El Mundo - 14.11.2019

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EL MUNDO. JUEVES 14 DE NOVIEMBRE DE 2019
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OPINIÓN i


SI SALIERA adelante, el anunciado Go-
bierno PSOE-Podemos cerraría un ciclo:
el del ajuste de la política española al mul-
tipartidismo. Esto es, el ciclo que va des-
de diciembre de 2015 hasta noviembre de
2019 y que comprende las famosas cuatro
elecciones en cuatro años. Tiene valor
simbólico que una parte de este periodo
se haya solapado con el centenario de la
Primera Guerra Mundial, porque la polí-
tica española ha vivido en estos años un
largo proceso de atrición, en el que gran-
des ofensivas (como la de los socialistas
en las últimas elecciones) se saldaban con
solo unos metros de avance o retroceso.
Aunque surgían nuevas fuerzas y desapa-
recían viejas certidumbres, la impresión
general era de bloqueo y desgaste. Tras
cuatro años, sin embargo, se ha abierto
una brecha en el frente occidental. Des-
cartados los sorpassos de los partidos
nuevos a los clásicos, y descartado tam-
bién el regreso al statu quo ante bellum
bipartidista, España tendrá un Gobierno
de coalición; encima, un Gobierno en el
que estará uno de los partidos que irrum-

pieron en 2015. Más allá del bochornoso
cinismo que ha mostrado el PSOE al en-
mendar en unas horas su discurso de los
últimos meses, se ha sentado un prece-
dente que abre la vía a la gobernabilidad
de España. En el medio plazo, nuestros
gobiernos serán de coalición o no serán.
Al mismo tiempo, deprime constatar
todo lo que no ha cambiado en este ciclo.
Por ejemplo, la capacidad de la clase po-

lítica para colonizar las instituciones. O
la facilidad con la que esa misma clase
influye en la opinión pública a través de
elásticos propagandistas. O nuestro cues-
tionable sistema de selección de élites: es
revelador que quien sale victorioso de es-
te ciclo sea un oportunista mediocre co-
mo Pedro Sánchez. Tampoco se ha supe-

rado la incapacidad patológica de PP y
PSOE para explorar acuerdos de gran
coalición. Y, sobre todo, sigue intacta la
tendencia de la corriente mayoritaria de
la izquierda a preferir el entendimiento
con los nacionalistas antes que con el
centro-derecha. Es más, esta compulsión
es independiente de lo echados al monte
que puedan estar esos nacionalistas
–ERC votó hace semanas a favor de ex-

pulsar a la Guardia Civil de Cataluña–,
del currículum delictivo de sus dirigentes
-Junqueras cumple condena por sedi-
ción– o, en fin, de todo lo que debimos
aprender en 2017 sobre quiénes son los
verdaderos adversarios de nuestra demo-
cracia. Todo ha cambiado para que tan-
tas cosas –las peores– sigan igual.

ESQUERRA Republicana, el partido
sedicioso, tiene en su manos el Gobierno de
España. Es una situación interesante. El
líder del partido está condenado a 13 años de
cárcel por sedición. El partido no solo lo
considera su líder, sino que considera que lo
que hizo fue justo y necesario. No solo fue
justo y necesario; aún lo es. Esquerra
Republicana no ha renunciado a quebrar la
ley para conseguir el objetivo de que
Cataluña sea independiente. El problema
con Esquerra Republicana no son sus ideas,
por llamar de algún modo a sus aberraciones
ópticas. Si solo fuera por sus aberraciones
estaría en el mismo caso de Vox. El
problema es que el Gobierno de España
depende de un partido que llama a la
insurrección desde la propia Generalidad, en
el Parlamento y en las calles. Un partido que
no acata las sentencias del Tribunal
Supremo y desobedece los requerimientos
del Tribunal Constitucional.
El Psoe y la partida Podemos firmaron ayer
una petición conjunta para que Esquerra
Republicana se incorpore al pacto para
gobernar España. La reacción primaria y
automática es culpar a Pedro Sánchez, su
falta de escrúpulos, sus mentiras, su cinismo,
bla, bla, car. Algo parecido a culpar a
Junqueras de tener un ojo cojo. El tiempo de
ese juicio superficial ya pasó. En cuatro
décadas de democracia nadie ha exhibido con

