El Mundo - 14.11.2019

(ff) #1
EL MUNDO.

HOJA Nº (^26) P A P E L JUEVES 14 DE NOVIEMBRE DE 2019
L I T E R A T U R A
ANTONIO GARRI-
GUES WALKER ha
estrenado en UNIR, de
Arapiles, un texto sobre
García Lorca, El último
adiós de Federico. Presen-
tado por Carlos Rodríguez
Braun, con Begoña
Fernández y Guillermo
García como intérpretes.
Ha sido uno de esos
estrenos fugaces, pero que
no deben pasar inadverti-
dos puesto que Antonio
Garrigues estrena poco,
aunque siempre con
calidad constrastada y un
público que lo sigue con
fidelidad.
El público de este
liberal, en el sentido
estricto del término,
podríamos calificarlo de
mayoritariamente
intelectual. Y comparte en
cierta medida, amplia, la
«poética dramática» del
ilustre jurista. A la vez es
director de sus
espectáculos, diseña o
sugiere la escenografía y
suele participar también
como actor. Imaginación y
poesía.
Federico García Lorca
nunca dijo adiós ni
siquiera cuando lo fusila-
ron en compañía de dos
banderilleros anarquistas y
un maestro cojo y libre-
pensador. La capacidad
fabuladora de Garrigues
entra en el universo del
poeta muerto en Víznar;
mejor diría, entra en su
espectro, en sus sueños de
luna y fragua y el horizon-
te de perros y la casada
infiel que alguien se llevó
al rio creyendo que era
mozuela.
El texto no es un adiós y
responde a una estructura
habitual en Garrigues. La
actriz transmite una idea
de mujer y, sobre todo, la
idea de mujer que tienen
los hombres. Desde el
pliegue de una falda hasta
un cruce piernas, ese
sublime gesto de
feminidad autosuficiente y
piadosa tan difícil y tan
natural de una mujer.
Garrigues Walker es un
analista sensorial de la
mujer, conoce su sicología
y la capacidad para
expresar su idea de los
hombres.
DESAVENENCIAS
GARCÍA
LORCA Y SU
IMPOSIBLE
ADIÓS
POR JAVIER
VILLÁN
Él era eso que los
sociólogos llamarían un
pequeñoburgués liberal,
ciudadano de una
república democrática y
parlamentaria. Ganaba su
pan y su libertad
confeccionando
periódicos y escribiendo
artículos, y con ellos se
hacía la ilusión de animar
el espíritu de sus
compatriotas. Nunca
creyó en la virtud
salutífera de las grandes
conmociones y sentía un
odio insuperable a la
estupidez y la crueldad,
porque sabía que el único
pecado que no tiene
perdón es el pecado
contra la inteligencia. Hoy
reposa en una tumba sin
lápida y sin fecha, bajo el
negro graznido de los
cuervos y el rutinario
rugir de los aviones que
surcan el cielo sobre el
cementerio de North
Sheen, Londres, lejos de
la patria que mantuvo su
nombre en el olvido
durante medio siglo
porque a nadie convenía
su memoria.
Se llamaba Manuel
Chaves Nogales, y se
presentaba como un
simple periodista cuando
un simple periodista podía
custodiar a solas la
herencia siempre
amenazada de la
civilización. Ese «peso
moral» que destacó
Ignacio Peyró, artífice
desde el Instituto
Cervantes de Londres de
un homenaje tan necesario
que no entendemos cómo
no se había hecho hasta
ahora. A Chaves le tocó
atestiguar la epidemia de
cainismo que enfebreció al
pobre celtíbero, cuya
sangre y cuyo fuego
testimonió como nadie
durando aún la contienda
con la inverosímil lucidez
de un historiador. Sus
palabras, hoy canónicas,
para serlo debieron
primero ser rescatadas por
Abelardo Linares y Andrés
Trapiello, quien ayer al pie
de su tumba confesó el
secreto de la memoria
histórica bien entendida:
recordar que hay que
olvidar para ganar la paz.
«Llamé a Abelardo y le dije
que en Chaves había
encontrado la clave de
bóveda de mi libro». Ese
