Expansión - 17.09.2019

(Nancy Kaufman) #1

ECONOMÍA / POLÍTICA


26 ExpansiónMartes 17 septiembre 2019

E


n junio de este mismo año y a
propósito del quinto aniver-
sario de la toma de posesión
de Felipe VI como Jefe del Estado
escribí un artículo titulado Felipe VI,
el Rey que amparó a los constitucio-
nalistas catalanes, que comenzaba
así: “Sé muy bien que en Cataluña
también hay mucha preocupación y
gran inquietud con la conducta de
las autoridades autonómicas. A quie-
nes así lo sienten, les digo que no es-
tán solos, ni lo estarán; que tienen to-
do el apoyo y la solidaridad del resto
de los españoles, y la garantía absolu-
ta de nuestro Estado de Derecho”
(...) “Vivimos en un Estado democrá-
tico que ofrece las vías constitucio-
nales para que cualquier persona
pueda defender sus ideas dentro del
respeto a la ley. Porque, como todos
sabemos, sin ese respeto no hay con-
vivencia democrática posible en paz
y libertad, ni en Cataluña, ni en el
resto de España, ni en ningún lugar
del mundo”.
En esos dos párrafos del discurso
que Felipe VI pronunció el 3 de octu-
bre de 2017 tras el envite golpista
protagonizado por las autoridades
de Cataluña se resume, a mi juicio, lo
que los españoles necesitábamos es-
cuchar: un recordatorio a las autori-
dades catalanas de que sin acata-
miento a la ley no hay democracia, ni
paz, ni convivencia; y el compromiso
del Jefe del Estado con los demócra-
tas que viven en Cataluña: nuestro
Estado de Derecho les protegerá de
esas autoridades autonómicas que
les someten y marginan como si fue-
ran ciudadanos de segunda.
Esas palabras tuvieron especial
importancia para quienes viven en
Cataluña y reconfortaron a muchos
otros españoles que vivíamos con
preocupación lo que nos parecía una
insoportable pasividad de los pode-
res del Estado ante el desafío sedi-
cioso. Ese día confirmamos –yo al
menos lo hice– que tenemos el Jefe
del Estado que España necesita.
Yo era diputada cuando Juan Car-
los I tomó la decisión de abdicar en
su hijo, lo que me permitió participar
en los debates y aprobación de la Ley
Orgánica con la que había de forma-
lizarse la voluntad por él expresada.
En aquel Parlamento de la X Legisla-
tura fuimos capaces de superar las
diferencias y la coyuntura para
afrontar con éxito un momento ex-
cepcional: la conquista de la norma-
lidad y la estabilidad institucional en
el relevo de la Jefatura del Estado.
Incluso en aquella Cámara que
hizo posible la normalidad demo-
crática (miedo da pensar qué hu-
biera ocurrido si el debate hubiera
llegado tan solo dos años más tar-
de...) hubo que recordar a quienes
querían pervertir el fondo de la
cuestión para discutir sobre la for-
ma del Estado que la democracia re-
al, sustantiva, material, no se puede

entender al margen del funciona-
miento reglado y normalizado de
sus instituciones. Que no hay demo-
cracia fuera del Estado de Derecho
y no hay Estado de Derecho sin el
respeto a las normas jurídicas. Ni
entonces ni ahora la pregunta preci-
sa era si Monarquía o República. En-
tonces, como ahora, la pregunta co-
rrecta es Constitución, sí o no. Y sólo
cabe una respuesta: sí.
Porque en pleno siglo XXI no tie-
ne ningún sentido plantear el debate
república versus monarquía en tér-
minos de mayor o menor democra-
cia. La forma del Estado no es tan
importante: lo que importa es la cali-
dad del sistema.

Distintos terrenos
En el terreno de los ideales políticos
podríamos aceptar que es mejor la
república que la monarquía; pero lo
importante en el terreno práctico es
la ciudadanía democrática, no la for-
ma institucional del régimen que la
garantiza. Un republicanismo basa-

do en principios identitarios, etnicis-
tas, teocráticos o totalitarios –el de
los golpistas catalanes, sin ir más le-
jos– es peor para ser ciudadano que
una monarquía parlamentaria y de-
mocrática.
Si se cambiara la Constitución –si-
guiendo los pasos establecidos, y no
de forma asamblearia en un referén-
dum ilegal– y se instaurara el repu-
blicanismo, habría de hacerse con
todas sus consecuencias, es decir,
acabando con derechos y privilegios
históricos, acabando con los reinos
de taifas con poderes pre-políticos y
preconstitucionales, estableciendo
un laicismo inapelable, la unidad
educativa igualitaria del país, etc.
Me temo que muchos de los que
hoy se proclaman republicanos no
compartirían buena parte de esas
premisas; entre otras cosas porque
son los mismos que propugnan la
fragmentación del Estado de Dere-
cho. Por otra parte, no deja de resul-
tar curioso que los que defienden la
existencia de “pueblos” preconstitu-

