El Mundo - 30.10.2019

(Sean Pound) #1
EL MUNDO.

HOJA Nº (^20) P A P E L MIÉRCOLES 30 DE OCTUBRE DE 2019
E N P O R T A D A
La próxima revolución, a examen.
Salud, finanzas, ciberseguridad... Tras el
logro pionero de la supremacía cuántica,
los expertos debaten cómo transformará
nuestras vidas. John Martinis, ‘padre’
del hallazgo, analiza sus consecuencias
ASÍ CAMBIARÁ
TU VIDA
LA MAQUINA
CUANTICA


CÁLCU-


LOS


EXTRE-


MOS


está liderar un sector que
moverá miles de millones de
euros en un futuro no tal
lejano. Para el común de los
mortales, la confusión es
doble: si prever el porvenir
es siempre complicado, más
aún cuando está
involucrada una tecnología
que hace de la extrañeza su
razón de ser.
Salvador Miret-Artés,
director del Instituto de
Física Fundamental (CSIC),
explica que la mecánica
cuántica se basa en un
oxímoron, esa figura
retórica en la que dos
palabras antagónicas o
excluyentes se aúnan. Por
ejemplo, cuando hablamos
de «silencio ensordecedor»
o «hielo abrasador».
El origen de las múltiples
paradojas cuánticas arranca
de la doble realidad que
hallamos a nivel
microscópico. Una
partícula, como el electrón,
no sólo es onda (pensemos
en las olas de una charca),
ni sólo corpúsculo (las
piedras que las provocan),
sino que se mantiene en
ambos estados a la vez.
Hasta que una observación
externa la obliga a definirse.
«Es como una moneda:
según la miremos, es cara o
es cruz», aclara Miret-Artés.
Pero lo interesante es que,
mientras no miremos y se
mantenga la así llamada
coherencia cuántica, las dos
opciones conviven.
La computación clásica
opera mediante ceros y
unos, estados concretos que
no admiten indefiniciones.
No hay 0,5. Tampoco se

Más de ocho décadas
después de que el científico
Erwin Schrödinger
propusiera su popular
experimento del gato, con
el que describió el carácter
inconcebible de la física
cuántica, la informática se
encuentra al borde de una
revolución. Las máquinas
del futuro aprovecharán
esa misma extrañeza con
que se comportan las
partículas elementales para
dar un nuevo e
imprevisible salto
tecnológico.
Ya dijo Richard Feynman,
quizá el mayor experto de
su tiempo en este área, que
«nadie entiende la mecánica
cuántica». Aun así, sus
desquiciantes procesos
pueden ser muy útiles para
solucionar problemas
concretos. «Es sorprendente
que, aunque la mecánica
cuántica describe cómo
funciona el mundo, también
podamos usarla para hacer
la vida mejor y más fácil»,
comenta durante una
entrevista con Papel John
Martinis, científico de la
división de Inteligencia
Artificial de Google y líder
del experimento pionero en
el que se probó la
«supremacía cuántica».
El trabajo, publicado en
Nature la semana pasada,
constituye la primera
prueba de que una
computadora cuántica
puede resolver un problema
al que ni las mejores
supercomputadoras logran
enfrentarse. Pero IBM, otro
gigante tecnológico que
trabaja en computación
cuántica, ha puesto en duda
el resultado, tanto por el
diseño del experimento
como por el hecho de que,
según esta compañía, «las
computadoras cuánticas
nunca reinarán supremas
sobre las clásicas».
La disputa entre Google e
IBM ilustra tanto lo
complicado de este campo
como su prometedor futuro.
La discusión, aún abierta, es
hasta qué punto la
computación cuántica será
un nuevo paradigma o, más
bien, un complemento para
fortalecer a los actuales
ordenadores digitales. La
ciencia decidirá, pero una
cosa está clara: en juego


