Expansión - 18.09.2019

(Sean Pound) #1

ECONOMÍA / POLÍTICA


Miércoles 18 septiembre 2019Expansión 29

del precio de la gasolina afectaba de
inmediato al PIB debido a su efecto
sobre los consumidores. Por ese mo-
tivo, EEUU cuenta con una reserva
de petróleo desde los años 70 para
suavizar los repuntes de precios en
los mercados globales de crudo.
Pero desde el boom del shale, el
precio del petróleo ha determinado
el crecimiento de EEUU a través de
un canal distinto: el dinero que las
compañías invierten en nuevas plan-
tas y equipamiento.
Cuando el precio del petróleo co-
lapsó en 2015, también lo hizo la in-
versión de las empresas estadouni-

denses, debido sobre todo a la fuerte
caída del número de plataformas pe-
trolíferas que operaban en Texas y
Dakota del Norte.
Un análisis de 2018 de la Reserva
Federal de Kansas City mostró que
hay una parte de la economía esta-
dounidense vinculada al petróleo en
tal grado que los altos precios del
crudo animan incluso a compañías
fuera de la industria energética a
comprar nuevas plantas y equipo.
Los precios de la gasolina siguen
suponiendo una importante preocu-
pación para cualquier presidente de
EEUU, ante el peso de los consumi-

dores en muchos estados dudosos.
Pero la subida del precio del petróleo
ya no es necesariamente mala para la
economía estadounidense.
Sin embargo, sería una mala noti-
cia para el crecimiento global. El da-
ño sufrido por las economías impor-
tadoras de crudo por un repunte
suele compensar el impulso a los
países productores. Y aunque la eco-
nomía estadounidense está menos
expuesta a las oscilaciones del precio
del crudo que en el pasado, una crisis
en China —un importador neto y
gran perjudicado por una subida—
tiene ahora un fuerte impacto sobre

sus socios comerciales, y por tanto
sobre el crecimiento global.
Jennifer McKeown de la consul-
tora Capital Economics también ad-
virtió que si los precios aumentaban
debido a una escalada de las tensio-
nes en Oriente Próximo, “los benefi-
cios para algunos productores ten-
drían que medirse frente a los seve-
ros costes del conflicto para otros”.
Pero nada de esto afectará a la po-
lítica de los bancos centrales. Si los
altos precios del petróleo se mantie-
nen, la inflación aumentará. Pero los
reguladores monetarios de las eco-
nomías desarrolladas lo verían como

algo temporal, y es poco probable
que cambiasen su postura por ello.
En los casos de la Reserva Federal
y el BCE –que luchan por hacer su-
bir la inflación hasta su objetivo– un
aumento de los precios de la energía
podría ser bien recibido en parte, si
llevase a los hogares y a las empresas
a prever una inflación más alta y a
prepararse a ello. Para los bancos
centrales de algunas economías
emergentes –en especial Turquía,
donde los inversores dudan de la re-
solución de los reguladores a contro-
lar la inflación– el reto sería mayor.
5 Financial Times

L


a península arábiga y sus terri-
torios aledaños adquirieron
una súbita relevancia mundial
a comienzos del siglo XX con el cre-
ciente uso del petróleo. El primer
lord del Almirantazgo del Imperio
Británico, Winston Churchill, quiso
mejorar su Armada en 1912 median-
te la transición del carbón al petróleo
en sus buques, por lo que apoyó el
desarrollo de la recién creada Com-
pañía de Petróleos Anglo-Iraní, en
Persia. Ya como primer ministro,
durante la Segunda Guerra Mundial,
Churchill intentó acceder a los nue-
vos y prometedores yacimientos de
la vecina península Arábiga. Pero el
líder de la nueva superpotencia
emergente, Estados Unidos, se le
adelantó al conectar mejor con el rey
Abdelaziz ben Saud, unificador y
primer rey de Arabia Saudí. Chur-
chill era el líder de un imperio en de-
cadencia, y Franklin D. Roosevelt
prometía un enfoque anticolonialis-
ta para el futuro del mundo. El
acuerdo alcanzado entre Roosevelt y
el rey saudí en 1945 otorgó a Estados
Unidos un acceso privilegiado a las
reservas saudíes a cambio de la ga-
rantía de protección militar a los ára-
bes.
Testimonios de la época señalan
que Roosevelt aclaró al embajador
británico en lenguaje coloquial que
“el petróleo persa es para ustedes,
compartimos el de Irak y Kuwait, y
el de Arabia Saudí es para nosotros”.
Independientemente de la literali-
dad de la frase, la Historia ha demos-
trado el enorme interés que desper-
taron los nuevos yacimientos de la
zona, y la importancia que la estabili-
dad de la región ha supuesto en la
elaboración de la política exterior es-
tadounidense desde entonces.
Tras más de 30 años de coopera-
ción, el sector petrolero saudí fue na-
cionalizado bajo el paraguas de
Aramco (Arabian American Oil
Company) en 1976, pero la colabora-
ción operativa estadounidense y el


