El Mundo - 05.11.2019

(WallPaper) #1

EL MUNDO. MARTES 5 DE NOVIEMBRE DE 2019
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CAMINO AL 10-N LA CONTRACRÓNICA E S P A Ñ A


Chiste repetido huele a podrido. Anoche,
Pablo Casado y Albert Rivera consiguieron
que la ignorancia y el desinterés de Pedro
Sánchez por el número de naciones que
hay en España pasara del terreno de la filo-
sofía política al de los golpes bajos. Ambos
acudieron a este expediente, que utilizó
Patxi López en unas primarias socialistas,
pero que, a estas alturas, sobre todo des-
pués de que el presidente en funciones le
reconociera a Carlos Alsina que federalis-
mo y plurinacionalidad es para él lo mismo
que estado autonómico, ya suena hueco.
El planificado automatismo de Casado y
Rivera indultó a Sánchez en el que consti-
tuye su punto más débil. El presidente en
funciones acudió al debate sin intención de
confrontar con nadie, quizá sabedor de que
estas pruebas no se le dieron bien en el pa-
sado. «¡Que critiquen todos!», llegó a decir
en un momento del penúltimo tramo del
debate, aparentemente aburrido de recibir
reproches de izquierda y derecha.
Nuevamente, como ocurrió en los de-
bates de abril pasado, Pablo Iglesias de-
mostró ser el más eficaz. Le ayuda mu-
chísimo la simplicidad de sus propuestas.
Es muy fácil decir que se va a poner un
tope al precio de los alquileres, pero re-
sulta dificilísimo explicar por qué una
medida de ese tipo terminará devaluan-
do el precio de los inmuebles. Es fácil po-
nerse del lado de los taxistas y olvidarse
de los conductores de VTC.
Sin embargo, ayer le salió un duro com-
petidor en la figura de Santiago Abascal.
Muy prudente y casi desaparecido durante
dos tercios del debate, Abascal armó una
argumentación muy resultona mientras
cuestionaba las simpatías mostradas por
Iglesias con el entorno de ETA y acabó po-
niendo de manifiesto que los únicos dos
partidos que hoy datan de la Guerra Civil
son el PSOE de Sánchez y el Partido Co-
munista que Iglesias «tiene dentro». El líder
de Vox también llevó al debate una crítica
a la burocracia de Bruselas que no suele te-
ner espacio en las discusiones políticas es-
pañolas. Sus planteamientos sonaron ori-
ginales en televisión, donde el mensaje do-
minante es de un europeísmo acrítico.
Abascal fue de menos a más durante el
debate, Iglesias lució una media decente,

Rivera –aún no se sabe dónde llevaba el
adoquín que exhibió– se mostró irregular,
Casado y Sánchez llanearon y no arriesga-
ron en ningún momento. El candidato so-
cialista propuso que si persiste el bloqueo,
se permita que gobierne la lista más vota-
da, pero su propuesta no tuvo gran eco en-
tre los demás líderes políticos. Nadie mos-
tró mucho interés en explicar cómo se go-
bernará España después del 10-N. Y ese
era el elefante en la habitación.

Abascal y


el elefante


JOHN
MÜLLER

«Nadie tuvo interés en
explicar cómo se
gobernará España; era el
elefante en la habitación»

Más allá de lo que pasaba en Ca-
taluña con la princesa de Girona
(y de Asturias), la previa del deba-
te estuvo marcada por dos asun-
tos que enseguida fueron cuestio-
nados: Albert Rivera no tenía nin-
gún palé para encaramarse al atril
(porque al parecer se lo quitaron)
y tampoco se había traído a nin-
gún cachorro al photocall como
Irene Montero a su niña.
Hacía frío ayer en el pabellón
de cristal de la Casa de Campo.


