Historia Spain - 09.2019

(Sean Pound) #1

LA CONCIENCIA DEL FEMINISMO


La mujer puede y debe pensar;
ningún límite impuso la naturaleza a
sus facultades racionales.

Amé y odié, pero jamás ha dado asilo
el alma a la pasión que ciega.

Salud ¡oh pueblo! El poder de la vida
en ti reside.

¡Justicia es lo que necesitamos, no
galantería!

El catolicismo es la esclavitud, el
rebajamiento y la humillación para
la mujer.

¡Para ser madre de hombres o
mujeres no humanos mejor es
entregar al pudridero de la tierra el
raudal de nuestras fecundidades!

La vida del periodista es la vorágine
monstruosa, dispuesta siempre a
tragar al incauto o al débil.

Ruedan los años sobre la ancha
esfera, y en el último trance de la
muerte, aún nos dice tu voz ¡espera!,
¡espera!

La caridad es la única virtud que
puede transformar la tierra en
morada de ángeles.

¡Quién sabe si el Quijote de Cervantes
fue una sonrisa amarga de tristeza
al ver rendida su genial cabeza entre
tantas de imbéciles triunfantes!

J

oven aunque sobradamente preparada, la madrileña Rosario de Acuña, hija de uno de esos linajes de rancio
abolengo que podemos rastrear varias generaciones, publicó sus primeros artículos en prensa y obras de tea-
tro a los veintipocos años. Sus títulos más famosos, Rienzi el Tribuno y El padre Juan, son, aun así, bastante
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de la derrota. Porque, ¡ay!, en su día, y hablamos del último cuarto del siglo XIX, estos dramas estuvieron en
boca y furor de todos, hasta el punto de que, tras el estreno del segundo, el teatro donde se representaba,
que había sido alquilado por la misma autora, fue clausurado.
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ocasión con pseudónimo, al servicio del arte y de los mandatos de su tiempo, que, en ciertos casos, siguen siendo los
mismos. Tenía graves problemas de visión, pero nunca padeció ceguera moral. Denunció la desigualdad de la mujer
y demandó la separación de la Iglesia y el Estado –la polémica de El padre Juan vino por su anticlericalismo–, lo que
le granjeó la simpatía de los progresistas y el desdén de los conservadores. Casada con un teniente de infantería, ¡osó
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A lo largo de sus 72 años de vida, Rosario de Acuña, pionera del feminismo –fue la primera mujer que ocupó la tri-
buna de oradores del Ateneo–, amante sincera de la Naturaleza y exiliada por un artículo muy controvertido, ¡otro más!,
y francamente irónico sobre la falta de respeto de unos estudiantes de la Universidad Central, escribió de todo –teatro,
artículos de prensa, ensayos, obras didácticas y poesías– y vivió de todo. Pasó sus últimos años en Gijón, en una casa
llamada La Providencia situada sobre un acantilado. Que sí, que puede y debe verse./A.F.D.
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