El Mundo - 14.11.2019

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EL MUNDO. JUEVES 14 DE NOVIEMBRE DE 2019 HOJA Nº 25
P A P E L


UN PROFESOR DE
ONTOLOGÍA de la
facultad nos exigía a sus
estudiantes permanecer
en estado de alerta y
nunca considerarse del todo «hechos».
Alguien satisfecho, nos decía, es por defini-
ción un sujeto bastante (eso significa satis en
el latín que hemos olvidado) facha (que es
como fecho, pero de otra manera). De ahí, la
bondad ontológica de la insatisfacción. Nos
define, insistía, todo aquello que nos falta. No
muy lejos de Carlos Díaz, era él, el antropólo-
go Peter J. Wilson hablaba de que el hombre,
como homínido sin habilidades concretas,
acabó por especializarse en todo en general.
Y de todas sus no-habilidades, la más sofisti-
cada por inconcreta fue la de hacer promesas:
la de imaginarse posibilidades y comprome-
terse quizá con ellas. Incluso de mentir sin
pudor. Es la insatisfacción, en definitiva, el
motor de todo lo que somos y, mejor aún, de
lo que aspiramos a ser.
Por difícil que parezca creer, la segunda
temporada de La peste va de todo esto. Se
ambienta de nuevo en aquel tiempo en el
que Sevilla era el Nueva York de ahora. Todo
que lo que ocurría en el mundo o, mejor, lo
que estaba a punto de suceder tenía por
fuerza que pasar ahí mismo, en una ciudad
oscura, fea, infestada de ratas, sífilis y
mafias. Y grandiosa. Su grandeza era
proporcional a su podredumbre. El más
glorioso de los mitos era indistinguible de la
más negra y sucia de las leyendas. Y la
creación de Rafael Cobos y Alberto
Rodríguez insiste en esa misma idea: cuanta
mayor es la luz más tétrica la penumbra. Y el
vértigo. Y la contradicción. Y,
evidentemente, la insatisfacción.
Esta vez, la serie modula la tan criticada
tenebrosidad de la primera entrega. Se ve y
se escucha más claro. Lo que la hace mejor,
pero no más luminosa, cuidado. Las
tinieblas, por así decirlo, van ahora por
dentro. Los personajes, en definitiva,
exhiben sus insatisfacciones por un universo
necesariamente insatisfecho. Y eso les
condena en la misma medida que les salva.
El representante bienintencionado del
monarca, con la complicidad de un grupo de
descarriados hombres y mujeres de bien,
intenta poner orden, sensatez y un poco de
cordura entre tanta injusticia y suciedad.
Pero los poderes reales, que no del rey,

juegan en contra. Les asiste la «garduña»
(que es como entonces se podría llamar a la
mafia). La peste no es sólo una enfermedad
del cuerpo, también lo es del alma. Resulta
interesante observar el curioso paralelismo
entre el pasado y el presente. De hecho, no
nos hemos movido del sitio. Los mismos que
exigen orden entre tanto desorden son los
que sin pudor se empeñan en hacer coincidir
su propia riqueza con el crecimiento, que no
bienestar, de la ciudad asediada. Son los
satisfechos. Y ahí seguimos.

LOREM IPSUM


‘LA PESTE’, LA


INFECCIÓN Y LA


INSATISFACCIÓN


PERMANENTE


ESTA VEZ, LA SERIE MODULA LA
TAN CRITICADA TENEBROSIDAD
DE LA PRIMERA ENTREGA. SE VE
Y SE ESCUCHA MÁS CLARO. LAS
TINIEBLAS VAN POR DENTRO

POR LUIS
MARTÍNEZ

sirven para mostrar la
basura que debía haber en
las calles en aquella época.
Durante la visita de este
diario, un extra carga un
ciervo eviscerado que en
cada toma deben cubrir
para que las moscas no lo
devoren. «La mierda sigue
ahí, es lo único que no ha
cambiado», bromea en este
sentido Molinero en la
comparación con la primera
temporada.
En Sevilla, capital de la
producción, se encuentran
las dos naves de los equipos
de arte y vestuario que
ocupan unos 1.500 metros
cuadrados. En la primera,
que podría pasar por un
gigantesco rastrillo, más de
70 personas trabajan en
construir todos los objetos
que pueblan la serie. Desde
carrozas y barcazas, a
cuadros, estatuas o armas.
Muebles, candiles o las
camas de las estancias.

