Yoga Journal Spain N.96 — Julio-Agosto 2017

(Greg DeLong) #1
julio-agosto 2017

r
evistayogajournal.net

CUANDO TENÍA CINCO AÑOS, le dije a mi
abuelo –un maquinista italiano– que
cuando fuese mayor quería ser jinete de
carreras. En mi lógica infantil, sabía que
para ser yóquey tenías que ser chico. Mi
abuelo era un sabelotodo y me contó que
tenía que dormir acurrucado como una
pelotita, porque para ser yóquey no podía
crecer más. Y eso hacía: cada noche, me
quedaba dormido acurrucado en la pos-
tura más pequeña que podía, hasta que
un día me pilló mi madre y me dijo que
no me creyese las tonterías del abuelo.
Ahora pienso en aquello, y me doy cuenta
de que incluso a tan temprana edad, lo
que trataba era de curar una profunda
desconexión con mi cuerpo.
Yo nací niña, pero siempre supe que
realmente no lo era. Durante 35 años
estuve en guerra con mi cuerpo. De
hecho, me pase la adolescencia y parte
de mi juventud tratando de morir de
todas las formas activas y pasivas

–desde emborrachándome hasta picán-
dome con el coche en carreras o inten-
tando suicidarme–. Cuando luchas
contra tu propio cuerpo, todo se con-
vierte en un intento desesperado por no
sentir, de huir, y en última instancia de
no existir. Por eso cuando el VIH se
interpuso en mi camino, no tuve ni la
capacidad ni la voluntad de pensar en las
consecuencias a largo plazo. Las eleccio-
nes que tomé determinaron mi destino.
A los 28 di positivo.
La amenaza de morir joven de SIDA
me sirvió para encontrar el coraje necesa-
rio para cambiarme de mujer a hombre.
Cuando no quedó nada más aterrador
que morir, pude asumir el riesgo de vivir
con autenticidad. Y a los 40 años, cinco
años de comenzar la transición, fue
cuando encontré el yoga.
La vida que yo había llevado era prác-
ticamente lo opuesto a sentirme encar-
nado, de modo que la idea de hacer yoga y
sentirme más presente físicamente en mi
cuerpo era como pedirme que entrará en
terreno de guerra. Mi hogar en la infancia
estuvo plagado de violencia, caos y adic-
ciones. Mi ser físico nunca se sintió en
lugar seguro. ¿Acaso debería probar la
práctica de algo que me invitaba a regre-
sar al «hogar» de mi cuerpo?
Y aún así, ahí estaba yo, desplomán-
dome en pantalones de pijama en el
salón, tratando de seguir los pasos de un
DVD de yoga. Fue un desastre. Poco des-

pués, encontré un sitio donde daban cla-
ses y una profesora muy maja que
hablaba de sus propias limitaciones. Ella
nos enseñó a afrontarlas de forma prác-
tica, en vez de tratar las restricciones de
nuestro cuerpo como algo a superar. Y
aprendí que el yoga es un proceso rituali-
zado que le permite a uno mostrarse tal y
como es. Tal y como aprendí en los pro-
gramas de recuperación en 12 pasos, «es
sencillo pero no fácil».Y creo que esto
mismo puede aplicarse al yoga.
Incluso hoy, cada vez que me poso
sobre la esterilla, me aterroriza la idea de
dejar la práctica. Me da miedo que no
vuelva a revelarme. Pese a todo, he desa-
rrollado la capacidad de confiar en la
práctica con independencia de mi capaci-
dad para entenderla. Y siempre intento
volver, pese a todos mis temores.
El yoga me ayuda a respirar profun-
damente, de una forma que antes no
podía. Me permite mover el cuerpo con el
corazón abierto. Probablemente no se me
dé muy bien, y si me llegan a decir de
niño o joven –cuando estaba en tal guerra
conmigo mismo y conviviendo con una
cultura que no me respetaba– que algún
día llegaría a sentirme como en casa en
mi propia piel, no lo hubiese creído. Pero
ahora sí puedo decir algo. Es inmensa la
gracia que experimento cuando mi
cuerpo, alma, y respiración están alinea-
dos. Eso es lo que el yoga me ofrece: un
regalo inexplicable y mucha calma.

Como dice la profesora Joan Halifax, «En el budismo, hace falta
una espalda fuerte y una delantera blanda para tener un corazón
abierto.»Esta meditación guiada está pensada para ayudarte a
sentir que algo sustenta tu espalda, y así puedas abrir el corazón.
Encuentra una postura cómoda donde la espalda esté perfec-
tamente apoyada. Prueba a tumbarte por completo o con los
pies sobre la pared, o sentado en una silla, o en el suelo con
las espalda contra la pared. Una vez encuentres tu lugar, presta
atención a la respiración. Siente tu cuerpo: ¿Notas dónde está la
amplitud? ¿Notas dónde está la tensión? Centra la atención en

la espalda y en su contacto con la silla, pared, o suelo. Permítete
sentir este apoyo. Con este apoyo presente en la conciencia
de tu cuerpo, centra la respiración y la atención en la zona del
corazón. ¿Sientes miedo? ¿Hay esperanza? ¿Hay un poco de
ambos? Simplemente escucha. Una vez más recuéstate sobre
el apoyo de tu espalda lo más que puedas. Mientras lo haces,
¿queda sitio para ablandar y relajar la zona del corazón? ¿Y para
crear más espacio con la exhalación? Explora sin juzgar. Cuando
estés listo, empieza a ampliar la atención a la habitación en la
que estés. Date un tiempo para la transición amable al espacio.

CÓMO
ESTAR
ABIERTO

TEO DRAKE
GREENFIELD, MASSACHUSETTS


C


ESTILISMO: JESSICA JEANNE EATON; VESTUARIO: EL DEL MODELO
Free download pdf