libro era y es Las armas y
las letras, que es la obra
que Abel escribiría sobre
su hermano con una
mirada de paz, de piedad y
de perdón, pero jamás de
olvido.
Junto a Trapiello estaba
la bisnieta de Juan
Belmonte, Tatiana Beca
Osborne, presentando sus
respetos al biógrafo del
legendario matador de
Triana. Y estaba también
Antony Jones, nieto del
mismo Chaves, que
portaba un volumen de A
sangre y fuego a modo de
declaración de
intenciones. El prólogo
milagroso de esa obra fue
leído en español y en
inglés por los actores Jorge
de Juan y Candela Gómez,
y el eco de esas frases
perfectas actualizaba un
compromiso con la
concordia que España,
otra vez, vuelve a necesitar
imperiosamente. «Veis que
esa tumba no tiene lápida.
No la tiene porque la
verdadera lápida de mi
abuelo es esta», remató
Antony, palmeando la tapa
del libro que contiene la
exhumada verdad sobre
las dos Españas y que solo
se alcanza desde la
tercera.
«No me acusa la
conciencia de ninguna
apostasía», escribirá ya
exiliado nuestro muerto,
que quiso darse el lujo –
excesivo entonces– de no
tener ninguna solidaridad
con los asesinos. Cuando
el Gobierno republicano
abandonó su puesto –ni un
minuto antes ni uno
después–, prefirió echar a
andar por el mundo con
las manos en los bolsillos,
portando una ciudadanía
espiritual de español
irreductible, resignado a
soportar mejor la
servidumbre en tierra
ajena.
Así llegó a París,
adonde vino a buscarle la
Gestapo, y así llegó a
Londres, a la Fleet Street
de los plumillas de raza,
desde donde continuó
tecleando hasta que se le
acabó la vida en 1944. Le
buscaron entonces un
palmo burocrático de
tierra, el CR19, a la vera
de una tal Kate
Churchman, who died in
1936. Su familia ha
declinado las ofertas de
adecentar la parcela o de
devolver sus restos a
Andalucía, porque –
razonan– si jamás se dejó
utilizar por un político
estando vivo, tampoco va
a servir a la propaganda
estando muerto. Su hija
Pilar, a sus 99 años,
lamentó desde Marbella
no poder asistir al
momento sobrio pero
emocionante en que el
embajador Carlos
Bastarreche y Antony
depositaban una sencilla
corona de flores sobre el
innombrado pedazo de
tierra que cubre sus
huesos, junto al tocón
podrido de un cerezo.
Londres prestó por un
día la claridad de un cielo
de Sevilla, aunque no
pudo ahorrarse su
humedad
inequívocamente inglesa.
Un frío fúnebre de
noviembre aportaba la
solemnidad del sacrificio a
la misa laica por el hijo
más noble de
nuestro
periodismo, junto
con Larra. Con
ambos fue cruel
el destino. Ambos
amaban a su país
hasta el suicidio,
la escritura o el
exilio, que a
veces, cuando no
hay más remedio,
son la misma cosa. Pero la
tercera España que triunfó
en 1978 costó demasiada
sangre y demasiado fuego
como para que ahora
resurjan estúpidos
sepultureros a sueldo de
las otras dos. Miramos la
olvidada tumba de Chaves
y renovamos el juramento
de que no volverá a pasar.
Homenaje en Londres.
Ante la olvidada tumba
del hijo más noble de
nuestro periodismo,
que no tiene lápida
ni fecha, un grupo
de admiradores y
familiares recordó la
figura de este símbolo
de la tercera España
LA TUMBA
RECOBRA-
DA DE
CHAVES
NOGALES
POR JORGE
BUSTOS LONDRES
REPOSA LEJOS DE LA
PATRIA QUE MANTUVO SU
NOMBRE EN EL OLVIDO
PORQUE A NADIE
CONVENÍA SU MEMORIA
Cementerio de North
Sheen. Entre los
participantes del
homenaje estuvo uno
de los diez nietos de
Manuel Chaves
Nogales, Antony
Jones, así como
Andrés Trapiello. RITA
ÁVAREZ TUDELA

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