Casado y Rivera llegaron pecho-
palomos con sus corbatas. Igle-
sias, que se bajó a lo Revilla de un
taxi, lucía cierta anatomía abúlica
de lo más (Tell-el) amárnica aun-
que llevaba una corbatilla ridícula
que para qué. Por su parte, Sán-
chez, escribe que te escribe todo el
debate, se travistió de hombre de
Estado y Abascal se quitó la piel
de lobo que le había endosado la
izquierda. La situación del líder de
Vox en el centro no parecía casual.
Evidentemente, al socialismo le
viene bien azuzar el fantasma del
que vienen los fachas que tan
buen resultado les dio en las pasa-
das elecciones. En cualquier caso,
el debate prometía ser emocio-
nante aunque a muchos les diera

una pereza monumental. (Y te-
nían razón). Rivera llegó sin ca-
chorro pero sí hizo gala de su fa-
mosa verborrea –«los protagonis-
tas son ustedes; no nosotros», los
cartelones de parafernalia– que
cada día cansa más. Casado, por
su parte, empezó tratando de ga-
nar por el centro y la izquierda re-
cordando las escenas de violencia
en Cataluña y la 51 víctima de la
violencia de género. Estuvo bien.
Sin embargo, en cuanto pudo,
Sánchez, con el lado izquierdo pa-
rapetado bajo la lápida de Franco,
se lanzó a por los 600.000 electo-
res indecisos de Ciudadanos. Pro-
puso el control de TV3 y la ilegali-
zación de los referéndums, lo que
descolocó a mucho al resto de
candidatos. ¡Hasta defendió a
Amancio Ortega frente a Pablo
Iglesias!
Rivera se trajo
un adoquín de
Cataluña (que
podía haber sido
uno de esos tro-
zos del muro de
Berlín que rega-
laba el Interviú
hace 30 años) pa-
ra recordar los
desórdenes tras
la sentencia.
Enseguida los
rivales habituales
(Iglesias, Casado,
Rivera y Sánchez
suenan a viejo)
se enzarzaron en
lo de siempre.
Abascal estuvo prudente desde
el principio. Luego empezó con el
discurso de Vox sin que nadie, ni
siquiera Iglesias, lo pudiera encor-
setar. En realidad, era culpa del
formato elegido por la Academia
de Televisión, un coñazo sin con-
frontación de ideas. No había de-
bate. Era una sucesión de monólo-
gos sin réplica. Lo que evidente-

mente favorecía a Abascal que
sorprendía mucho porque no era
ese coco (sino un tío muy tranqui-
lo) del que hablaba la izquierda.
Eso era lo que pretendía Sánchez.
El bloque económico fue tedio-
so hasta que Rivera, como era es-
perable, se enzarzó con Casado
por la corrupción. Nada sorpren-
dente. Mientras Abascal, tranqui-
lo, seguía desgranado sin asustar
a nadie. (Considerando que mu-
chos medios le retrataban propo-
niendo la legalización de metralle-
tas en las guarderías). Pero no.
Abascal sonó contundente. Sere-
no. Un «nosotros» frente al «yo,
yo, yo» («mis padres, mi hija») de
Rivera. Como el «sí, sí, sí» hasta el
final de Iglesias a Casado. Menos
mal que el líder del PP recordó
que la modificación de la ley que
distinguía el abuso de agresión era

del PSOE. Entonces Iglesias dijo
«mamadas», lo más destacado
hasta que Sánchez sacó en profe-
sión a Franco. Y Abascal reprochó
a Sánchez que volviera a dividir a
los españoles y a Iglesias que se
paseara por herriko tabernas
mientras él vivía amenazado por
ETA. Salió el mejor Casado y le tu-
vieron que sacar la corrupción. Un
tedio que Vox hizo más divertido.

Bajo el


adoquín de


Rivera salió


Abascal


Un formato excesivamente encorsetado


permitió a Abascal lucirse. Sánchez se


travistió de hombre de Estado frente a


un Rivera efectista sin efecto. Casado


estuvo eficaz. Iglesias, en su línea


EMILIA LANDALUCE


Pedro Sánchez toma notas, anoche, en los momentos previos al debate. PSOE


Iglesias, junto al taxi en el que llegó. TVE

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