Historia Spain - 09.2019

(Sean Pound) #1

por la expropiación veían ahora algo de luz
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contra el Ayuntamiento.
Sin embargo, el gesto del Consistorio no
quería decir que todo estuviese solucionado,
ni mucho menos. La propia Esther Castella-
nos declaró que “ya hemos tenido cinco re-
uniones en las que nos han tomado el pelo”.
Como si de una profecía se tratase, la reunión
fracasó. Pero este nuevo encuentro entre el
Ayuntamiento y los vecinos supuso un puente
hacia el entendimiento entre ambas partes.
Firmas periodísticas como Luis Prados de la
Plaza aseguraban que “lo más extraño de la
barrera insalvable entre la Gerencia Muni-
cipal de Urbanismo y los vecinos de Cerro
Belmonte es la fórmula con que unos y otros
se explican, por separado. Para el ayunta-
miento, los expropiados quieren forrarse a
costa de las arcas municipales y han politi-
zado ‘su caso’. Para los vecinos que jalea la
joven Esther, lo que hay que hacer es echar al
alcalde y plantarse ante lo que se considera
‘un robo armado’. Mientras no se rebaje ‘la
altura’ de las posiciones, va a ser muy difícil
encontrar un arreglo”.


LA SOLUCIÓN DEL PROBLEMA
Durante los días siguientes, ya entrado el
mes de septiembre de 1990, fueron varios
los acercamientos que desde el Ayunta-
miento se realizaron para tratar de des-
atascar el problema con los vecinos de
Cerro Belmonte, intentando ganar tiem-
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propósito de obtener una compensación
justa a cambio de sus viviendas.


Francisco Herrera, portavoz de Izquierda
Unida, declaró a la prensa el 6 de septiembre
que “Cerro Belmonte es una actuación mu-
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los afectados”, y añadió que la expropiación,
o bolsa de deterioro urbano, no respondía
ni a un objetivo social –ya que el suelo ex-
propiado se destinaría a la construcción de
125 viviendas unifamiliares–, ni a un objetivo
urbanístico. Desde ese grupo político, se pro-
ponía dar carpetazo al asunto y no efectuar
la expropiación de un barrio que al mismo
tiempo celebraba un referéndum en el que,
como ABC advertía el 6 de septiembre, “con
214 votos a favor y dos en contra, decidió
declararse estado independiente”.
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dio un nuevo giro al adoptar varios vecinos
una huelga de hambre como protesta por la
situación, lo que llevó al tercer teniente de al-
calde, José Luis Garrido, a reunirse con ellos.
Ante la determinación de todo un barrio, el
primer teniente de alcalde, Álvarez del Man-
zano, volvió a dialogar con los representantes
vecinales y les aseguró que “las actuaciones

Junto a estas líneas, la
embajada española en
el Antiguo Palacio
Velasco Sarrá de La
Habana.
En el ángulo inferior
izquierdo, la iglesia de
Santa Cruz en Madrid,
que en agosto de 1990
asistió al encierro de
124 vecinos como
medida de protesta
pese a la oposición del
párroco.

TRAS UNA INTENSA LUCHA, LA EXPROPIACIÓN FUE
PARALIZADA Y DEMOSTRÓ QUE LA LUCHA DE UN BARRIO
UNIDO PODÍA DAR SUS FRUTOS

LA CRISIS DE LAS EMBAJADAS


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La elección de Cuba como destinataria de la carta
reivindicativa entregada por los vecinos afectados por la
expropiación de Cerro Belmonte no fue casual.
En 1990, las relaciones entre ambos países, que llevaban un tiempo siendo fluidas, se
encontraban en un punto delicado por la llamada “crisis de las embajadas”.
La crisis surgió porque dieciocho ciudadanos de Cuba se refugiaron en la embajada
española de La Habana para lograr salir de la isla, lo que llevó a un enfrentamiento
entre ambos países. El propio Castro calificó al ministro de Asuntos Exteriores
español, Francisco Fernández Ordóñez, de “administrador colonialista”.

en Cerro Belmonte están paralizadas y se pue-
de estudiar cualquier sistema que sea viable
urbanísticamente”.

LA VICTORIA DEL BARRIO
Finalmente, tal y como apuntó Luis Prados de
la Plaza en su columna de opinión de ABC el
7 de noviembre de 1990, “el Ayuntamiento
ha ‘capitulado’ ante la presión social y política
de las fuerzas de Cerro Belmonte, que han
pasado, directamente, de la huelga de ham-
bre al churro matutino mojado en chocolate”.
La expropiación fue paralizada y de-
mostró a todos que la lucha de un barrio
unido –que no escatimó esfuerzos ni, so-
bre todo, ingenio– podía dar frutos tras
meses de intensa batalla contra un Goliat
administrativo y burocrático como era el
Ayuntamiento de Madrid. Aquel barrio
obrero no estaba dispuesto a dejarse ava-
sallar y ganó una batalla que dio como
resultado –aunque fuera por poco tiempo
y de una forma anecdótica– la creación,
dentro del territorio español, de un estado
independiente.
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