El Mundo - 05.09.2019

(Ron) #1

EL MUNDO. JUEVES 5 DE SEPTIEMBRE DE 2019
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OTRAS VOCES
i


LA AMAZONIA es la selva más extensa
del mundo y el comienzo de su destrucción
hace ya más de medio siglo fue justificada
como necesaria para arraigar en ella a par-
te de la población del nordeste brasileño
que poseía más del 5% de los habitantes del
país con menos de un 13% de su extensión
total, mientras la Amazonia contaba con el
60% de la superficie nacional y sólo un 8%
de sus habitantes.
Sin embargo, pronto quedó demostrado
que ese intento de «colonización humanita-
ria» no fue el au-
téntico motivo y
que tras él se es-
condían objetivos
políticos e intere-
ses económicos.
Para nadie era
un secreto que la
dictadura militar,
enfrentada a la opinión pública de un país
que había sido tradicionalmente amante de
la democracia, lanzó sobre el tapete la
«Gran Aventura Amazónica» como una fór-
mula llamada a distraer la atención de los
incontables problemas generados por la de-
sorbitada corrupción gubernamental.
En un principio podría pensarse que se
trataba de una jugada política arriesgada y
aparentemente afortunada, pero pronto
quedó al descubierto que habían sido capi-
tales foráneos los que concibieron la idea y
presionaron para que se llevara a cabo.
Empresas como la Bethlehen Steel,
Georgia Pacific, Dutch Bruynzeel y Toco-
menya, ostentaron derechos en la Amazo-
nia que oscilaban entre un millón y dos mi-

llones y medio de acres de terreno, dere-
chos que les permitían no sólo llevarse los
minerales, sino incluso árboles, animales o
cualquier otro tipo de riqueza.
El gobierno había puesto en subasta la
región a razón de 32 centavos de dólar el
cuarto de hectárea y los inversionistas in-
ternacionales cayeron sobre esas tierras co-
mo la plaga de la langosta.
Sobre 1840, cuando Estados Unidos ven-
dió sus territorios del interior a 31 centavos
la hectárea, se registró un destrozo calcu-
lado en unos diez millones de hectáreas
por año, lo que estuvo a punto de provocar
la aniquilación del país.
Si se tiene en cuenta que de las hachas
se ha pasado a las motosierras resulta evi-
dente que el desastre que puede sufrir la
Amazonia no tiene límites.
Hay quienes sostienen la teoría de que el
desmonte o el incendio de esas selvas no
sólo no es perjudicial, sino incluso benefi-
cioso, con lo que demuestran un total des-
conocimiento de las características de su
suelo. Y es que, pese a lo lujuriante de su
vegetación, sus árboles de 80 metros y una
espesa jungla que impide dar un paso, no
existe en el mundo una tierra más estéril
una vez que se han tumbado esos árboles y
se ha quemado esa maleza.
Cuando los campesinos limpian un peda-
zo de terreno saben de antemano que ob-
tendrán una primera cosecha excelente,
una segunda mala, y una tercera práctica-
mente inexistente. Al tercer año, han de
reanudar el ciclo en otro lugar y se da el
paradójico caso de que son a la vez, campe-
sinos y nómadas, por lo que acostumbran a
vivir en casas flotantes o en chozas fáciles
de desmontar.
La razón de la pobreza de esas tierras se
debe a su corto espesor, ya que se encuen-
tran asentadas sobre una capa de arcilla ro-
ja casi impenetrable de extremada acidez.
Debido a ello se encuentran poco pobladas
por toda la diminuta fauna que en otros cli-
mas hace la tierra rica y productiva; lom-
brices, gusanos, ácaros, ciempiés, salta-
montes, termitas y larvas que airean y fer-
tilizan los campos. En la Amazonia su
número es ínfimo, por lo que sobre la su-
perficie se extiende siempre una gruesa ca-
pa de vegetación en constante putrefac-
ción, y la formación de nuevos suelos resul-
ta tan lenta que todo intento de cultivo se
convierte en inútil. Nada crecerá allí donde
los árboles sean derribados; nada más que
maleza estéril ya que los nuevos árboles
tardarán cientos de años en alcanzar su ta-
maño original. Y los que la están destru-
yendo lo saben. Convertirán en pasto los
gigantescos bosques, expoliaran los mine-
rales, sustituirán los árboles por plantacio-

nes de soja, pero las primeras lluvias to-
rrenciales se llevarán la escasa tierra por-
que ya no estará afirmada por fuertes raí-
ces. Lo que la naturaleza tardó un millón
de años en crear unas cuantas empresas de
política avariciosa puede destruir en el
transcurso de nuestra generación con lo
que la Amazonia habrá pasado de virgen a
muerta sin transición.
Algunos dirigentes democráticos brasile-
ños intentaron minimizar el desastre, pero
su actual presidente, el ultraderechista Jair
Bolsonaro –cuya campaña electoral finan-
ciaron muchas de esas empresas– continúa
ciego y sordo a todas las advertencias ya
que sus intereses políticos y personales es-
tán, y estarán siempre, por encima de los
de la humanidad
o de la naturaleza.
Alega en su fa-
vor que en África
se producen más
incendios, pero
no aclara que los
incendios africa-
nos son debidos a
que los agricultores les prenden fuego a
sus campos y a las praderas con el fin de
obtener mejores cosechas. Sus tierras son
fértiles y la selva mucho menos densa de
modo que los viajeros y exploradores pu-
dieron recorrer enormes distancias sin ex-
cesivos problemas, mientras que en la
Amazonia quien se adentra un kilometro
en una espesura en la que hay que abrirse
camino a machetazos corre el riesgo de no
volver jamás.
La Bethlehen Steel quebró en el año 2001
y parte de sus derechos sobre el hierro de
la región pasaron al Rey del Acero, el indu
Lakshmi Mittal, que aún no ha aclarado lo
que piensa hacer.
La Dutch Bruynzeel se dedica principal-
mente a la fabricación de lápices de colores
y si los niños supieran que cada vez que
pintan un árbol están contribuyendo a la
destrucción de los bosques se pasarían a
los rotuladores. Por su parte la Georgia Pa-
cific fabrica papel y cartón lo que la con-
vierte en la más destructiva de las empre-
sas y por lo tanto debe ser la que más dine-
ro aporta a las arcas y la campaña política
de Jair Bolsonaro. De Tocomenya nuca más
se supo, lo que hace presuponer –y tan so-
lo se trata de una suposición– que no era
más una tapadera tras la que se ocultaban
los interese personales de algún entorcha-
do general de aquellos nefastos tiempos.
Los nefastos tiempos siempre vuelven y
ahora parecen estar regresando con más
fuerza que nunca.

Alberto Vázquez-Figueroa es escrtor.

Los campesinos saben que
obtendrán una primera
cosecha excelente y una
tercera inexistente

El autor desgaja los


intereses económicos, políticos y sociales que se


esconden detrás de los fuegos por los que arde


la Amazonia. Critica que Bolsonaro no tiene


intención alguna de proteger la zona.


A FONDO iANÁLISIS


¿Por qué


incendian el


Amazonas?


ALBERTO VÁZQUEZ-FIGUEROA


Fueron capitales foráneos
los que concibieron la idea
de la «Gran Aventura
Amazónica»
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