Pero también las tejas, los
suelos o las paredes de los
interiores. «Nos dividimos
en decoración y
construcción. Y todos los
oficios de la época están
combinados con las nuevas
tecnologías para obtener el
mejor resultado: pintores,
carpinteros, trabajo en
cuero, ebanistería, herrería,
textil... Todo lo hecho a
mano es imperfecto y eso es
lo que buscamos», comenta
Domínguez, que para
obtener las piezas más
complicadas, como
vidrieras o rejas, cuenta con

una zona de
experimentación llamada
por su equipo el laboratorio.
Mientras, la nave de
vestuario, en la que trabajan
30 personas, se divide en el
taller de costura, la zona de
ambientación o la sala de
probadores, donde visten a
todo el elenco. «En total
tenemos 1.800 trajes. 1.500
los alquilamos,
principalmente a Peris y
Cornejo, para vestir a los
2.000 figurantes, entre ellos
200 niños. Además,
tenemos sombreros,
tocados, zapatos...»,
enumera el figurinista
Fernando García frente a
un sinfín de percheros con
ropa de nobles y sirvientes,
enaguas y vestidos de
prostitutas, prendas de
soldados y pieles de
diferentes tribus. A los
personajes principales les
corresponden las 300
piezas restantes. «Tenemos
unos 80 actores y los 15
protagonistas llevan trajes
hechos a medida de
materiales nobles como
seda, paño, terciopelo o
lino, que se bordan a
mano», cuenta García sobre
su trabajo junto a la
directora de esta área,
Lourdes Fuentes.
El realismo también es
un mantra para el equipo

de vestuario. Así, es posible
que un único vestido de
Teresa (Patricia López
Arnaiz) tenga cuatro
acabados diferentes, de
más a menos limpio, para
las diferentes situaciones.
O la existencia de la mesa
de ambientación, donde
rompen, desgastan o tiñen
las ropas. «Ayer grabamos
en la orilla del río, así que,
como está manchada de
barro, en la lavandería la
están recuperando», señala
sobre el proceso inverso.
Después de pasar la
primera temporada vestida
completamente de negro, la
mencionada Teresa es una
buena muestra de la nueva
paleta de colores. «El luto y
la gravedad quedan atrás
porque hay una apertura del
personaje hacia fuera, ha
completado el ciclo interno
y aparece el color. Es muy
simbólico», comenta en este
sentido la actriz que en esta
temporada lucirá amarillos,
rojos y blancos.
En cuanto a la historia,
según explica Cobos, La
peste continuará
dialogando con el presente:
«La corrupción económica
dentro de la corrupción
política, ese matrimonio
entre dinero y poder y
todas las perversiones que
eso conlleva, lo vivimos en
la época actual. Gran parte
de la documentación que
hemos utilizado para
hablar de La Garduña son
ejemplos de corrupción
política actual. Veréis una
traducción directa entre
acontecimientos actuales e
hitos de la trama», Entre
otros menciona a Bárcenas
o el artículo 155 de la
Constitución.
Entre la realidad y la
ficción, surge un personaje:
Pontecorvo, nuevo asistente,
hoy diríamos alcalde, de la
ciudad de Sevilla. Como su
álter ego, el conde de
Puñonrostro, este militar
condecorado en Flandes se
infiltrará en los bajos fondos
para conocer su destino y
doblegar al hampa. Según
explica el actor que lo
interpreta, Federico Aguado,
«se disfraza de mendigo
para conocer los entresijos
de la ciudad y se encuentra
algo que sigue ocurriendo
en el siglo XXI, y es que la
mafia y el poder van de la
mano». Una verdad que La
peste quiere sacar a la luz.

“LA SERIE ILUMINA


LA CIUDAD Y LA


FORMA DE PENSAR


DEL HOMBRE. TODO


SE HA VUELTO LUZ,


EN SENTIDO VISUAL


Y ESPIRITUAL”


El sol y el
color irrum-
pen en los
escenarios y
vestuario de
‘La peste’.
MOVISTAR+

C O M U N I C A C I Ó N
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