El Mundo - 14.11.2019

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EL MUNDO. JUEVES 14 DE NOVIEMBRE DE 2019
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OTRAS VOCES
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CARTAS AL DIRECTOR Los textos pueden enviarse por correo electrónico a [email protected] o por correo postal a la Avenida de San Luis, 25. 28033, Madrid. No excederán de 20 líneas y EL MUNDO
se reserva el derecho a refundirlos. No se devolverán originales. Las cartas deben incluir el número del DNI y la dirección del remitente. EL MUNDO podrá dar contestación a las cartas dentro de la misma sección.

¿Valían la pena
otras elecciones?^

Sr. Director:
Este pasado domingo tuvie-
ron lugar unas segundas
elecciones con las que, su-
puestamente, se intentaba
romper el bloqueo político
que sufría España y que
aún sigue vigente. Lo que
nos hace preguntarnos si
realmente los comicios sir-
vieron para algo.

Yo creo que no, que no
han servido para nada, ya
que los resultados siguen
siendo iguales o peores que
los que se dieron el pasado
28 de abril, puesto que nin-
guno de los partidos ha con-
seguido alcanzar la mayoría
absoluta y, respecto a la op-
ción de formar una coali-
ción, nos encontramos en la
misma situación que la de
hace unos meses atrás. Los
únicos beneficiados de estas

segundas elecciones han si-
do los de Vox, un partido
que ha aprovechado esta
inestabilidad política para
usarla a su favor y conseguir
colocarse como tercera fuer-
za política. Leonardo Villa-
gómez Ríos. Madrid.

Un inadmisible
corte de carretera

Sr. Director:
Es inadmisible que un presi-

dent justifique un corte de ca-
rreteras bajo ningún concep-
to y menos alegando el dere-
cho a protestar de la gente.
Urge cambiar al resentido e
incompetente Torra por una
figura como Valls, por ejem-
plo, un catalán éste mucho
más auténtico, sensato, cohe-
rente y capaz de dirigir bien a
nuestro pueblo, ya que nunca
justificaría el retrógrado cor-
te de autopistas con Francia,
que desembocará irremisible-

mente en la destrucción de
Cataluña. Joaquín Durall Pi-
nós. Banyoles (Gerona).

Rivera se va
como un señor
Sr. Director:
El discurso de dimisión de Ri-
vera suena a chino en una Es-
paña en la que los políticos se
aferran al poder y desvirtúan
las funciones de un diputado
de forma vergonzosa. Mis res-

petos a este señor con inde-
pendencia de que compartie-
se o no sus últimas decisiones
políticas. Ainhoa López Re-
guera. Alcorcón (Madrid).

Exhumaciones


Sr. Director:
Todo apunta a que esta legis-
latura no va a hacerse nada
más que exhumaciones en el
Valle. Qué país. Mariano Gó-
mez. Madrid.

TODO COMENZÓ con un alza en los pasajes
del Metro y unas declaraciones del ministro de
Transportes chileno, que dijo que la subida no
era tan dramática puesto que la primera franja
horaria, la de amanecida, seguía siendo baja.
Así pues, se entendió que era cosa de madrugar
y listo. Los escolares entonces invitaron a los ciu-
dadanos a evadir el pago y dieron el ejemplo:
comenzaron a entrar en masa al Metro sin pa-
gar un céntimo.
Así comenzó todo. Lo han seguido más de 20
días en que las ciudades, comenzando por San-
tiago, la capital, están convertidas en un campo
de batalla: barrica-
das, incendios, sa-
queos... sin que las
fuerzas policiales
logren, hasta ahora,
imponer el orden.
Y lo que princi-
pió como una pro-
testa por un alza se-
guida de un mal chiste, está convertida hoy en
un reclamo de cambio constitucional. A fin de
apaciguar los ánimos, el presidente Piñera –el
presidente de derecha elegido por amplia ma-
yoría hace apenas 18 meses– renunció, sin de-
cirlo, a su programa y el martes invitó a las fuer-
zas políticas a suscribir un acuerdo por la paz
(rechazando la violencia); por la justicia (impul-
sando reformas sociales); y por una nueva
Constitución (elaborada por el Congreso). No
será fácil que todas las fuerzas lo suscriban. Y
tampoco es claro que controlen la calle.
Todo parece una escena que, a quienes cono-
cen la trayectoria y la debilidad institucional de
América Latina (donde no es raro que un presi-
dente vaya a la cárcel o huya en helicóptero) no
debiera sorprender. Salvo por un detalle: esto
ocurre en el país más próspero y estable de la

