Yoga Journal Spain N.96 — Julio-Agosto 2017

(Greg DeLong) #1

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julio-agosto 2017

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se presenta con grandeza, lo que dice per
se es noble y no oculta su profundidad.
Así, llegar a ser un buen profesor de Yoga
alberga tres componentes imprescindi-
bles: conocer, vivenciar y encontrarse.


Conocer. Conocimientos. Estudio.
Comprender que las instrucciones que
se transmiten obedecen a una manera de
trabajar con el cuerpo y la mente, basada
en el respeto, en la no-violencia, en la
consecución de posiciones o movimientos
interrelacionados que, independiente-
mente del estilo de Yoga que se imparte,
obedecen a conocimientos claros y preci-
sos sobre sus efectos y sus posibilidades.
Es decir, es necesario el estudio, la pro-
fundización, aprender de formadores con
experiencia para viajar de su mano en el
proceso de aprender y construir.


Vivenciar. Practicar. Vivir aquello que
se enseña.
Siempre explico a los estudiantes que
asisten a la formación de profesores de
Yoga que imparto en la Escuela Interna-
cional de Yoga, que es necesario acometer
dos tipos de práctica, una que “saborea”


lo que los asana, el pranayama o la medi-
tación deja en uno mismo a todos los
niveles, y otra añadida, que permite la
reflexión para poder integrar los conoci-
mientos que se están adquiriendo y poder
ponerse “en el lugar de” y así entender sus
efectos.

Encontrarse. Permitirse ser con lo
que uno es.
Confiar en los propios potenciales. Sean
los que sean, son únicos y son los propios.
Creo profundamente, que es a través de
esa reconexión que los alumnos que lle-
gan a una clase de Yoga obtienen el “algo
más” que buscan. Solo tiene un nombre:
autenticidad. Es entonces cuando aquello
que contemplamos como defectos, apa-
rece ante los demás como una señal de
que es posible sonar, hablar, transmitir y
conectar desde un lugar en el que solo hay
verdad. Encontrarse deriva en encontrar
la propia voz. Se realiza por sí mismo.

Algunas de esas herramientas que
ayudan a iluminar y a encontrar la propia
voz son las que se proponen en base a la
confianza y la seguridad.

Proyectar la voz. Solo es posible si se
maneja un buen conocimiento y vivencia
de las técnicas que se proponen. Proyec-
tar la propia voz significa confiar en que
aquello que decimos puede transmitirse
con seguridad y precisión. Para proyec-
tar la voz, todo el cuerpo vive, en ese
momento, aquello que se está diciendo.
Es entonces cuando la precisión se pone
al servicio del desarrollo de la sensibili-
dad y la conciencia.

Para proyectar el sonido es necesario
el movimiento del cuerpo, especialmente
de las manos y los brazos, en una especie
de acompañamiento sensorial que dirige
aquello que se dice, para dar énfasis a
las palabras relevantes, o para tomar el
ritmo adecuado en cada fase e incluso
para obtener el volumen que mejor
transmite la instrucción.

Confianza. La práctica asidua y continua
de lo que se enseña es la base sobre la que
construir la seguridad. Los practicantes
viven una gran experiencia sensorial en
una sesión de Yoga; su tono vital, en cada
parte de una propuesta –lo dinámico, lo

Ser auténticos
conlleva sonar,
hablar, transmitir y
conectar desde un
lugar en el que solo
hay verdad.
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