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Quizá por eso le llamó tanto la atención
Dunkerque –cuya historia es bien conocida por
cualquier británico desde la primaria–, porque
trata de un rescate real realizado no por exper-
tos, sino por apasionados. Un grupo de soldados
se encontró rodeado por las fuerzas nazi en aque-
lla playa francesa. Los grandes barcos militares,
sin embargo, no se pudieron acercar por la baja
profundidad del agua, así que quienes llevaron
a cabo el rescate de los 300,000 soldados fueron
botes civiles. “Le puse mucha atención a las des-
cripciones de primera mano de la gente que es-
tuvo ahí. Describían lo que veían, los sonidos, el
estar en aquella playa, en los aviones, o en un bar-
quito ayudando”. De acuerdo con el cineasta, no
había mejor forma de meternos en la acción que
filmando en IMAX. El pietaje, que me muestra
en ese formato cumple este cometido. Aunque,
seguramente, quien lo sufrió fue su fotógrafo,
Hoyte van Hoytema (Interestelar), pues muchas
de estas tomas fueron con la cámara (que pesa 25
kilos) al hombro.
El rescate ha sido un tema recurrente en la ca-
rrera de Chris Nolan. El Leonard de Guy Pearce
en Amnesia quiere rescatar la memoria de su es-
posa; Alfred Borden de El gran truco (Christian
Bale) quiere rescatar la sensación de maravilla
de un buen truco; Cobb (Leonardo DiCaprio) de
El origen quiere rescatar a su esposa e hijos, y
Batman... bueno, Batman quiere rescatar a todos. Él mismo, en
su vida personal, se ha embarcado en una cruzada por rescatar
al material celuloide del olvido, al que cada vez parece estar
más destinado. “Existe una caracterización errónea del mate-
rial fílmico como tecnología y no como medio artístico”, dijo
en un discurso en el Museo Getty, cuando él y otros 30 activis-
tas se juntaron para lanzar un llamado para salvar al celuloi-
de. “Odiaría que sólo aquellos directores trabajando con estos
presupuestos enormes tuvieran acceso al celuloide”, remarcó
y dejó claro por qué es importante que alguien en su posición
se “meta a las trincheras” del rescate.
Es claro que, como cineasta, y quizá sin proponérselo, está
rescatando una noción que los mismos hermanos Warner pa-
recían entender muy bien: que el arte no está peleado con el
comercio. “Hace unos años me di cuenta de algo”, me dice re-
flexionando sobre esto. “Y es que todos desarrollamos nuestro
amor al cine a través del cine mainstream. Eso no sucede con
la literatura, por ejemplo. Yo nunca leí John Grisham cuan-
do era niño, nunca leí a Stephen King. Leía los libros que me
daban en la escuela antes de empezar a leer por placer. Pero
no empecé yendo a retrospectivas de Kurosawa ni nada así.
De chico sólo ves Hollywood, lo mainstream. Todo el mundo
se enamoró de las películas con el cine popular. Después, si
eres cinéfilo, ya empiezas a explorar otras cosas, pero ahí atrás
siempre está Hollywood. Por eso creo que cuando está bien
hecho, el cine de Hollywood tiene mucho qué ofrecer”. Como
su obra nos demuestra, filmar una película de espectáculo más
grande que la vida no está peleado con contar una historia
profunda, íntima y trascendental.
FOTO: CORTESÍA ©WARNER BROS. PICTURES.
kiana
(Kiana)
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