El Mundo - 30.10.2019

(Sean Pound) #1

EL MUNDO. MIÉRCOLES 30 DE OCTUBRE DE 2019
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OTRAS VOCES


PODRÍA HABER escrito estupor o indignación, pero
lo dejo como está. A alguien no ducho en derecho le co-
rresponde más hacer preguntas, aunque sean imperti-
nentes, que afirmaciones firmes, pues las dudas son
más que las certezas.
1.- El 16 de octubre, el presidente del Gobierno en
funciones se dirigió a los ciudadanos para exponer su
postura ante los altercados violentos de Barcelona y
otras ciudades catalanas tras conocerse la sentencia del
Ttribunal Supremo (TS). Varias veces aludió a las Fuer-
zas de Seguridad del Estado –Policía Nacional y Guar-
dia Civil–, y a la policía autonómica –Mossos d’Esqua-
dra–. El texto constitucional es ambiguo, pues confun-
de Estado y Gobierno. Dicen los constitucionalistas que
el TC ha aclarado lo suficiente la confusión, pero la ma-
yoría de los ciudadanos no leen las sentencias del TC.
Ni siquiera el presidente en funciones: ¿La policía de
Cataluña no es fuerza de seguridad del Estado? ¿Cata-
luña y su gobierno y parlamento no son parte integran-
te del Estado, no son instituciones del Estado español?
Es caer en el lenguaje nacionalista: aquí Cataluña, allí
el Estado; aquí Euskadi, allí el Estado. Aquí, una orga-
nización política, allí otra. Un lenguaje que crea la per-
cepción de que se trata de dos organizaciones distintas,
no integradas formando un todo. Un lenguaje que ex-
pulsa al Estado de Cataluña y de Euskadi.
2.- El presidente en funciones exigió del presidente
de la Generalitat una condena explícita y clara de la vio-
lencia. Una exigencia ética, previa a toda política. Hu-
bo un tiempo en que la muy meritoria asociación Ges-
to por la Paz habló de un espacio previo a la política pa-
ra que todos pudieran condenar la violencia de ETA. Le
llamaron espacio pre-político. Pocos lo criticaron. Tras
la desaparición de Gesto por la Paz, algunos de sus res-
ponsables han hablado de espacio pre-partidista, no
pre-político. Es muy acertada y necesaria la corrección.
Pregunta: ¿ Fuera de los valores y principios éticos re-
cogidos en las constituciones democráticas puede ha-
ber en sociedades plurales y aconfesionales una ética
distinta a la constitucional válida para todos? Difícil,
pues sería una ética de al-
gunos, basada en alguna
confesión religiosa, o en
alguna ideología, o, como
ahora pretenden algunos,
basada en la ciencia y en
los expertos.
Torra habrá tenido que
prometer o jurar al asu-
mir su cargo cumplir y hacer cumplir las leyes. Me ima-
gino que eso incluye también las sentencias del TS y el
TC. En democracia, la condena de la violencia se supo-
ne, como antaño el valor en el servicio militar. La demo-
cracia vive de este tipo de supuestos que no hace falta
explicitar. Si hay que explicitarlo es que algo grave fa-
lla. La exigencia del presidente en funciones del Gobier-
no al presidente de la Generalitat pone de manifiesto
una quiebra en la vida democrática de nuestro país.
Hemos escuchado demasiadas veces al presidente

Torra decir que condena la violencia «venga de donde
venga», frase que en Euskadi la hemos tenido que es-
cuchar demasiadas veces de boca de los que nunca han
querido ni quieren condenar la violencia y el terror de
ETA. Es más: esa frase que dice condenar la toda vio-
lencia suena muy pacifista pero no lo es: condena real-
mente la violencia del Estado de derecho, es decir, la
violencia sometida a las reglas del derecho y de las le-
yes, para legitimar su violencia no sometida a ninguna
regla ni derecho ni ley.
El lehendakari Urkullu también contrapone ética y
política. No se cansa de exigir a la izquierda nacionalis-
ta radical –Bildu, Sortu– una condena ética de la histo-
ria de terror de ETA para que nadie piense que su pro-
yecto nacionalista radical ha quedado deslegitimado en
cada asesinado. Ese es el significado político de las víc-
timas según la Ley vasca de Víctimas del Terrorismo.
Por eso puede pactar en el Parlamento vasco con Bildu
el nuevo estatus de relación con España, acercándose
más que demasiado a lo que aspiraba ETA.
3.- Moderación. Como con el concepto de centro en
política, la moderación está definida por quien usa el
término. Si el centro político es el punto en el que se
encuentra quien lo dice –hay tantos centros como po-
líticos–, hay también tantas definiciones de modera-
ción como políticos. ¿Qué es lo que define la modera-
ción? Para algunos, significa tanto como no agravar
la situación, no dividir a la sociedad, no provocar, no
dar excusas a los extremistas. Hablar de moderación
requiere evaluar la situación, y evaluarla no en cada
concreción, sino también en el contexto que se va
creando a través de múltiples concreciones: esquivan-
do las leyes, desobedeciendo las sentencias, afirman-
do que volverán a repetir lo que ha sido causa de con-
denas o despreciando los tribunales.
En Alemania existe una frase acuñada tras la expe-
riencia nazi: wehret den Anfängen/cuidado con los co-
mienzos. Conviene no olvidar lo que dice el Evangelio
de San Juan: en el principio fue la palabra. Tampoco es
bueno olvidar lo que en algunos momentos graves de
la historia ha supuesto apelar a la moderación. Daladier
y Chamberlain volaron a París tras su encuentro con
Hitler tratando de apaciguarlo. A la llegada, uno le dijo
al otro en vista de los aplausos que les dirigían quienes
se habían congregado a recibirles: si supieran lo que he-
mos hecho de verdad
nos colgarían de la hor-
ca aquí mismo. No olvi-
demos lo que ha derrota-
do a ETA: la firmeza del
Estado por medio de to-
dos sus poderes, ejecuti-
vo –FFSS del Estado–;
legislativo –ley de parti-
dos políticos–; y judicial
–ilegalización de Batasu-
na, en contra de todas
las apelaciones a la mo-
deración–.
4.- Vivimos de frases
repetidas que parecen
dogmas. Tanto el presi-
dente en funciones co-
mo su ministro del Inte-
rior han remachado que
dentro de la ley todo es
posible, pero fuera de
ella nada sino el castigo
de los tribunales que aplican la ley. También se ha repe-
tido que no se persiguen ideas, sino actos delictivos. En
la sentencia se puede leer que es lícito querer la inde-
pendencia y proclamarlo. Pero sin violencia. A lo que
hay que añadir que la Constitución española es ultrali-
beral en la medida en que permite que se la ataque, que
se plantee su revocación.
No es cierto que dentro de la ley todo es posible. So-
lo es posible lo que la ley permite. Para los defensores
de una cierta idea, falsa, de libertad, la ley es un obstá-
culo a la libertad, pues la ley establece un dentro y un
fuera. La ley es un límite. Viene a decir que no todo es
posible, sino solo aquello que se ajusta a los límites es-
tablecidos por la norma. La democracia basada en el
derecho y las leyes prohíbe y castiga. Es el monopolio
legítimo de la violencia del Estado de derecho.

