El Mundo - 21.10.2019

(Steven Felgate) #1
EL MUNDO.

HOJA Nº (^34) P A P E L LUNES 21 DE OCTUBRE DE 2019
C U L T U R A
«Ya el invierno de
nuestra desventura
se ha transformado
en un glorioso estío
por este sol de York...». Así
arranca el monólogo inicial de
Ricardo III. En el Teatro
Kamikaze, un falso espectador,
en vista de que la función ha
comenzado por otros
derroteros, exige a gritos que la
representación se atenga al
texto y, gracias a eso, Israel
Elejalde pronuncia la perlada
frase que en vano celebra el
presunto final, en 1471, de la
Guerra de las Dos Rosas, que
enfrentó a los York y a los
Lancaster. Esta broma
distanciadora de Miguel del
Arco y Antonio Rojano anticipa
la libertad, la insolencia y la
desenvoltura con la que ambos
han abordado la adaptación –
¿la reescritura, como ellos
mismos se preguntan?– de uno
de los diez dramas históricos de
William Shakespeare. El teatro
más sacrosanto se puede
adaptar, versionar y actualizar
hoy. Incluso se debe. El asunto
es cómo, pues no habrá duda
respecto a que enmendar lo que
un gran autor escribió y legó
entraña una gran
responsabilidad, que sólo se
solventa favorablemente si el
nuevo texto y la renovada
representación alcanzan una
gran altura y si conciernen al
espectador con la misma o
parecida calidad y peso con los
que el escritor ya clásico logró
concernir al público durante
siglos.
El público del
Kamikaze se regocija
con el Ricardo III de
Miguel del Arco,
aceptando que el director y
dramaturgo haya entrado a saco
en el texto original. En la web del
teatro no se engaña al espectador:
va a ver una versión libre,
adaptada a nuestro tiempo y
potenciadora de la comedia. El
humor inyectado por Del Arco al
texto es muy facilón, vulgar
muchas veces. Un lubricante
barato. Dice Del Arco: «Ricardo
III es una función plagada de
envidias, corrupción de uno y otro
color, luchas de poder, codicia,
injusticias, fake news, engaños
políticos, intereses partidistas...».
Cierto. Y se queda corto. Podría
añadir: crímenes, traiciones,
venganzas, rencores, lúbricas
pasiones...De todo eso, y más,
hubo antes y durante el corto
reinado de Ricardo III, el pérfido
jorobado, un inagotable culebrón
–se podría decir– de violencia y
trapisondas palaciegas hasta la
muerte del monarca, en 1485, en
la batalla de Bosworth. Pero es
abusivo apelar a Peter Brook
para avalar que «la obra debe
traerse de nuevo a la vida con los
ojos de hoy». Vale. ¿Pero con qué
ojos y a costa de qué? No con los
ojos que, tras la enumeración, ya
orientada, de los ingredientes de
la obra original, ven «lo que viene
siendo un día normal en la vida
pública española del siglo XXI».
Lo que viene siendo...muy actual
y reveladora expresión. Exagera
Del Arco, exagera. Y esa
exageración le ampara para
espolvorear la función con un
sinfín de alusiones y chistecillos
de fácil y complaciente curso
sobre la política española de hoy
y de ayer mismo – rey Juan
Carlos: «lo siento, no volverá a
ocurrir»–, cercanos –y ahora
exagero yo, aunque no mucho– a
una pieza cómica popular y
arrevistada, distantes todavía de
una sátira política con grosor, a lo
Brecht, Durrenmatt o Fo, por
ejemplo. Eso tendría nivel.
Shakespeare
escribió Ricardo III,
siguiendo crónicas
de la época, algo
más de un siglo después de la
muerte del bellaco monarca. Es
una de sus obras más largas, y
la acción transcurre durante 14
años (cosa que no se palpa en
esta versión). Una
representación íntegra –con
todos sus personajes y
escenas– podría durar unas
cinco horas. La función del
Kamikaze dura dos. La poda,
aunque inclemente, está, en
líneas generales, bien hecha. Y
ahora, ya que es justo,
podemos darle la vuelta a la
tortilla de lo ya dicho. El
espectáculo –concepto aquí
muy adecuado– es bueno.
Resiste a la introducción de las
francachelas cómicas. El Del
Arco director vuela mucho más
alto que el Del Arco escritor.
Permanecen, claro, el brillo y la
potencia literaria y dramática
de numerosos fragmentos del
texto original que dan brío y
consistencia principalmente a
las elucubraciones íntimas y a
las confrontaciones verbales
del monarca. Aquí entra, muy
bien dirigido, el gran fuste de
Israel Elejalde, con su
bastón/micrófono de cojo en
ristre, inmenso e inagotable de
matices y prestaciones en la
develación del fondo maligno,
