El Mundo - 05.11.2019

(WallPaper) #1

EL MUNDO. MARTES 5 DE NOVIEMBRE DE 2019
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E S P A Ñ A
i

MARISOL HERNÁNDEZ MADRID
Han pasado más de seis me-
ses de las elecciones de abril,
durante este tiempo ha esta-
llado la violencia callejera en
Cataluña tras la sentencia del
procés y el hartazgo de los
españoles con los políticos no
ha parado de crecer por tener
que volver a votar. Nada es
igual. Pedro Sánchez encaró
los dos debates del 28-A con
la tensión justa del ganador.
Dedicado a vender su gestión
en el Gobierno y a explotar el
miedo a la suma «de las dere-
chas». Un paseo en barca del
que, sin embargo, salió triun-
fador Pablo Iglesias.
Anoche, en el único com-
bate con el resto de candida-
tos de esta cita electoral, Sán-
chez nadó desde el comienzo
a brazadas. En el primer mi-

nuto anunció que tras el
10-N, si no hay acuerdo en el
Parlamento para investir a al-
guno de los candidatos, pedi-
rá que se «respete» que go-
bierne la lista más votada.
Una prerrogativa que el
PSOE nunca consideró sagra-
da en el pasado.
Y en su segunda interven-
ción, en el bloque dedicado a
Cataluña, avanzó que intro-
ducirá una asignatura de Va-
lores Civiles, Constituciona-
les y Éticos para acabar con
el adoctrinamiento, una pro-
puesta que ya han hecho en
otros momentos PP y Ciuda-
danos; un cambio legislativo
para que la dirección de las
televisiones públicas se elija
por dos tercios del Parlamen-
to de turno, destinado a po-
ner fin al «sectarismo» en
TV3, y la inclusión en el Có-
digo Penal de la prohibición
de realizar referéndums uni-
laterales, que Zapatero elimi-
nó durante su mandato.
El PSOE cree que no tiene
opciones de crecer más por
la izquierda y está volcado en
hacerlo por el centro, en el
espacio que ha podido dejar
Ciudadanos. Todo lo que
Sánchez hizo y dijo ayer iba
destinado a ese público. A
que el PSC sea alternativa al
independentismo y a que el
voto socialista coja impulso
en el resto de España.
Puso distancia con Pode-
mos por las discrepancias so-
bre la crisis catalana y dio
una vuelta de campana a su
política de desinflamación.
Le puso en un aprieto Pablo
Casado con la pregunta de si
Cataluña es una nación o la
de si pactará con Torra y Jun-
queras tras el 10-N, pero con-
traatacó con el recuerdo de
los referéndums ilegales du-
rante la etapa del PP y la hui-
da de Puigdemont, a quien
prometió «traer de vuelta».
Un Sánchez prácticamen-
te travestido intentó liderar
cada bloque con medidas
puntuales. Contó que elevará
Economía a rango de Vice-
presidencia con Nadia Calvi-
ño al frente y que creará un
ministerio específico de lucha
contra la despoblación y el
reto demográfico. Mucho
memos previsible que en los
debates de abril, se mostró
muy crítico con Iglesias y se
vio beneficiado por la cons-
tante discusión entre Casado
y Rivera. En los temas que no
le interesaban no profundizó
y sólo se dedicó a lo que le
podía resultar más rentable.
No contestó con claridad si
se apoyará en los indepen-
dentistas para gobernar.
Mirando ya a su flanco iz-
quierdo, aseguró que tam-
bién cambiará el Código Pe-
nal para disolver la Funda-
ción Franco y castigar la
apología del fascismo.

Lo mejor. Afrontó
el debate con más
ambición que en las
dos citas de abril.
Hizo propuestas, sobre
todo destinadas a
ganar al electorado
de centro. No perdió
los nervios pese a que
fue continuamente
interpelado por el
resto de candidatos.

Lo peor. El hecho de
no contestar a asuntos
como si Cataluña es
una nación o si se
apoyará en los
independentistas para
que haya Gobierno.