puede ser cero y uno al
mismo tiempo. La
computación cuántica, en
cambio, se aprovecha de la
superposición de ceros y
unos para afrontar
problemas irresolubles o
muy complicados para la
lógica clásica. La diferencia
entre una computadora
cuántica y una digital
radica, por tanto, en que la
primera abraza la extrañeza
de lo microscópico para
llevar a cabo operaciones en
las que la segunda, por así
decirlo, se atasca.
Einstein, frustrado por la
incertidumbre que arrojaba
al cosmos la física cuántica,
argumentó contra ella que
«Dios no juega a los dados».
Las tareas que los expertos
esperan resolver mediante
computación cuántica son
aquellas en las que los
dados no se tiran una, ni
dos, sino millones de veces.
El gato de Schrödinger,
según el experimento
mental propuesto en 1935,
estaba encerrado en una

caja junto a una trampa
mortal que se activaba o
no, con un 50% de
posibilidades,
dependiendo del
comportamiento de una
partícula cuántica. El
problema sobre el que
quiso arrojar luz el
experimento es que,
mientras la partícula de la
que dependía la activación
de la trampa se mantenía
en estado de indefinición
cuántica, el gato estaría
vivo y muerto a un tiempo.
Al abrir la caja y mirar, la
magia cuántica se
desvanece: el gato está

vivo o muerto, nunca
ambas opciones al tiempo.
El estado de superposición
entre la vida y la muerte es,
obviamente, absurdo en
nuestro mundo cotidiano,
pero es el principio en que
se fundamentan las
computadoras cuánticas.
Mientras se mantienen
las condiciones adecuadas
para que rija la mecánica
cuántica, tales como
aislamiento y frío extremo,
los bits cuánticos (llamados
q-bits o cúbits) pueden
comportarse como ceros y
unos a la vez. Lo que les da
una ventaja sobre la
informática clásica en
ciertos cálculos extremos
especialmente endiablados.
Será difícil, por eso
mismo, que alguna vez
llevemos en el bolsillo
computadoras cuánticas,
como ahora llevamos
procesadores digitales en
nuestros móviles. Sacar a
un procesador cuántico de
sus condiciones de
laboratorio equivaldría a
abrir la caja del gato y
comprobar si está vivo o
muerto. En un ambiente
normal, los ceros vuelven a
ser ceros y los unos, unos.
Y la computación cuántica
se torna otra vez clásica.
Lo que sí haremos, y hay
empresas que ya lo ofrecen
de manera experimental,
será acceder desde nuestros
dispositivos a computadores
cuánticos en la nube. Las
preguntas, ahora, son:
cuándo llegará esta
tecnología a nuestras vidas
y qué clase de problemas
resolverá... ¡o creará!
«Hay bastante consenso
en que, sobre el año 2040,
las tecnologías cuánticas
entrarán de lleno en nuestra
vida diaria. Se está
avanzando actualmente en
prototipos, pero el impacto
en la sociedad aún puede
tardar entre unos 15 y 20
años», advierte Miret-Artés.
Teoría científica y
progreso tecnológico son
dos conceptos que suelen ir
de la mano y que, en la
computación cuántica, se
antojan indisolubles. El reto
es «imitar a la naturaleza,
desde una perspectiva
cuántica, para sacar
provecho en nuestras
propias vidas». Hace falta
más comprensión para
desarrollar nuevas
máquinas, y viceversa, los

ingenios del futuro
ayudarán a entender mejor
los misterios de universo.
En una reciente visita al
Instituto de Ciencias
Matemáticas (UAM),
Martinis describió el
principal problema que
queda por subsanar: «En la
computación clásica,
normalmente no hay
errores. Pero, por el modo
en que funciona la cuántica,
siempre vas a tener algunos
errores en el circuito. Todo
el mundo reconoce que ese

POR ÁNGEL
DÍAZ MADRID


“PODEMOS TENER


PROBLEMAS


JURÍDICOS


Y DE PROTECCIÓN


DE DATOS SI NO


SE LEGISLA BIEN Y


CON ANTICIPACIÓN”


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