región, el mismo que gracias a esa fama iba a
haber sido anfitrión de la APEC y de la Confe-
rencia sobre el cambio climático.
¿Qué explica ese fenómeno que tiene a Piñe-
ra –apenas ayer triunfador, el primer presiden-
te de derecha que lo ha sido por dos veces– sin
ideas y casi sin conducta? Para saber cómo al-
go así pudo ocurrir y hacer alguna conjetura de
cómo terminará, hay que dar un vistazo a la
evolución de Chile en los años recientes.
El país ha experimentado un rápido proceso
de modernización que redujo la pobreza (de
49% a menos del 9% en poco más de dos déca-
das); disminuyó la desigualdad (aunque más
lentamente de lo que se esperaba); expandió el
consumo (los malls proliferan); masificó la edu-
cación superior (los estudiantes en ese nivel se
empinan hoy por el millón); y creó un amplio
estrato de grupos medios (que se empina a más
del 60% de la población).
Y, aunque suene sorprendente, es justamen-
te ese nivel de bienestar, acompañado de un
profundo cambio generacional, lo que con toda
probabilidad ha producido el fenómeno.
El mayor bienestar material cambia las ex-
pectativas de las gentes. Boswell, el biógrafo del
Dr. Johnson, consignó que este último solía de-
cir que las sociedades no avanzan de progreso
en progreso, sino de deseo en deseo. Como la
realidad no se mide por ella misma, sino por los
deseos que siempre van por delante, si estos
cambian la realidad puede volverse intolerable
aunque sea objetivamente mejor. Lo que anhe-
laba una sociedad con un 50% de pobres no es
lo mismo que una sociedad, como es hoy la chi-
lena, con clases medias que alcanzan casi el
60% de la población. Por eso las sociedades mo-
dernas –es el caso también de España– viven en
un cierto desasosiego, en una mezcla de progre-
so y desilusión.
De otra parte, se encuentra el problema de la
desigualdad. La desigualdad medida por el fa-
moso índice Gini (donde el cero indica igualdad
absoluta) disminuyó desde el 52,1 en 1990 al
46,6 de hoy. Bajo este indicador, Chile es más
igualitario que Brasil, México, Colombia o Cos-
ta Rica (que a su lado parecen hoy una taza de
leche). Y si se corrige por cohortes (es decir, se
mide la desigualdad en las generaciones) se lle-
ga a la conclusión de que las más jóvenes son
mucho más iguales que las viejas. Si se compa-
ra la generación nacida en 1960 con la genera-
ción de los 90, la mejora en ese indicador es de
20 puntos. ¿Por qué a pesar de esas mejoras la
desigualdad sigue siendo un problema? Porque
la disminución ha sido lenta y ha estado acom-
pañada de una vivencia muy profunda de la de-
sigualdad. La chilena es una sociedad estratifi-
cada hasta geográficamente. Basta decir dónde
vive uno para conocer buena parte de su trayec-
toria vital. Una sociedad más ilustrada (la de
hoy es la más ilustrada de la historia) se hace
más intolerante a esa cultura de la desigualdad
que está muy instalada en la sociedad chilena.

Y, en fin, la sociedad chilena, como conse-
cuencia de la modernización rápida, ha visto
una lenta delicuescencia de sus grupos prima-
rios (el barrio, las parroquias, los sindicatos,
la familia), los lugares donde se produce bue-
na parte de la socialización, se orienta la con-
ducta y se evita la anomia. Es probable que
aquí esté la causa de la indudable anomia que
se observa en las culturas juveniles en Chile
(y, claro, en España).
¿Terminará bien todo esto? ¿Logrará la ofer-
ta presidencial del martes por la noche hacer
que Chile retorne a la senda por la que venía?
Basta atender a las causas del fenómeno pa-
ra saber que no, que tomará largo tiempo resol-
ver el problema. El orden público retornará; pe-
ro, luego de las palabras presidenciales, Chile
se embarcará en un
proceso constitu-
yente que tomará
meses y cuyo pri-
mer escollo es el
p r o c e d i m i e n t o.
Mientras la mayor
parte de la derecha
y una parte del cen-
tro quieren que el Congreso lleve adelante el
proceso, los socialistas y la izquierda de más a
la izquierda (cuya votación alcanzó cerca del
20% en la última elección) presionan por una
Asamblea constituyente.
Lo que subyace en ese debate no es, en reali-
dad, una discrepancia jurídica, no es que los
chilenos y chilenas estén hoy interesados por el
Derecho constitucional. Lo que está en cuestión
es el tipo de modernización que Chile ha lleva-
do adelante. La izquierda quiere modificar ese
proyecto modernizador alejándolo del tipo de
capitalismo que hasta ahora lo inspira. Y para
eso requiere una asamblea con una mejor co-
rrelación de fuerzas. La derecha –a pesar que el
presidente es de sus filas– no parece tener re-
cursos para oponerse. El presidente del martes
por la noche se veía más bien débil apostando
a conducir una amplia negociación, convertido
en una suerte de mediador entre una fuerza so-
cial sin rostro y quienes dicen interpretarla.
Si la izquierda de más a la izquierda tiene
éxito y gracias a las movilizaciones tuerce el
rumbo que Chile traía, los historiadores de ma-
ñana verán confirmada una afirmación de un
jurista y filósofo muy cercano a España y admi-
rador de Donoso Cortés. Carl Schmitt sugiere
que el problema del liberalismo es que olvida
que al poder no se le puede juridificar, legalizar.
Siempre hay un momento en que acaba aso-
mando. Lo han dicho, con otras palabras, algu-
nos miembros del Frente Amplio (parecido a
Podemos): para hacer política hay que estar en
el Congreso y, a la vez, en la calle.

Carlos Peña es rector de la Universidad Diego
Portales. Ha publicado, entre otros libros, Lo que
el dinero sí puede comprar (Madrid: Taurus, 2018).

El Frente Amplio (parecido a
Podemos) cree que para
hacer política hay que estar
en el Congreso y en la calle

El autor explica


cuáles son las causas de las masivas protestas


que paralizan Chile desde hace 20 días. Y no


cree que la solución sea la propuesta del


presidente Piñera de un cambio constitucional.


A FONDO iINTERNACIONAL


Chile:


problemas


en el paraíso


CARLOS PEÑA


Es el incremento del nivel
de bienestar de los chilenos
lo que ya no les permite
aceptar la desigualdad
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