cionales y originarios –con su “dere-
cho a decidir” grabado a fuego en los
pañales– no se den cuenta de que eso
es tan arcaico y reaccionario como
creer en el derecho divino de los mo-
narcas.
Vivimos en un momento crítico
para España en el que a la incapaci-
dad del Gobierno en funciones de
desbloquear la situación política se
suman las deslealtades y amenazas
de los dirigentes políticos de Catalu-
ña y las voces de ruptura que llegan
desde Navarra, cuyo gobierno ha si-
do entregado por Sánchez al nacio-
nalismo y al populismo tutelado por
los bilduetarras.
Por lo arriesgado del momento
merece la pena recordar que los paí-
ses más prósperos, los que mejor han
funcionado en su historia, son aque-
llos que han sido capaces de afrontar
sus crisis desde las instituciones, ha-
ciendo los cambios y reformas nece-
sarias pero manteniendo lo mejor de
su sistema político y social.
Y precisamente desde el normal

funcionamiento de las instituciones,
tras el fracaso de Sánchez, el Jefe del
Estado al concluir una ronda de con-
sultas con los Portavoces de los Gru-
pos Parlamentarios, saldrá, en cum-
plimiento del artículo 99 de la Cons-
titución, o una nueva propuesta de
candidato o la disolución de las Cá-
maras.

La obligación del Rey
Yo no creo que el Rey esté obligado a
proponer a Sánchez por tercera vez
en tres años, porque ya está demos-
trado que Sánchez interpreta la pro-
puesta del Jefe del Estado como un
mandato a los grupos para que le vo-
ten y se limitaría a esperar que los
demás obedezcan y le den una ma-
yoría que no tiene. Y aunque pienso
que si nadie tiene apoyos suficientes
lo más probable es que el Rey no se
arriesgue al tercer fracaso de Sán-
chez y opte por la disolución, voy a
exponer una opinión que puede pa-
recer extravagante pero es plena-
mente constitucional, agotaría todas
las vías antes de repetir elecciones y
sería de lo más clarificadora. El Rey,
precisamente en cumplimiento del
citado artículo 99, podría proponer
al candidato del segundo Grupo Par-
lamentario en número de escaños, a
Pablo Casado. Me dirán que tampo-
co tiene mayoría; pero si Casado pu-
diera hacer un acuerdo con Ciuda-
danos sumaría los mismos diputa-
dos que Sánchez... y un millón largo
más de votos. Y si ofreciera a Ciuda-
danos y al PSOE una gran coalición
que Sánchez no ha querido ni siquie-
ra plantear tendríamos un gobierno
de centro izquierda con un enorme
respaldo en ambas Cámaras. Si se
produjeran cualquiera de esas cir-
cunstancias –cosas más raras hemos
visto...– Sánchez tendría que pro-
nunciarse, no podría seguir echando
la culpa a los demás del bloqueo o de
unas nuevas elecciones.
También habrá quien considere
que podrían acusar al Rey de tomar
partido si hiciera esa propuesta. Sin
embargo la posibilidad que acabo de
apuntar está entre las prerrogativas
que al Rey le da la Constitución, y él
tiene el deber de ejercerlas todas an-
tes de disolver las Cámaras. Además
el Rey ya tomó una decisión similar
cuando designó a Sánchez siendo el
segundo y sin tener los votos sufi-
cientes tras la negativa a presentarse
de Rajoy por no tener los votos...
O sea: es constitucional, está entre
las prerrogativas del Jefe del Estado,
hay antecedentes... ¿por qué no ex-
plorarlo? Ahí lo dejo.
Estoy convencida de que, ahora
también, el Jefe del Estado hará lo
que debe y siempre lo que considere
mejor para España. Queda por ver si
todos los demás, desde el primero
hasta el último de los españoles, lle-
gado nuestro turno, hacemos lo que
debemos a favor de España.

Señor, su turno


Rosa Díez

Los países más prósperos son aquellos que han sido capaces de afrontar sus crisis desde
las instituciones. El Jefe del Estado, tras la ronda de consultas, podrá plantear la disolución
de las Cortes o proponer un candidato, que no tiene por qué ser Pedro Sánchez de nuevo.

El Rey Felipe VI, ayer durante la ronda de consultas.

Efe

La forma del Estado
no es tan importante:
lo que importa es la
calidad del sistema

Defender la existencia de
pueblos originarios es tan
arcaico como el derecho
divino de los monarcas

Vivimos en un momento
crítico por la incapacidad
del Gobierno para
desbloquear la situación
Free download pdf