El Mundo - 21.10.2019

(Steven Felgate) #1
EL MUNDO.

HOJA Nº (^28) P A P E L LUNES 21 DE OCTUBRE DE 2019
E N P O R T A D A
POR JORGE BENÍTEZ
SEÚL (COREA DEL SUR)
En Corea del Sur muchos
adolescentes soñaban
con ser como Sulli, la
gran estrella del K-pop
que fue encontrada
muerta el pasado lunes
en su domicilio y que
presuntamente se quitó la
vida. Era guapa, rica, con
talento y, sobre todo,
famosa. A los 25 años
esta joven había reflejado
como nadie la veneración
y la presión a la que es
sometido el star-system
de una industria musical
que ya mueve 4.000
millones de euros al año
y que es en un fenómeno
global.
Por eso la muerte de
Sulli tiene connotaciones
de tsunami sociológico.
Por una parte, tristeza
infinita en sus fans y, por
otra, morbo gratuito en
medios y redes sociales.
Tanto que este sábado las
autoridades tuvieron que
pedir disculpas por la
filtración de imágenes del
cadáver realizadas por un
bombero que había
acudido a la casa por el
deceso. La misma
cantante había sufrido
hace unos meses una
depresión por culpa del
ciberacoso derivado de
unas fotos íntimas suyas
publicadas en Instagram.
Por ello buscamos qué
hay detrás de las muchas
sullis del K-pop. Del
nacimiento y
consagración de unas
estrellas que lucen con
fuerza, de vida muy corta
y que, a veces se apagan
mucho antes de lo
esperado.
«Has progresado
mucho, especialmente en
el baile. Pero creo que
necesitas más
expresividad en tus
facciones cuando
cantas...». Habla Minseok
Kim, un hombre que hace
de Risto Mejide coreano.
Lleva gafas de espejo,
pantalones pirata y
pulsera y reloj de plata. La
chica que acaba de cantar
tiene 18 años, pero parece
mucho más joven. Lo ha
hecho muy bien. No deja
de sonreír. «Siguiente».
Bienvenidos a una
audición de Sand Factory,
una de las más grandes
fábricas del K-pop. En este
centro, situado en una
zona bien de Seúl, son
incubados los ídolos de la
Corea capitalista casi
como si fueran un
algoritmo de un plan de
economía planificada.
Aquí los adolescentes
reciben clases de canto y
baile, pero sólo los más
dotados podrán ser parte
de una industria en la que
la improvisación es un
anatema, en la que todo
tiene su porqué, desde el
color teñido del pelo hasta
un cántico coreado por los
fans en un concierto.
La estadística dice que
sólo 1 de cada 10.000
alumnos que pasen por
Sand Factory o las otras
3.000 escuelas de talento
del país logrará triunfar en
la industria del
entretenimiento, es decir
las mismas probabilidades
de que un viajero muera
en un accidente aéreo. Si
las matemáticas pueden
ser más crueles aún que
un juez de casting, hay
otro aspecto muy negativo
del showbusiness: la
presión.
La vida del idolo pop es
monitorizada desde la
adolescencia hasta límites
insospechados: dietas para
controlar el peso,
prohibición del uso de
móvil y hasta una vida
amorosa de clausura.
Nada puede ser objeto de
distracción. El éxito no
sólo es dinero y
fama, también
hay que ser
ejemplar, algo
muy valorado
en una
sociedad como
la coreana. Hay
que ser
perfectos. Y
muy buenos en
un país en el
que la música es sagrada y
en el que gran parte del
ocio juvenil va unido al
karaoke. Es tan difícil
llegar que cuando alguno
de los elegidos se ve
involucrado en algún
escándalo o crisis
personal, el imperio
convulsiona y
rápidamente busca
sustituto en el Olimpo.
A pesar de sucesos
como la muerte de Sulli, el
entusiasmo de estos miles
de chavales no desfallece.
Todo sea por emular a la
citada Sulli, PSY (autor
del Gangham Style) o a
cualquier miembro de
BTC, la banda que tiene el
récord mundial de
visualizaciones en
YouTube en las primeras
24 horas de un
lanzamiento musical.
–Los que no lleguen
terminarán trabajando en
un bar, los que tengan
talento pero no suerte
podrán hacer papeles
secundarios en una serie y
los que son muy buenos,
serán profesores. –cuenta
Minseok Kim, director de
la escuela, que añade sin
pudor–. Yo soy el mejor
profesor.
En Corea del Sur la
fama alcanza en los
adolescentes cuotas de
deseo hipertróficas.
Inmersos en una sociedad
muy competitiva, con uno
de los sistemas educativos
más exigentes del mundo,
ser artista es una válvula
de escape.
La popularidad para un
adolescente tiene tres
caminos claros: ser
cantante de K-pop,
protagonizar un culebrón
o triunfar como youtuber.
SOLO PUEDE QUEDAR UNO
Matricularse en una de
estas academias cuesta
de media entre 300 y 400
euros al mes. Ser un
fenómeno no es requisito
a priori. Se aceptan
distintos perfiles de
alumnos: desde aquellos
que tienen alguna
posibilidad de triunfo
hasta los que se lo toman
casi como una actividad
extraescolar. «Nunca
damos falsas esperanzas.
Desde el principio somos
claros con las
posibilidades de un chico,
tanto con él como con sus
padres», dice Minseok
Kim.
Derribar la puerta de la
industria requiere dos
cualidades previas
innegociables: talento y
belleza. Minseok Kim:
«Antes se recurría mucho
más a la cirugía estética,
pero hoy se valora más lo
natural. Ser guapo es
imprescindible».
Cumplidos estos
requisitos, todo se reduce
a clases intensivas de
canto y baile, además de
estudio de idiomas. Inglés,
por supuesto, y también
chino y japonés, dos
mercados estratégicos.
Eso quien mejor lo sabe
es Lee Soo Man, el gran
arquitecto de lo que hoy es
el K-pop. Desde SM
Entertainment (todas estas
empresas son acrónimos
poco modestos de los
nombres de sus
fundadores) tiene en
nómina a muchas de las
principales estrellas, entre
las que se encontraba
Sulli. «El éxito está unido
a la tecnología. Hoy se
puede compartir todo. Yo
lo que supe hacer fue
relacionar a los fans y así
crear un fenómeno
global», dice en una
conferencia celebrada en
el Foro Mundial del
Conocimiento de Seúl,
donde comparte cartel con
presidentes de grandes
empresas coreanas como
LG o Korean Telecom.
Lee Soo Man es un
agente y productor
multimillonario que ha
convertido la versión
musical del Hallyu (la ola
cultural coreana) en un
Industria global.
Sulli, la última
estrella del
K-pop que se ha
quitado la vida,
era un refente
para miles de
chavales en
Corea del Sur, un
país en el que
fama y música
van de la mano.
Nos colamos en
una audición
para estudiar un
fenómeno que
ya es cuestión
de Estado
SER
FAMOSO:
UN
CÁSTING
NACIONAL


K-POP


HAY TRES CAMINOS PARA


QUE UN ADOLESCENTE SEA


FAMOSO EN COREA DEL SUR:


CANTANTE DE K-POP, ACTOR


DE SERIES O ‘YOUTUBER’


LA


FABRICA


DEL


́

Free download pdf