acceso prioritario se han mantenido,
y ExxonMobil, Chevron y Dow Che-
mical todavía realizan refino y petro-
química en Arabia. En la actualidad,
Aramco exporta alrededor del 10%
del petróleo que se consume en todo
el mundo, por lo que dada la gran
inelasticidad del precio de la deman-
da de crudo a corto plazo, una reduc-
ción sostenida del 5% en la produc-
ción mundial afectaría despropor-
cionadamente al precio del barril. El
daño a la economía mundial de esta
posible subida estructural del precio
es innegable, aunque su impacto se-
ría menor que cuando el barril se dis-
paró en 1973, debido a que actual-
mente existe una mayor diversifica-
ción en el mix de fuentes de energía,
y a que ha mejorado la eficiencia
energética.
La asociación saudí con Estados
Unidos ha sufrido baches. El apoyo
oficial saudí a la versión wahabita del
islam genera mucha desconfianza. Y
la polémica por los rumores de posi-
ble connivencia en los ataques del
11–S provocó que el Congreso esta-
dounidense aprobara una ley en
2016 para que los familiares de las
víctimas pudieran denunciar al rei-
no árabe. Pero la dependencia mu-
tua es tal en la actualidad, que los
norteamericanos se ven en la obliga-
ción de hacer algo si los saudíes son
atacados.
Los ataques perpetrados presumi-
blemente por socios de Irán a la in-
dustria petrolera árabe limitaron la
capacidad de producción saudí a la
mitad, y todavía no es seguro el opor-
tuno reemplazo con reservas. Irán es
el gran rival de Arabia Saudí en la re-
gión. El chiísmo, la cultura persa, y
su rivalidad histórica les distancian
de los árabes. Y su actual enemistad
con Estados Unidos sólo acentúa la
confrontación entre los dos vecinos.
Desde su revolución fundamentalis-
ta de 1979 y el derrocamiento del sha,
Irán ha mantenido una hostilidad
declarada a Estados Unidos. El pre-

sidente Barack Obama logró un
cambio significativo en pro de la dis-
tensión al reconocer públicamente
la operación Ajax: el golpe de la CIA
y el MI6 británico para derrocar al
primer ministro iraní Mohammad
Mossadegh e instalar al sha en el po-
der en 1953. Esa declaración presi-
dencial abrió una vía de diálogo que
culminó en la firma del tratado nu-
clear que los europeos, China y Ru-
sia secundaron y firmaron en 2015.

Las sanciones a Irán se verían redu-
cidas y, a cambio, el mundo podría
vigilar más de cerca que Irán no de-
sarrollaba un programa nuclear béli-
co.
Donald Trump rompió dicho tra-
tado con la esperanza de lograr, tras
un periodo de presión más aguda a
Irán, un pacto aún mejor. Pero la
realidad es que Irán no se ha arre-
drado, y ha respondido con firmeza
a las presiones y altercados maríti-

mos deteniendo petroleros, o inclu-
so derribando un dron estadouni-
dense. Mientras, se enfrenta a Ara-
bia Saudí e incluso a un Israel nu-
clear por medio de grupos y milicias
que pelean a lo largo de la región.

La solución al conflicto
La agresión a la industria petrolera
saudí ha sido tan disruptiva que Do-
nald Trump hace bien en esperar a
que investigaciones concluyentes
definan con claridad el origen de los
ataques. Si se confirma la autoría ira-
ní, sería la constatación de que Tehe-
rán se encuentra acorralado y ya in-
curre en errores de cálculo casi suici-
das. Las presiones que recibirá
Trump en Washington para devol-
ver el golpe o intentar un cambio de
régimen en Irán serán numerosas. Y
ante tal conflicto, Rusia saltaría a la
palestra, envalentonada por haber-
se mostrado decisiva a la hora de
decantar la victoria del lado de Al-
Assad en Siria y, por el momento, de
Nicolás Maduro en Venezuela.
Pero dado el riesgo que supone
una escalada de la violencia para la
economía mundial y para sus pro-
pias posibilidades de reelección en
2020 ante un electorado cansado de
aventuras en el exterior, es posible
que Trump se aferre a la rectifica-
ción que aparentaba haber empren-
dido recientemente en relación a
Irán: ha mostrado interés por encon-
trarse con el presidente Hasan Ro-
haní, no descartaba la posibilidad de
aliviar las sanciones, y ha despedido
a su tercer Consejero Nacional de
Seguridad, John Bolton, que pre-
tendía atacar a Irán.
El éxito diplomático logrado por
Estados Unidos en 2015 y el fracaso
de la agresividad de los últimos dos
años debería ser suficiente para en-
tender que la relación con Irán pue-
de ser cooperativa y pacífica. La paz
y la estabilidad mundial dependen
de ello.

¿Puede estallar Oriente Próximo?


Manuel
López-Linares

Dado el riesgo que supone una escalada de la violencia en la región para la economía mundial y para
sus propias posibilidades de reelección en las elecciones de 2020, es posible que Donald Trump
se aferre a la rectificación que aparentaba haber emprendido recientemente en relación a Irán.

Autor de ‘Entender Europa’

Protesta contra EEUU en las calles de Teherán.

Efe

Trump hace bien
en esperar una
investigación que defina
el origen de los ataques

Ante una intervención de
EEUU, Rusia saltaría a la
palestra, envalentonada
tras su papel en Siria
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