El Mundo - 12.09.2019

(Marcin) #1
EL MUNDO.

HOJA Nº (^24) P A P E L JUEVES 12 DE SEPTIEMBRE DE 2019
conducidos con una
psicóloga para compartir
sus experiencias sobre el
después del deporte de élite.
«Hubo un momento en el
que creí que se me antojaba
imposible. Concretamente,
seis meses de mi vida. Al
menos fue el tiempo en el
que tenía el cuerpo metido
en el hoyo», contaba Cid.
«Mientras se crea un
sistema óptimo y
preventivo para el después
del deportista, creo que ese
punto aparentemente
horrible que nos une a los
ex deportistas es, al mismo
tiempo, el punto en común
que nos permite sentir que
no estamos solos».
Los psicólogos lo llaman
«pérdida de identidad». Un
estudio presentado el año
pasado por la Federación
británica de deportistas
profesionales aseguraba
que uno de cada dos ex
jugadores siente que ha
perdido el control de su
vida durante al menos los
dos primeros años después
de poner fin a su carrera.
La jugadora de hockey
inglesa Crista Cullen era
una de las voces en aquel
informe. Se retiró por
primera vez a los 27 años
después de ganar la
medalla de bronce en los
Juegos de Londres, en 2012.
Volvió a la competición tres
años después y ganó el oro
en Río antes de jubilarse de
forma definitiva. «Cuando
lo dejé la primera vez sentí
que nunca podría hacer
nada mejor, volví a casa y
me di cuenta de que estaba
sola. Me sentía perdida. La
sensación era como si me
hubiera caído de un
acantilado».
Los primeros trabajos que
trataron de entender desde
el terreno de la Psicología la
transición de un deportista
tras su retirada comparaban
la jubilación de los atletas
con la de cualquier otro
profesional, obviando que
un futbolista, un jugador de
baloncesto o una
esquiadora se retira con
suerte pasados los 30 años y
no con 65 o 70 como los que
no salimos en la portada del
Marca. «Las similitudes con
una jubilación normal son
muy pocas», subraya María
Dolores González
Fernández, psicóloga del
deporte y autora de varios
estudios sobre el impacto
psicológico de la retirada
deportiva. «El proceso de
adaptación suele ser
bastante largo y afecta
sobre todo a las persona-
lidades unidireccionales, a
aquellos deportistas que en
su vida sólo han sido
deportistas».
Cuanta más visibilidad ha
tenido un atleta durante su
carrera, más problemas
tiene para adaptarse
después a la vida normal,
más le cuesta transitar de la
fama al anonimato, de los
privilegios de una estrella al
olvido. «El sentimiento que
más relatan los deportistas
es el de vacío. De repente
tienen que ocupar un
tiempo que antes tenían
perfectamente milimetrado:
desayuno, entrenamiento,
fisio, entrenamiento,
comida, partido... De
repente tienen ese tiempo
libre y nada les llena como
les llenaba el deporte».
Cuenta González el caso
de un ex futbolista,
campeón del mundo con su
selección, que le confesó la
angustia que le producía,
una vez retirado, ir al
estadio a ver un partido de
fútbol y tener que buscar
aparcamiento. «Es muy
complicado sentir que
antes lo eras todo y has
pasado a no ser casi nada».
Los psicólogos David
Lavalle y J. Robert Grove
aseguraron en 1997 que las
personas con una «alta
identidad atlética», es decir
con un alto grado de
identificación con su rol de
deportista, tienen más
probabilidades de
experimentar un mayor
grado de dificultades de
ajuste emocional en el
momento de la jubilación.
Los expertos hablan
también del «síndrome de
visión de túnel». O sea, la
obsesión del deportista con
una rutina de entrena-
mientos, competición y
resultados completamente
alejada del mundo exterior
y, sobre todo, alejada de su
futuro inmediato.
«Vivimos en una burbuja
y esa burbuja hay que
romperla rápido», asegura
Alfonso Reyes, ex jugador
internacional de baloncesto,
ala-pívot de Estudiantes,
Málaga y Real Madrid,
entre otros, ingeniero de
Caminos y hoy presidente
de la Asociación de
E N P O R T A D A
La reciente muerte de la
ex esquiadora Blanca
Fernández Ochoa, la
primera mujer en conseguir
una medalla olímpica para
España en unos Juegos de
Invierno (en 1992), ha
añadido un capítulo más a
la trágica historia de los
deportistas de nuestro país
que no sobrevivieron al día
después. Jesús Rollán,
considerado el mejor
portero de waterpolo del
mundo hasta su retirada en
2004, se quitó la vida en



