El Mundo - 05.11.2019

(WallPaper) #1

EL MUNDO. MARTES 5 DE NOVIEMBRE DE 2019
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OTRAS VOCES


NUNCA HA TENIDO el PSOE una posición unívoca
con respecto al federalismo. Históricamente fue un con-
cepto ajeno a su tradición ideológica obrerista, y en la
actualidad es un término que seduce a algunos sectores
internos y provoca alergia en otros. Ello es consecuen-
cia de las dudas metódicas del socialismo español con
respecto a la llamada «cuestión nacional», que nunca
tuvo como un asunto teórico prioritario.
No es de extrañar, pues, que de vez en cuando el
PSOE se líe con la propuesta federal si se tienen en
cuenta los antecedentes históricos. El PSOE nació en
1879 asumiendo la idea de nación política del liberalis-
mo progresista: España era su nación, una nación que
había que transformar radicalmente, pero su marco na-
tural de lucha proletaria. Así, quedaban unidos los con-
ceptos de nación y proletariado: defender la unidad de
la primera era defender la unidad del segundo. Los pri-
meros socialistas estaban muy lejos de la idea federal
de Pi y Margall, tanto en lo territorial como en lo social.
Desde un principio, los socialistas tuvieron más cla-
ra la defensa de la autonomía municipal que de la regio-
nal, pues fueron los ayuntamientos las primeras insti-
tuciones en las que entraron. Conforme avanzaba su
lenta institucionalización y su acercamiento a los repu-
blicanos, el PSOE fue incorporando postulados autono-
mistas, al asumir la idea organicista de la región de Gi-
ner de los Ríos y los krausistas. Pero seguían entendien-
do el federalismo como una idea disgregadora del
Estado, y a los nacionalismos vasco y catalán como mo-
vimientos burgueses y reaccionarios. Curiosamente, la
consideración del federalismo es exactamente inversa
según sea el punto de partida político: si se parte de un
Estado unitario, aparece como una propuesta disgrega-
dora; si se parte de una confederación, se considera co-
mo una idea unitarista (como se reflejó, por ejemplo, en
el debate constituyente de los Estados Unidos).
Con pocas ideas sobre la cuestión, inspiradas por
el marxismo francés de corte jacobino, el PSOE lle-
gó al XI Congreso de
1918, en el que un gru-
po de socialistas catala-
nistas (Nin, Campalans,
Serra i Moret, Comore-
ra), querían federalizar
el partido con una mo-
ción en favor, nada me-
nos, que de la Confede-
ración republicana de nacionalidades ibéricas. La
moción fue aprobada con el apoyo de Julián Bestei-
ro, pero sustituida solo un año más tarde, en un con-
greso extraordinario de 1919, por otra gradualmen-
te autonomista inspirada por Indalecio Prieto.
Con esta resolución autonomista se llegó al final de
la dictadura de Primo de Rivera, momento en el que la
posibilidad de una República Federal aparecía como ho-
rizonte para algunos dirigentes socialistas. El más cla-
ramente favorable, además de los socialistas catalanes,