mendaz, mordaz, manipulador,
astuto, ambicioso, solitario y
también patético, débil y triste
de su personaje. Gran trabajo.
Y los de las actrices Verónica
Ronda y Manuela Velasco, en
los papeles de Ana e Isabel y,
especialmente, en sus
individuales enfrentamientos
con el déspota. Y el de
Cristóbal Suárez como
Buckingham y (travestido)
como Margarita, madre del
futuro Enrique VII, que
derrotó a Ricardo en Bosworth.
No sé si a ustedes
les pasa, pero a mí,
como espectador
de teatro y cine,
me sucede a veces que, con el
paso de las horas, hago mi
propio montaje de lo que he
visto. Sin querer, a tenor del
recuerdo y de las sensaciones
conservadas, selecciono y me
quedo con lo mejor. No
comparto el humor de Del
Arco, ya se ha visto, y de ahí
me surge un reproche grave a
su función. Pero, gracias a su
puesta en escena visualmente
poderosa, permanecen en mi
cabeza el vigoroso tono general
de la proposición, la fuerza
explosiva de su personaje
central y media docena de
escenas de alto voltaje. El
espectáculo, por encima del
texto.
ROPA TENDIDA
DEL ARCO
QUITA Y
PONE A
SHAKESPEARE
POR MANUEL
HIDALGO
ESTE
SOL DE
YORK
HUMOR
MUY
FACILÓN
GRAN
FUSTE DE
ELEJALDE
UN BUEN
ESPECTÁ-
CULO
‘Ricardo III’. Israel Elejalde en un momento
del montaje de Miguel del Arco. E.M.
¿HA FRACASADO EL
MOVIMIENTO indepen-
dentista catalán?, pregun-
taba Adrian Finighan, uno
de los presentadores más veteranos de Al
Jazira, en Inside Story a Elena Jiménez,
responsable de internacional de Omnium
Cultural, la lanzadera de Jordi Cuixart, conde-
nado a nueve años de prisión por el Supremo.
«No somos independentistas», respondía
Jiménez. «Siempre hemos defendido la
democracia y el voto... en un referéndum de
autodeterminación». Aunque en un tono menos
furibundo que hace dos años, la cadena catarí
sigue siendo una de las televisiones
internacionales más favorables a los
secesionistas.
Comparadas con las mentiras de Oriol
Junqueras en el artículo que le publicó el
Washington Post el pasado miércoles, las de
Jiménez son pellizcos de monja, pero
responden a una misma estrategia, que el
propio Junqueras explicaba así: España no es
una democracia o pronto dejará de serlo
(«gracias a nosotros», podría haber añadido) y
los independentistas ya tendrán el único
argumento de peso fuera de sus rediles. El otro,
la ocupación colonial, lo defenderían si
pudieran, pero es aún más burdo.
«La democracia en España ha entrado en una
fase extremadamente peligrosa... La sentencia
del Supremo fue un ataque directo al estado de
Derecho... Fue acompañada de una fuerte dosis
de represión... El Tribunal quiere castigar e
intimidar a todo un pueblo... No juzgó los
hechos, sino las ideas...».
Falacias para deslegitimar la democracia
española, revalidada –a ellos les da igual– año
tras año como una de las mejores del mundo
tanto por Freedom House como por el Índice
Democrático del Economist.
El mismo mensaje lo han propagado sin
réplica casi en cada entrevista que RTVE les
hace, gobierne el PSOE o el PP, en aras de una
falsa libertad que en la televisión autonómica
catalana, por ejemplo, jamás existió. Si han
tenido durante muchos años derecho de mentir
sin contestación en España, salvo en algunos
medios privados, ¿cómo exigir que no mientan
en los grandes medios internacionales? La tarea
de Irene Lozano en España Global, de nuestras
embajadas y del resto de las instituciones del
Estado para contrarrestar tanta desinformación
es prioritaria, pero llega demasiado tarde.
La televisión rusa RT es, probablemente, el
mejor megáfono de las patrañas
independentistas en el exterior. El comentario
de su presentador George Galloway el pasado
martes es de manual. No entiende que a los
separatistas catalanes que paralizan un
aeropuerto se les acuse de vándalos, mientras a
los manifestantes de Hong Kong, por lo mismo,
se les llame demócratas. Termina donde
empiezan Junqueras y Jiménez: ¿cómo se
puede condenar a políticos catalanes por
organizar una votación democrática? Porque no
tenía nada de democrática, aunque lo repitan
trillones de veces.
EL OYENTE
MEGÁFONOS
EXTERNOS DEL IN-
DEPENDENTISMO
POR
LUIS OZ
LA TAREA DE ESPAÑA GLOBAL,
NUESTRAS EMBAJADAS Y OTRAS
INSTITUCIONES PARA CONTRA-
RRESTAR TANTA DESINFORMA-
CIÓN LLEGA DEMASIADO TARDE

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