  1. Luis Ocaña, ganador
    del Tour en 1973, se pegó
    un tiro en la cabeza con 48
    años. Otro ciclista, el Chava
    Jiménez, murió en una
    clínica de desintoxicación
    con 32, sólo un año después
    de abandonar la
    competición. El atleta Yago
    Lamela falleció de un
    infarto a los 36 tras una
    profunda depresión. Y el
    mediofondista Teófilo
    Benito se lanzó desde la
    cornisa de la octava planta
    de un hotel de Madrid
    cuando tenía 38 años.
    «Blanca no era una más.
    Blanca es la única deportista
    española con una medalla
    olímpica en esquí»,
    lamentaba hace unos días el
    periodista José María
    García en la misma capilla
    ardiente de la ex deportista.
    «Nadie sabe lo que ha
    pasado esa chica».
    Algunos quizás puedan
    intuirlo. Almudena Cid, la
    única gimnasta rítmica que
    ha competido en cuatro
    finales olímpicas, se retiró
    en 2008, con sólo 28 años.
    Desde entonces ha sido
    profesora en programas de
    televisión, ha dado el tiempo
    en El Hormiguero con
    movimientos de gimnasia
    rítmica, ha publicado libros
    y cuentos infantiles, ha sido
    columnista en prensa y se
    ha reinventado como actriz.
    Una transición
    aparentemente modélica.
    Este martes, sin embargo,
    relataba su experiencia en
    las redes sociales. «Hay algo
    muy doloroso para el
    deportista y es que después
    de haberte sentido
    tremendamente competente
    y bueno en lo que haces,
    sientes que no eres nadie sin
    ser ya el que fuiste», escribía
    después de reconocer que
    durante años ha compartido
    con otros ex deportistas
    varios encuentros


Los psicólogos


hablan de una pérdida


de identidad; los


deportistas, del vacío


que queda cuando


con apenas 30 años


acaba tu carrera.


La ex gimnasta


Almudena Cid acaba


de romper el tabú al


contar abiertamente


el “hoyo” en el que


cayó tras retirarse


de la competición


“ES MUY


DIFÍCIL


PASAR DE


SER TODO


A NO SER


CASI NADA”


POR RODRIGO
TERRASA MADRID


A finales de 1989, Mercedes
Milá entrevistó a Urtain en
un programa de Televisión
Española que se llamaba
El martes que viene. José
Manuel Ibar Azpiazu
Urtain, que por aquel
entonces ya prefería que le
llamaran José Manuel sin
más, había sido campeón
de España y doble campeón
de Europa de boxeo en los
70 y uno de los ídolos del
deporte nacional durante el
franquismo. Aquella noche
llevaba un traje gris a punto
de reventar a la altura de los
bíceps y sujetaba en la
mano un pañuelo de papel
arrugado como una pasa
con el que se iba secando el
sudor de la papada.
«¿Qué es de ti? ¿Qué es
de tu vida a estos 46 años
que tienes ahora?», le
preguntó la Milá.
«Mi vida es una vida
normal, de un ciudadano
normal y corriente
cualquiera», respondió él.
«Ni soy aquel que el público
se imagina ni aquel que el
público pueda pensar. Soy
una persona más».
Dos años después de
aquella entrevista, Urtain
se lanzó desde la terraza
del décimo piso del edificio
en el que vivía en Madrid.
Era el 21 de julio de 1992,
martes también. El abismo.


URTAIN
Icono de una
época.
Estrella
deportiva del
franquismo.
Este aizkolari
y levantador
de piedras
logró en un
ring el
campeonato
de Europa de
los pesos
pesados. Dos
décadas
después se
tiró por el
balcón desde
un décimo
piso. EFE

BLANCA
FDEZ. OCHOA
Pionera en
la nieve.
La primera
española en
conseguir una
medalla en los
JJOO de
invierno sufría
trastorno
bipolar. La
semana
pasada fue
encontrada
muerta tras
varios días
desaparecida
en la sierra de
Guadarrama.
CORDON PRESS

‘CHAVA’
JIMÉNEZ
El espectáculo
en la bici.
Uno de los
mejores
escaladores
de su
generación,
este ciclista
carismático
tuvo que
retirarse
prematura-
mente por
culpa de una
depresión. En
2003 falleció
de un infarto.
MARCA
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