más claridad que Pedro Sánchez la clase de
individuo que es. Es verdad que la propia
obscenidad de su comportamiento lo protege,
porque los hombres tienen un fondo
bondadoso y a pesar de sus propios ojos nadie
puede creer fácilmente que haya alguien
como Pedro Sánchez. Pero la insistencia ha
triturado también esa hipótesis. Este 10 de
noviembre los ciudadanos sabían quién era
Pedro Sánchez y en justa correspondencia a
su sabiduría Pedro Sánchez les ha
empaquetado con un lacito amarillo su voto
llamando a la formación de un gobierno de
sedición nacional.
Por lo tanto, como en el caso de Cataluña,
es el momento de reconocer cuál es el
problema auténtico. El problema catalán no es
Junqueras ni Puigdemont sino los dos
millones de catalanes que votan contra la
democracia. Simétricamente, el problema no
es Sánchez sino el 53% de españoles que han
votado a partidos capaces de incorporar a un
partido sedicioso a un acuerdo de Gobierno.
Adviene el grave momento de reconocer que
España tiene un problema con los españoles.
La única incertidumbre es saber si ante el
ofrecimiento de pacto, Oriol Junqueras estará
a la altura de la responsabilidad que se le
demanda y sabrá comportarse como un
auténtico preso de Estado.

El problema,


español


El problema es el 53% de
españoles que han votado a
partidos capaces de integrar
a un partido sedicioso a un
acuerdo de Gobierno

¡QUIA!


ARCADI
ESPADA

JULIO Camba atribuía el éxito de la lo-
tería en España a las características de
una cultura providencialista que prefe-
ría encomendarse a un ente mágico pro-
veedor. Esto explica el sólido asidero
mental socialdemócrata por el cual un
acuerdo de gobierno como el de Pedro y
Pablo resulta creíble al presentarse co-
mo una potencia taumatúrgica que hará
felices a los españoles sin que éstos de-
ban hacer nada salvo confiar en la infa-
libilidad de sus timoneles. La ideología
de la redención contiene además un pla-
cer añadido del que carece la lotería: su
concepción punitiva de lo fiscal concede
una grata sensación de venganza cum-
plida al rencor social. Ya veremos si a
Amancio Ortega le quedan ganas de se-
guir regalando máquinas contra el cán-
cer una vez que el Pablo Empoderado le
explique qué piensa de la filantropía ca-
pitalista que hace competencia a la pa-
tente curativa del comunismo.
El maná que va a derramarse sobre los
españoles ni siquiera es el motivo más
poderoso que permitirá a Sánchez dor-

mir sabiendo que varios siglos de Ilustra-
ción y Progreso fueron sólo el preludio
de su advenimiento. Para obtener los es-
caños que aún faltan, y que las tribus de
extramuros sólo van a conceder median-
te renuncias más humillantes y costosas
que la de Fausto, era necesario poner en
circulación una idea épica para la cual
en España también existe una predispo-
sición cultural: el eterno «No pasarán»

del fascismo a las puertas. Para esto vie-
ne que ni pintado el auge de Vox, que
permitirá decir que todo cuanto se haga
en las próximas semanas, incluso la
apertura de una senda constituyente, se
hará para «parar el fascismo» y proteger,
como dicen los editorialistas orgánicos,
el orden constitucional.

Para aceptar esto no va a ser fácil en-
gañar a la inteligencia. Porque resulta
que en España hay unas fuerzas organi-
zadas que apedrean policías, cortan auto-
pistas, están en la cárcel por golpismo,
impugnan el orden constitucional y a la
misma España, o han nacido para liqui-
dar el 78 y la monarquía, o descienden
del terrorismo sin haber renegado de ello.
Uno podría pensar: pues será eso de lo

que hay que proteger el país, será eso lo
que hay que combatir. Pues no, estas
fuerzas son las llamadas, con la coartada
del Progresismo, a parar un falso fascis-
mo que engloba a la media España so-
brante y, por añadidura, a acometer una
refundación de España que será encarga-
da a todos los que la odian.

AL ABORDAJE


DAVID
GISTAU

CIUDAD ABIERTA


DAVID JIMÉNEZ
TORRES

RICARDO


Maná


La izquierda


gatopardiana

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