PROPOSITIVO


Muta para


ganar el voto


de centro


Endurece el discurso con Cataluña


y hará a Calviño vicepresidenta


PEDRO SÁNCHEZ


SUSANA VERA / REUTERS


RAÚL PIÑA BARCELONA
Pablo Iglesias llegó al debate
con la camisa remangada. Se-
ñal de que había faena por
hacer. Tenía una papeleta di-
fícil: de los cuatro rivales, só-
lo uno, Pedro Sánchez, era su
potencial aliado. Pero, a la
vez, estaba obligado a ir al
choque, a la confrontación,
en el marco de su estrategia
de captar votantes socialistas
descontentos con el candida-
to del PSOE como vía para
crecer. Por eso quiso presen-
tarse como el guardián de la
esencia de izquierdas, trasla-
dando la amenaza de la pre-
disposición de Ferraz y Mon-
cloa a pactar con PP-Cs.
El objetivo: hacer ver que
sólo él, con un buen resultado
el 10-N puede apartar de esa
tentación a Sánchez. Por eso

reiteró en varias ocasiones el
peligro bien de que el PSOE
se vaya con el PP –«Espere-
mos que Cataluña no sirva de
excusa para que el PSOE
pacte con el PP»; «Si Unidas
Podemos está fuerte tras el
10-N, el PSOE no podrá mi-
rar hacia la derecha»; «Sán-
chez debería aclarar si quiere
a Casado o a nosotros»– bien
de que si pueden sumar, las
derechas logren un acuerdo.
Iglesias se vendió como el
faro, el salvavidas progresista
del PSOE en su, considera
Podemos, inclinación a pactar
con el PP o Cs. El líder mora-
do se fijó como objetivo lo-
grar que Sánchez descartara
públicamente que aceptaría
la abstención del partido de
Pablo Casado para ser inves-
tido presidente. Sobre esta
idea giró gran parte de su
puesta en escena. «Aclare si
quiere a Casado o un acuerdo
de izquierdas con nosotros».
Le pidió un con Casado, no.
Esa ecuación podría sumir en
la irrelevancia a Unidas Pode-
mos, pues sus votos, si el PP
se abstiene, podrían ser in-
trascendentes. Un escenario
que inquieta a Unidas Pode-
mos. Pero Iglesias falló en su
misión. No logró promesa pú-
blica alguna de Sánchez. Ob-
tuvo el silencio como respues-
ta. Lo ignoró. Se fue de vacío.
Aunque podría ayudarle en
este tramo final a atraer elec-
tores de izquierda indecisos.
Descartar todo entendi-
miento con el PP suponía, im-
plícitamente, allanar un pacto
posteletoral con Unidas Pode-
mos. Eso quiere Iglesias, que
aludió a los pactos autonómi-
cos y locales entre morados y
socialistas para tratar de evi-
denciar que el obstáculo es
Sánchez y no Podemos.
La cita empezó por el flan-
co débil de Podemos: la cohe-
sión territorial. Iglesias rega-
teó Cataluña y amplió el mar-
co del problema a la España
vaciada. Su discurso quedó
desubicado hasta que Sán-
chez recogió el guante del dé-
ficit de servicios en la España
rural. Sonrisa pícara.
El líder de Podemos, que
volvió a hacer gala de una
puesta en escena mesurada,
repitió la estrategia de abril
de aludir a los artículos socia-
les de la Constitución que no
se cumplen, trató de virar
siempre que pudo el debate
hacia los temas sociales y
enumeró las medidas progra-
máticas de su partido. Logró
que sus propuestas se oyeran,
que, por ejemplo, se hablara
de la España vaciada, de ke-
llys, militares mayores de 45
años o grandes fortunas.
No obstante, el gran prota-
gonismo de Cataluña diluyó
por fases a Iglesias, conscien-
te de que era su flanco débil,
donde más podía perder.

Lo mejor. Buscó
ampliar el debate hacia
sus intereses, esquivan-
do Cataluña y apelando a
los problemas de la
España vaciada o temas
sociales. Logró que Sán-
chez hablara de ello. Y
evidenció el recelo del
PSOE a pactar con ellos.

Lo peor. Sánchez logró
ahondar las diferencias
que esgrime para no
pactar con él y no le hizo
un solo guiño. Éste,
ademas, cometió un
lapsus que fue de lo más
comentado: «mamadas»
en lugar de «manadas».

SIN CONCESIONES


La exigencia


al PSOE: ‘Con


Casado, no’


No logra que Sánchez acepte pactar,


pero así puede atraerse a indecisos


PABLO IGLESIAS


CAMINO AL 10-N LOS CANDIDATOS


SUSANA VERA / REUTERS

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