EL MUNDO. JUEVES 5 DE SEPTIEMBRE DE 2019
48
DEPORTES
i
POLÍTICOS
Desde que se conoció que el cadáver
encontrado en La Peñota era el de Blanca
Fernández Ochoa, los mensajes de
condolencia llegaron desde todos los grupos
políticos: Pedro Sánchez, Pablo Casado,
Albert Rivera, Pablo Iglesias...
DEPORTISTAS
La única medallista española en unos Juegos
de Invierno fue inspiración para muchos de
los deportistas, que expresaron su pésame:
Pau Gasol, Javier Fernández, Fernando
Alonso, Marc Márquez, Sergio Ramos,
Carolina Marín, Garbiñe Muguruza...
REACCIÓN
MASIVA TRAS
EL DESENLACE
CARLOS TORO
Un halo trágico, de muerte prema-
tura, parece envolver a los Fernán-
dez Ochoa, la familia, la estirpe, la
gran historia y la mejor memoria
del esquí alpino español. Francisco,
Paquito, tenía 56 años cuando se lo
llevó el cáncer. La misma
edad que Blanca cuando la
vida, esa «pasión inútil», se
detuvo para ella. En la nu-
merosa prole de los Fernán-
dez Ochoa (ocho herma-
nos), Blanca, 13 años me-
nor que Paco, fue, mucho
más que Juan Manuel, Luis
y Lola, con quien vivía, la
heredera y mantenedora de
la gloria del campeón olím-
pico de eslalon especial (se-
gún la terminología de en-
tonces) en 1972. En la esce-
na japonesa de Sapporo.
Allá lejos, tan, tan lejos de Madrid,
de Cercedilla, del Puerto de Navace-
rrada, de la castiza Sierra de Guada-
rrama, donde Blanca se crió. Y del
Valle de Arán, donde se recrió. Tan
lejos en la geografía y las costum-
bres. Pero tan cerca ya para siempre
en la mitología del deporte español.
Blanca pertenece, como su hermano,
a esa categoría pionera de nuestro
deporte. Pero mientras que otros de
esos precursores han tenido suceso-
res que, incluso, los han superado,
los Fernández Ochoa permanecen
solitarios en su nevado olimpo.
La montaña sagrada de Blanca es-
tuvo más cerca de España que la de
su hermano. En Francia. En Al-
bertville, en aquel mágico año olím-
pico de 1992. Su medalla de bronce
en el eslalon careció de espejos ge-
melos. María José Rienda, que parti-
cipó en cinco Juegos Olímpicos
(Blanca, en cuatro), llegó a ganar
seis pruebas de la Copa del Mundo,
por cuatro de Blanca, que, además,
sumó 23 podios.
Es cierto que la granadina fue
maltratada por gravísimas lesiones.
Pero, a su vez, la madrileña conoció
una desgracia particularmente amar-
ga cuatro años antes de los Juegos
de Albertville, en los de Calgary (Ca-
nadá), en 1988. Había ganado la pri-
mera manga del eslalon gigante. En
la segunda se cayó.
El esquí fue para ella una predes-
tinación, aunque de niña tenía mie-
do a las pendientes heladas, como
esas estrellas de la natación que con-
fiesan el terror que, en su infancia,
les producía el agua. Pero se impuso
el ambiente familiar, porque Paco, el
primogénito, era Paco.
El patriarca de la familia era con-
serje en la escuela de esquí que la Fe-
deración Española tenía en Navace-
rrada. Y la matriarca, la cocinera. El
autor de estas líneas cubrió para es-
te periódico los Juegos de Albertvil-
le, en los que Blanca fue la abande-
rada, y siente de nuevo en su mano
el peso no sólo material de la meda-
lla que la esquiadora le cedió por
unos instantes. Aquella mujer estaba
serena, pero radiante. Había respon-
dido al reto familiar y a la expectati-
va nacional. El peso del ape-
llido era ahora liviano.
Colmada su carrera, Blan-
ca se retiró a los 29 años.
Cuando conquistó la meda-
lla, le faltaban dos meses pa-
ra cumplirlos. Empezó en-
tonces una vida un tanto
errática que la condujo, con-
tratada por algunas empre-
sas, a viajar dando charlas,
contando sus experiencias e
impartiendo lecciones de
coaching. Fue directora de
una compañía de eventos
llamada Golf & Win (le en-
cantaba el golf) y trabajó en una em-
presa, Star Dreams, dedicada a ase-
sorar a directivos y ejecutivos.
Dio clases de esquí en Navacerra-
da y Baqueira, regentó tiendas de de-
portes de la familia y apareció en di-
versos programas de televisión. Rea-
litys o similares como, en Antena 3,
Supervivientes y Splash, famosos al
agua. Y, en la televisión autonómica
vasca, El conquistador del Aconca-
gua y El conquistador del fin del
mundo. Últimamente trabajaba co-
mo entrenadora personal con técni-
cas de autoestimulación.
Se casó, en 1991, con Daniele Fio-
retto, seleccionador nacional, a quien
conoció con 14 años y con quien,
más adelante, intimó en las largas
concentraciones de la selección. Se
separaron en 1994. De su unión pos-
terior con David Fresneda, dueño de
una escuela de buceo en Murcia, na-
cieron sus dos hijos. En 1999 Olivia,
internacional de rugby. En 2000, Da-
vid. El matrimonio se divorció en
- El deporte español otorgó a
Blanca (1983 y 1988), el Premio Rei-
na Sofía a la Mejor Deportista Nacio-
nal. En diciembre de 1994 le fue con-
cedida la Medalla de Oro de la Real
Orden del Mérito Deportivo. Su im-
portancia en nuestro deporte es el de
una persona distinta. Única.
Una pionera
sin sucesoras
La medalla olímpica de Albertville (1992) coronó una carrera marcada
por el peso de su apellido / Tras la retirada, su vida fue una montaña rusa
Bronce en Albertville. La
primera medalla de una mujer
española en los Juegos de
Invierno. Y la única. Segunda en
la primera manga y séptima en
la segunda. Cuatro años antes
se le escapó el oro en Calgary.
4ª en la Copa del Mundo.
Logró su mejor clasificación en
la general en 1988.
Cuatro victorias en la
Copa del Mundo. En 1985
ganó el eslalon gigante en Vail.
En 1987, el eslalon en Sestriere.
En 1990, el eslalon, en Morzine.
En 1991, en Austria.
SUS ÉXITOS
Blanca Fernández Ochoa, en el podio del Campeonato de España de 1992. C. PRESS
Blanca, con la medalla de Albertville. KOTE / EFE