanco de con-
cejal de oposición a diputado de gallinero,
miró en su interior y decidió que reunía las
condiciones necesarias para liderar el par-
tido de Felipe González. Un compañero
más formado que él –hoy convenientemen-
te purgado– le preguntó qué le hacía pen-
sar eso. Y Sánchez, en aquel instante ya
histórico, con su respuesta entregó a la pos-
teridad la formulación más acabada de su
pensamiento político: «¿Y por qué yo no?»
Qué lema de campaña para este PSOE
desnaturalizado, reducido a la voluntad de
un aventurero de sí mismo, ajeno a la apti-
tud moral que permite distinguir entre la
descomposición del Estado-nación y un ex-
perimento sociológico de Mercedes Milá.
«Españoles errados: por qué yo no». El le-
ma de las segundas elecciones, pero tam-
bién el de las terceras de febrero. Porque
Podemos seguirá siendo imprescindible en
noviembre para investir a Sánchez y por-
que es estúpido creer que Rivera, asumido
el coste de su numantinismo, se rendirá a

las presiones. Que es lo que secretamente
persigue Sánchez forzando la repetición: el
blanqueamiento por asedio y la anulación
de la alternativa para una década. Entretan-
to España permanecerá paralizada otro
medio año como mínimo, destruyendo em-
pleo, escarbando en el suelo del deterioro
institucional e hipotecando el futuro a la
monomanía fascinante de un solo hombre
que no supo compartir el poder con socia-

listas, como para aprender a compartirlo
con humanos de otro partido. Su guionista
cree estar escribiendo El ala oeste, pero le
está saliendo la tercera temporada de
Mindhunter. El sanchismo no es materia de
politólogos sino de psicólogos forenses.
«Por qué yo no». Que Iglesias acuse a
Sánchez de no tener ni ideología ni palabra

es tan descabellado como esperar de Ser-
gio Ramos que plagie un documental de
Manuel Cruz. No siendo digamos un lector
empedernido de Eduard Bernstein, el píca-
ro de la moción estaba mal equipado para
resistir el síndrome de La Moncloa. Un año
y ningún presupuesto después, su inquilino
ya ha degenerado en ludópata electoral, en
feliz cuño de Latorre. Su juego se llama el
solitario y consiste en que izquierda, centro,

derecha y nacionalismo han de rendirse al
trilero alfa sin recibir a cambio ninguna ga-
rantía de que dejará de mover la pelotita.
Hay otro juego que se llama el mentiroso,
donde gana el que mejor miente. Y por úl-
timo está el juego del ahorcado, que pierde
el que presume tanto de tener la cuerda
más larga que se acaba asfixiando con ella.

CONSIDERANDO EN FRÍO


JORGE
BUSTOS

El juego


del solitario


THAT’S ME
IN THE CORNER

FERNANDO
PALMERO

Copia y pega


CIUDAD ABIERTA


DAVID JIMÉNEZ
TORRES

RICARDO

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