El Mundo - 14.11.2019

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EL MUNDO. JUEVES 14 DE NOVIEMBRE DE 2019
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MUNDO


El soplón del ‘Ucraniagate’


Medios afines a Trump señalan a Eric Ciaramella como supuesto autor de la denuncia


fensa, ni el de Justicia –que debe-
ría ser competente en una investi-
gación por presunta corrupción de
un ciudadano estadounidense co-
mo Hunter Biden– ni, tampoco, del
FBI, que es una agencia semiautó-
noma que también se ocupa de ca-
sos de corrupción a nivel nacional,
como sería este caso.
El equipo de Trump estaba for-
mado por fieles aparentemente di-
rigidos por Giuliani, que es próxi-
mo a oligarcas ucranianos cerca-
nos al antiguo presidente de ese
país, Viktor Yanukovich, actual-
mente exiliado en Rusia. La única
persona vinculada profesional-
mente a Ucrania era Kurt Volker,
que ejercía el cargo de represen-
tante especial del presidente
Trump para ese país.
Otro de los líderes de la iniciati-
va de la Casa Blanca era Sondland,
pese a que Ucrania no es miembro
de la Unión Europea y, por tanto,
no entra en su esfera de competen-
cias. Trump declaró «apenas cono-
cer a ese señor», en referencia a
Sondland. Pero ayer Taylor afirmó
que su equipo en Ucrania fue testi-
go de cómo el presidente estadou-
nidense llamó al teléfono móvil del
embalador ante la UE el 26 de ju-
lio, un día después de que Trump
le hubiera pedido a Zelensky que
investigara a Hunter Biden.
Según Taylor, tras la llamada
Sondland explicó a un funcionario
de la embajada en Kiev la posición
de Trump respecto a las relaciones
entre EEUU y Ucrania: «Lo que le
preocupa más son las investigacio-
nes contra Biden que Giuliani está
presionando para se lleven a ca-
bo». Otros altos cargos envueltos
en el escándalo son el jefe en fun-
ciones del gabinete del presidente
y director de la Oficina del Presu-
puesto de la Casa Blanca, Mick
Mulvaney, y el entonces secretario
de Energía, Rick Perry.


P. P. WASHINGTON
CORRESPONSAL
El diccionario Merriam-Webster
define la palabra whistleblower
como «persona que revela un se-
creto o que informa contra
otra». Es una manera sofisticada
de decir «chivato», y, de hecho,
el significado literal de la pala-
bra es «el que sopla el silbato»,
aunque en el caso de la persona
que teóricamente puede provo-
car la caída del presidente de Es-
tados Unidos es más correcto
llamarle «informante».
En ese país, los whistleblowers
son una parte perfectamente
asumida y establecida en su tra-
dición jurídica y en su sistema
de valores, y su actuación se en-
cuentra totalmente regulada por
la ley. En el año 2002, por ejem-
plo, dos mujeres que habían de-
nunciado, respectivamente, los
fraudes contables de la eléctrica
Enron y la telefónica WorldCom,
y una tercera que se había en-
frentado sin éxito con sus supe-
riores del FBI en una investiga-
ción que podría haber evitado
los atentados del 11-S, fueron
declaradas Persona del Año por

la revista Time, con una portada
en la que aparecían las tres con
el titular The Whistleblowers.
Ahora, Estados Unidos vive su
mayor crisis política en décadas
por uno de estos denunciantes.
Ahora bien ¿de quién se trata?
Su nombre ha sido mantenido
en secreto por una especie de
precario acuerdo tácito entre de-
mócratas y republicanos para
salvaguardar su seguridad. Pero,
en realidad, la presunta identi-
dad de la persona es un secreto
a voces.
Los medios de comunicación
proTrump –como la web de ul-
traderecha Breitbart, la cadena
de televisión Fox News, la revis-
ta Washington Examiner, y los
sitios web RealClearInvestiga-
tions y The Federalist– ya han di-
fundido su nombre e identidad.
A su vez, el hijo mayor de
Trump, Donald junior, tuiteó el
link de una web en la que se ex-
pone al whistleblower.
No sólo han desvelado el nom-
bre del denunciante, sino tam-
bién el de su padre y hasta el do-
micilio de éste último. Como
consecuencia, la familia del su-
puesto whistleblower está reci-
biendo amenazas de muerte de
seguidores de Trump.
Según esos medios, la persona

