EL MUNDO. JUEVES 5 DE SEPTIEMBRE DE 2019
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OPINIÓN
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GALLEGO & REY
EN EL actual contexto de exigencia de rege-
neración, no cabe relativizar la gravedad del
escándalo que destapamos hoy y que esta
vez afecta al PSOE y a su sindicato afín,
UGT. La Guardia Civil acusa al Gobierno de
Rodríguez Zapatero de «elaborar y aprobar
un real decreto ad hoc» para desviar 31 mi-
llones de euros que se acabaron repartiendo
los cabecillas de la UGT de Asturias. Una in-
yección desmesurada de dinero público que
la organización sindical justificó para la
construcción de un geriátrico, que además se
levantó sobre terreno no urbanizable. Sin
embargo, la mayor parte de esos fondos fue-
ron a parar a los bolsillos del histórico sindi-
calista y líder minero José Ángel Fernández
Villa –que fue clave en el ascenso de Zapate-
ro a la secretaría general del PSOE– y a los
de las personas de su confianza, incurriendo
en un delito de blanqueo de capitales.
La Fiscalía Anticorrupción pide que se
identifique a todos los funcionarios que par-
ticiparon en esta operación, fraguada contra
del criterio expreso de la Abogacía del Esta-
do y de la Secretaría General Técnica del Mi-
nisterio de Industria, cuyo titular era Miguel
Sebastián. Cambiar la ley para agradecer los
servicios prestados a un líder sindical corrup-
to con el dinero de todos es una vergüenza.
Latrocinio en UGT con
el aval de Zapatero
ENTRE las múltiples máscaras bajo las que el populis-
mo esconde sus pretensiones de acabar con la democra-
cia representativa está la que el propio parlamentaris-
mo le brinda con bochornosos espectáculos como los
que lleva años ofreciendo la Cámara de los Comunes
británica. Desde que un irresponsable David Cameron
convocara el referéndum sobre la permanencia de Rei-
no Unido en la UE, la clase política se ha enredado en
una espiral del absurdo que no ha hecho sino ahondar
en la división que ya existía en la sociedad británica y
que ha generado una profunda desafección de la ciuda-
danía hacia sus representantes. La dimisión de Theresa
May, la primera ministra conservadora que durante tres
años de gestión se propuso llevar a cabo el resultado del
referéndum –a pesar de haber defendido la permanen-
cia en la UE mientras estuvo al frente del ministerio de
Interior–, se produjo sólo después de haber perdido to-
das las votaciones posibles en el Parlamento de West-
minster. Su Ley del Brexit, que incluía un acuerdo con
Bruselas y un calendario ordenado para ejecutar una
desconexión suave, fue rechazada en tres ocasiones, en
tumultuosas votaciones precedidas de dimisiones en su
propio Gobierno y deserciones de sus correligionarios.
Pero el fracaso de May no sólo fue parlamentario. No
logró concitar el apoyo de los sectores empresariales y
financieros, de los sindicatos, de los nacionalistas esco-
ceses ni, por supuesto, de la oposición laborista, que re-
chazó la convocatoria de un segundo referéndum. Final-
mente, tras haber retrasado la salida de la inicial fecha
del 29 de marzo al 31 de octubre, abandonó su puesto
para dejar paso a uno de sus ex ministros que más con-
tribuyó a su caída con la defensa de un Brexit duro.
Pero Boris Johnson ha vuelto a encontrarse con el
mismo muro parlamentario que su predecesora. A pe-
sar de haber intentado una argucia de dudosa legitimi-
dad democrática –aunque avalada por la Justicia– para
disolver el Parlamento por anticipado, nuevas desercio-
nes en las filas conservadoras y la contundente acción
de la oposición laborista le han hecho perder la mayo-
ría parlamentaria y han tumbado su pretensión de apli-
car un Brexit duro y unilateral. En una votación a doble
vuelta, los Comunes tumbaron ayer el proyecto de John-
son y le ordenaron buscar un acuerdo con la UE antes
del 19 de octubre o, en su defecto, pedir un nuevo apla-
zamiento hasta el próximo enero, tiempo en el que ten-
drá que lograr un
acuerdo consensuado
con Bruselas.
No obstante, John-
son consumó su fra-
caso al no conseguir
el apoyo de la Cáma-
ra para convocar elec-
ciones anticipadas. Al
primer ministro le será difícil salir del laberinto en el
que ha quedado atrapada la clase política británica,
afectada por un vértigo patológico ante el precipicio
que supone una de las decisiones que condicionará la
vida de varias generaciones de ciudadanos en el país.
El laberinto
británico
Johnson, como
May, se ha topado
con un Parlamento
indeciso y dividido
AL MARGEN de la poca simpatía que pueda
despertar Boris Johnson por su ya dilatada
ejecutoria de mentiras en pro del populismo y
su larga carrera carente de escrúpulos para
hacerse con el poder (algo bastante común
en la dirigencia mundial, por otro lado, si bien con menos
‘panache’ que él) es incuestionable que el pueblo británico votó,
engañado o autoengañado, por salir de la Unión Europea hace
más de dos años y que los que se oponen a ello no han logrado
coaligarse durante este tiempo para impulsar un nueva consulta
que pudiera revertir la anterior. Si el acuerdo que Theresa May
fraguó laboriosamente con Bruselas fue dinamitado por el propio
Parlamento británico, ¿por qué no es la salida sin acuerdo la
solución que caiga por su propio peso? Tiene razón Johnson: por
el bien de todos, el Brexit ha de producirse ya. Con o sin acuerdo.
Con o sin
TADEU
ESTE Gobierno está lejos de
aportar a la sociedad y al teji-
do empresarial la mínima se-
guridad económica y jurídica
exigida. Para ejemplo, la estruendosa alarma provoca-
da por su programa medioambiental, que le ha obliga-
do en escasas horas a suprimir una de sus medidas es-
trella: la prohibición a partir de 2040 de la venta de
vehículos de combustión, tanto diésel como gasolina.
Ante la polvareda de protestas, de la mañana a la tarde
Sánchez sustituyó la rotundidad por la ambigüedad –se
debe trabajar por la penetración de vehículos de cero
emisiones–, como si no hubiese dejado claras sus inten-
ciones. ¿O es que se trata, al igual que ocurrió con el
impuesto al diésel, de otro «globo sonda»? Con tanta
confusión, este Gobierno sí que contamina.
DIÉSEL
SÁNCHEZ, QUIEN
MÁS CONTAMINA
LA INDUSTRIA cultural si-
gue dando muestras de bue-
na salud. Así, la recuperación
del mercado de la música en
España ha marcado en el primer semestre del año el
mayor incremento de ingresos desde comienzos de es-
te siglo. Y todo ha sido gracias al imparable posiciona-
miento entre los ciudadanos del streaming para escu-
char música. La cultura del todo gratis a la que la indus-
tria nos ha mal acostumbrado demasiado tiempo
comienza a desaparecer. En vez de ello, entre los usua-
rios se implanta el hábito de pagar por aquello que me-
rece la pena escuchar, ver o leer, conscientes de que es
la única manera de seguir recibiendo un servicio de ca-
lidad. Al igual que la música, la información exclusiva
y de calidad que ofrece EL MUNDO necesita al lector.
CULTURA
UNA TENDENCIA
MUY POSITIVA