Se escucha a los responsables políticos, a unos más
que a otros, que el Estado no puede actuar frente a
ideas y palabras, sino solo frente a actos delictivos y
solo estos quedan fuera de lo que limita la ley, pero no
las ideas y las palabras. Pero «en el principio fue la
palabra» (San Juan Evangelista), en el principio fue
Mein Kampf, un libro que si no me equivoco sigue
prohibido en la República Federal de Alemania y en
Austria. Y los moderados dicen que hay que andar
con cuidado con lo que dicen los políticos, pues pue-
den provocar reacciones indeseadas, lo que viene a
decir que las palabras –lo que dicen los políticos– son
acciones que pueden provocar reacciones.
Lo que no se piensa ni se dice no puede convertirse
en acto, y no existen actos puros, desposeídos de sig-
nificado alguno. En todo acto humano está implicada
la palabra y el concepto, la idea. Carnap fracasó en su
intento de limpiar la física de palabras de la vida dia-
ria porque contaminaban los hechos. Creer que se
pueda separar radicalmente las palabras y los actos es
una quimera. Sin palabras, los actos humanos dejan
de ser humanos. Quizá sea necesaria trazar una línea
distintiva entre palabra y acto, entre idea y acto para
el trabajo jurídico. Pero, probablemente, la realidad
humana y social exigirá cuentas al final.
El problema radica en la indefensión en la que se co-
loca una Constitución que se quiere tan liberal como la
nuestra creyendo no necesitar ninguna defensa frente
a una libertad que protege casi en sentido absoluto.
¿Son los actos parte integral de la libertad de expresión
o solo las palabras? ¿Por qué cuando se trata de xeno-
fobia, racismo, machismo u otras cuestiones tan impor-
tantes hoy según la moral de la sociedad se puede afir-
mar que hay palabras que inducen, incitan y conducen
a actos de violencia contra personas concretas? La rea-
lidad humana social es mucho más compleja que la
simplificación que rezuman las frases citadas al co-
mienzo de este número.
5.- Y, ya que ha aparecido la palabra quimera, ¿hubie-
ran podido los políticos independentistas hacerles cre-
er a los muchos independentistas catalanes que creye-
ron que, votando en el referéndum ilegal, daban un pa-
so definitivo para alcanzar la república catalana si no lo
creían ellos mismos? Quizá lo sucedido es que primero
se engañaron a sí mismos antes de engañar a tanta gen-

te. Y estuvieron convencidos de lo que decían hasta que
sintieron miedo ante el abismo y la fuerza del Estado, y
no fueron capaces de dar marcha atrás porque también
tenían miedo ante la reacción de aquellos a quienes ha-
bían lanzado a las trincheras de la ilegalidad.
En todo caso: si todo lo que pasó entre el 6/7 de sep-
tiembre y el 1 de octubre fue una ensoñación, ello bas-
taría para inhabilitarlos para siempre pues no es de re-
cibo que los responsables políticos sueñen despiertos.
Los sueños pueden producir y producen monstruos. No
solo las palabras son actos sociales y tienen consecuen-
cias, también los sueños: los desastres de la historia se
deben a personajes que soñaron demasiado y se lo cre-
yeron, lo que costó millones de muertos.

Joseba Arregi, ex consejero del Gobierno Vasco, es ensayista.

Quizá es que los políticos
independentistas se engañaron
a sí mismos antes de engañar
a tantos catalanes

JAVIER OLIVARES

El autor critica el


empecinamiento del independentismo


catalán en optar por la vía unilateral,


reprocha a Pedro Sánchez que asuma


parte del lenguaje del secesionismo


y subraya la quimera del ‘procés’.


TRIBUNA iPOLÍTICA


Preguntas


impertinentes


JOSEBA ARREGI

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