fue Luis Araquistáin, que en El Ocaso de un régimen
(1930) defendió incluso que Cataluña tuviera derecho
a decidir su futuro. Algo así apoyó, en un arrebato soli-
dario, Manuel Azaña en un encuentro de intelectuales
catalanes y castellanos en marzo de 1930. Pero, después
de defender en el verano de 1932 un Estatuto catalán
más moderado, expresó en La velada en Benicarló y en
los Cuadernos de la Pobleta, su amargura ante lo que
consideraba una actitud insolidaria de los nacionalis-
mos catalán y vasco con la República durante la Guerra
Civil. De hecho, en el Pacto de San Sebastián (agosto de
1930) no se planteó ni el Estado federal ni mucho me-
nos la autodeterminación (como aseguraba Carrasco i
Formiguera), sino la autonomía de Cataluña.
El PSOE cerró entonces la puerta al federalismo
con un reiterado rechazo de manera oficial. Prime-
ro, en el Congreso de julio de 1931, preparatorio del
debate constituyente, en el que la agrupación de
Barcelona propuso la República Federal. Fernando
de los Ríos, en nombre de la ponencia, lo rechazó
señalando que «la concepción federal tuvo su época
gloriosa, pero no es la fórmula del día». Días más
tarde, en la presentación del proyecto constitucio-
nal, Luis Jiménez de Asúa aclaró que hablaba en
nombre de la comisión redactora pero también del
Partido Socialista, y descartó la República Federal
por tres motivos: por el desequilibrio regional de Es-
paña, porque los Estados federales conocidos
(EEUU, Alemania, Austria y Suiza) se estaban cen-
tralizando, y porque
España no podía con-
templar una construc-
ción federal al ser ya
un Estado constituido.
Este último argumento
es el que también re-
procharon a Pi y Mar-
gall cuando presentó la
propuesta federal en
las Cortes de 1869,
pues entonces no se
contemplaba la posibi-
lidad de que un Estado
unitario pudiera con-
vertirse en otro federal,
lo que sí había admitido
Kelsen en su Teoría Ge-
neral del Estado (1925).
Es decir, se admitía la
federación de Estados
soberanos, pero no la
federalización de un
Estado unitario, que es
lo que se plantea ahora
con la reforma consti-
tucional.
Así, el PSOE, como
la mayoría republicana
de entonces, rechazó
formalmente el federa-
lismo para España y se
estableció el Estado in-
tegral, que contempla-
ba la autonomía de al-
gunas regiones (espe-
cialmente Cataluña) y
la vinculación de las de-
más provincias con el
poder central. Tendrían que pasar unos cuantos años
para que otro socialista, el segoviano Anselmo Carre-
tero, volviera a plantear el Estado federal, conside-
rando España como una Nación de naciones. Sin
embargo, Carretero rechazó expresamente que tal
fórmula se equiparase a la del Estado plurinacional,
pues consideraba que España no era Yugoslavia y
que debía mantener una única soberanía.
Como al final de la dictadura de Primo de Rivera,
será al final de la de Franco cuando el PSOE vuelva
a acercarse a planteamientos federalistas. Como en-
tonces, entendía que el centralismo totalitario era no
solo un atentado contra las libertades políticas y so-
ciales, sino también contra las de los territorios con
personalidad colectiva definida. Así, el federalismo
como salida lógica y la solidaridad con los naciona-

lismos regionales se presentaba como bandera. Pe-
ro, al igual que en 1931, en el debate constituyente de
1978 el PSOE adoptó una actitud más realista, susti-
tuyendo el federalismo por el autonomismo e inclu-
so la defensa de la LOAPA en 1982.

EL SOCIALISMO CATALÁN, en cambio, ha asumido
el concepto de una manera más clara. Desde el princi-
pio, ha deambulado entre un sector más próximo al
PSOE (Comaposada, Fabra Ribas, Pla Armengol), fren-
te a otro más catalanista, que acabaría imponiéndose,
y que tendría como representantes más insignes a Alo-
mar, Xirau, Campalans o Serra i Moret. Ante las difíci-
les relaciones entre ambos grupos, los segundos crea-
rán en 1923 la Unió Socialista de Catalunya. Un inten-
to de fusión en 1933, protagonizado por Largo
Caballero y Joan Comorera, también fracasó.
Esto da idea de la diferencia histórica e ideológi-
ca entre ambos socialismos. Si el español proviene
del internacionalismo obrero marxista, el catalán tie-
ne su origen en el republicanismo federal catalán, si-
guiendo los postulados particularistas de Almirall
antes que los generalistas de Pi y Margall. Histórica-
mente, el socialismo catalán ha actuado más como
corriente socialista del nacionalismo catalán que co-
mo corriente catalanista del socialismo español. El
PSC actual es heredero indirecto de la USC, lo que
provoca diferencias con sus homólogos del resto de
España en esta cuestión.

Así pues, el socialismo español siempre ha tenido
una actitud dubitativa ante el federalismo, al que, den-
tro de su jacobinismo dominante, se ha acercado retó-
ricamente en momentos puntuales. Pero desde luego
no se puede decir que su tradición histórica sea la fede-
ralista, ni mucho menos. Por otra parte, socialismo es-
pañol y catalán son dos socialismos distintos, en su ori-
gen y en su evolución posterior. Partiendo de estas dos
consideraciones, se pueden entender muchas cosas de
las que pasan ahora.

Daniel Guerra Sesma es politólogo y autor de Socialis-
mo español y federalismo (KRK y F. José Barreiro,
2013), El pensamiento territorial de la II República
(Athenaica, 2016) y El pensamiento territorial del siglo
XIX español (Athenaica, 2016).

Igual que en 1931, en el debate
constituyente de 1978, el PSOE
sustituyó el federalismo
por el autonomismo

AJUBEL

El autor repasa la


historia del socialismo para concluir que


ha mantenido una actitud dubitativa ante


la forma de Estado. De forma retórica se


ha acercado al federalismo, pero ha


mantenido un jacobinismo dubitativo.


TRIBUNA iPOLÍTICA


El PSOE y el


federalismo


DANIEL GUERRA SESMA

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