se llama Eric Ciaramella, tiene
33 años, y es analista de la CIA,
especializado en Rusia y Ucra-
nia. Está registrado en el censo
como demócrata, y en 2015 fue
transferido a la Casa Blanca pa-
ra trabajar en el Consejo de Se-
guridad Nacional a las órdenes
de la máxima responsable de ese
organismo, Susan Rice, una per-
sona muy cercana en lo político
y en lo personal al ex presidente
Barack Obama.
Dado que habla ruso y ucra-
niano, además de árabe, y que
en aquella época la relación de
Washington con Kiev la llevaba
el vicepresidente, Joe Biden, no
es sorprendente que el analista
de la CIA trabajara con el equipo
del vicepresidente.
Ciaramella, sin embargo, esta-
ba bien conectado políticamen-
te, como revela el que, a pesar
de su bajo nivel en el escalafón
de la Administración Pública de

EEUU, fuera invitado a partici-
par en una cena que Biden dio
para el entonces primer ministro
italiano, Matteo Renzi, en octu-
bre de 2016.
Con el caos de la Presidencia
de Donald Trump, Ciaramella
pasó a dirigir la sección de Rusia
y Ucrania en el Consejo de Se-

guridad Nacional. Allí fue testi-
go de las reuniones secretas de
Trump con altos funcionarios
rusos, de las que informó al se-
cretario de Seguridad Nacional,
John Kelly.
Los medios proTrump insisten
en que el analista de la CIA fue
quien lanzó la investigación de
la trama rusa al filtrar esas noti-
cias a los medios de comunica-
ción. Pero lo cierto es que en el
informe del fiscal especial del
caso, Robert Mueller, sólo se le
cita una vez, y únicamente en un
pie de página.
En un Gobierno en el que to-
dos filtran a todas horas, no pa-
rece que un funcionario, por mu-
cha motivación política que ten-
ga o acceso a secretos de que
disfrute, sea capaz de desatar un
escándalo de la magnitud del
Rusiagate.
La guerra civil perpetua entre
las diferentes acciones de la Ca-
sa Blanca y el caos instituciona-
lizado de la Administración
Trump explican no sólo las in-
formaciones a la prensa de los
contacto de la campaña y la Pre-
sidencia de Trump con Rusia si-
no también que Ciaramella, pe-
se a no estar en la residencia del
jefe del Estado y del Gobierno ni
en el Consejo de Seguridad Na-
cional, fuera informado de la lla-
mada telefónica del 25 de julio
en la que Trump exigió al presi-
dente de Ucrania, Volodimir Ze-
lensky, que investigara a Hunter
Biden. Porque en algún momen-
to del verano del año 2017, Cia-
ramella dejó la Casa Blanca. No
se sabe lo que ha hecho desde
entonces.
¿Cómo nació la palabra
whistleblower? El término se
empezó a emplear en el siglo
XIX para referirse a los policías,
que en aquella época en la que
no había coches con sirenas usa-
ban un silbato para advertir a la
ciudadanía de que estaban persi-
guiendo a un delincuente, tal y
como se muestra en las películas
de los años 30 y 40.
Su concepción actual de «per-
sona que revela un secreto que
se supone que es una violación
de la ley o de un código ético»
aparece, según el mencionado
diccionario Merriam-Webster, en
1970, de la mano de Ralph Na-
der, el activista que, tras una for-
midable campaña de moviliza-
ción ciudadana, logró que los fa-
bricantes de automóviles
estadounidenses pusieran cintu-
rón de seguridad a sus vehículos
(tres décadas más tarde, Nader
le daría la victoria en las eleccio-
nes del año 2000 al republicano
George W. Bush al presentarse
por el Partido Verde y quitar vo-
tos por la izquierda al demócra-
ta Al Gore).

En 2015, comenzó a
trabajar en el Consejo
de Seguridad de la
Casa Blanca

En el informe de la
trama rusa sólo es
mencionado una vez
en un pie de página

El supuesto informador Eric Ciaramella, en una rueda de prensa. CASA BLANCA


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De julio. Fecha en la
que se produjo la
llamada telefónica
entre Donald Trump
y Volodimir
Zelensky.
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