El Mundo - 30.10.2019

(Sean Pound) #1

EL MUNDO. MIÉRCOLES 30 DE OCTUBRE DE 2019 HOJA Nº 21
P A P E L


es el siguiente paso, y
vamos a trabajar en ello»,
señala. «Va a ser difícil, nos
llevará años, pero tenemos
algunas ideas».
Una vez resuelto el
obstáculo, los usos prácticos
se multiplicarán, como lo
hicieron en su día los de la
informática clásica. Martinis
concreta que, si bien es
difícil predecir el futuro, «las
aplicaciones sobre las que
ya sabemos que tendremos
una ventaja son las que
requieren resolver


problemas de química
cuántica».
No por casualidad, el
problema que ha resuelto la
computadora cuántica de
Google era una tarea
también cuántica. En
primer lugar, para atascar a
una supercomputadora,
demostrando así la
supremacía, se necesitaba
un nivel de incertidumbre
extremo. Pero, además, se
trataba de un cometido que
el procesador basado en
cuantos podía resolver de

un modo, por así decirlo,
natural. Al igual que un
disco de vinilo lleva labrada
la música en sus surcos,
mientras que un
reproductor digital procesa
inmensas ristras de ceros y
unos para que se pueda
escuchar algo, las
computadoras cuánticas
reflejarán con exactitud los
estados microscópicos de la
materia. Los mismos que
más obstáculos plantean a
la tecnología digital. Una
posible aplicación de la

computación cuántica que
le gusta poner como
ejemplo a Martinis es el
desarrollo de amoniaco
para fertilizantes,
importante tanto por su
impacto social como por su
valor didáctico sobre la
clase de problemas a los que
se enfrentará esta
tecnología. En la actualidad,
una importante fracción de
la producción de energía en
el mundo se dedica a esta
labor, fundamental para la
agricultura. El proceso

habitual para desarrollar
nuevos compuestos
químicos es lento y caro.
Una computadora cuántica,
confía Martinis, optimizaría
el sistema. «Si fuéramos
capaces de simular en una
computadora cuántica
cómo los átomos forman
moléculas y cuáles son sus
propiedades, siempre sería
mucho más barato que usar
una computadora (clásica) y
luego ir al laboratorio,
sintetizarlo y probarlo»,
señala. «Podríamos inventar

un proceso mejor para
generar amoniaco y ahorrar
mucho dinero y recursos».
Pero la tecnología
cuántica revolucionará,
advierte Miret-Artés, muy
diversos campos. Uno de
ellos será el de las finanzas,
ya que se modelará con
mayor precisión el
comportamiento de
sistemas complejos, como la
Bolsa. También se habla de
la ciberseguridad, pues los
sistemas de encriptación
deberán adaptarse a los
avances cuánticos.
La NASA, que colabora
con Google, ya piensa en
diagnosticar fallos eléctricos
y dirigir robots espaciales
ayudándose de los cuantos.
Sin olvidar la farmacología
y la medicina: al igual que el
mundo cuántico reflejará
mejor las moléculas para
fertilizantes, podrá hacerlo
con las necesarias para
tratar enfermedades.
«Todo ello afectará,
obviamente, a las relaciones
sociales y personales»,
avanza Miret-Artés:
«Podemos tener problemas
de seguridad jurídica y en la
protección de datos si no
legisla bien y con
anticipación. Los delitos de
origen cuántico pueden
llegar a ser no castigados,
inicialmente, por falta de
una legislación cuántica».
Junto a los muchos
problemas que quedan por
superar hasta que el gato
asome del todo la cola, algo
separa radicalmente a la
computación cuántica de su
antecesora clásica: el
contexto en que una y otra
han sido desarrolladas y
serán implementadas. La
computación clásica es una
hija tardía de la Ilustración,
el cientificismo y la fe en el
progreso. Consigo traía la
promesa de que los
problemas se resuelven
aplicando la lógica, en un
número finito de pasos.
La computación cuántica,
en cambio, se fundamenta
en una realidad situada,
como Alicia en la inmortal
historia infantil, al otro lado
del espejo. Allí no rigen
igual la lógica ni la relación
entre causa y efecto.
Aunque ese allí es, por
extraño que resulte, la
estructura íntima del
cosmos. Todo, también
nosotros, está hecho de
partículas cuánticas.

Criostato usado para
mantener las bajas
temperaturas en un
sistema de
computación
cuántica de IBM.
CHRISTIAN LADEMAN

Imagen del ordenador
cúantico de Google
Sycamore, empleado
en el experimento que
demostró la
supremacía cuántica.
GOOGLE

E N P O R T A D A
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