ECOS 11/2019 MUNDO HISP 49 ANO
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del relato bíblico de la torre de Babel. La Real Acade-
mia Española, abrumada por ese relato en que las len-
guas se mezclan y ninguno entiende la lengua de su
compañero, querría evitar a toda costa que la historia
se repitiera.
¿Le debemos a la RAE que en los 21 países de habla
hispana y sus alrededor de 500 millones de hablan-
tes nativos nos entendamos aún sin mayores pro-
blemas? La RAE ha contribuido, sin duda, a que las
diversas fuerzas centrífugas de una lengua tan exten-
sa como el español no la despedacen. Estas fuerzas
van desde la mezcla con las lenguas aborígenes y los
lenguajes coloquiales y regionales hasta la “contami-
nación” con ese nuevo latín de nuestro tiempo que
es el inglés, entre muchas otras.
El diccionario de la RAE: cementerio y
policía de la lengua
La RAE nació en el siglo XVIII para “fijar las voces y
vocablos de la lengua castellana en su mayor propie-
dad, elegancia y pureza”. Seguía el modelo de la Ac-
cademia della Crusca italiana (1582) y la Academia
Francesa (1635), solo que la española, a diferencia de
sus modelos, publicó también un diccionario (1726).
En la cosmovisión dieciochesca, las lenguas eran algo
estático y platónico, y el castellano había alcanzado
un punto de suma perfección que era necesario fijar
en un libro.
Las sucesivas ediciones de los diccionarios de la
RAE se fueron convirtiendo, para muchos hispano-
hablantes, en la autoridad de la lengua española. Si
una palabra o expresión no estaban en el diccionario,
simplemente no existían o no debían existir. Enton-
ces se abrió un abismo entre el diccionario y el uso de
facto de la lengua española.
Uno de los problemas residía en que la Academia
tomaba como referencia el español de España y el es-
pañol culto, ni siquiera el callejero. (En este sentido,
el escritor y periodista español Alex Grijelmo se ha
referido en un artículo a su “conservadurismo tra-
dicional en todos los órdenes, su hispanocentrismo
madrileño”).
Esta postura generó sentimientos muy encon-
trados entre los hispanohablantes, sobre todo los
americanos, entre ellos algo así como un complejo
de inferioridad con respecto a la norma hispano-ma-
drileña. En los años 60, algunos escritores del boom
U
U
Una fábula
En el principio fue una
lengua, el castellano. Y el
castellano se hablaba en
la monarquía hispánica.
Hambrienta de oro y poder,
la monarquía se expandió
por latitudes muy lejanas. Llegó así a las Indias, y se
mezcló con otros pueblos, que hablaban otras len-
guas. Y esa lengua que era una, el castellano, se vio
amenazada en su unidad, y los pueblos de la monar-
quía, que cada vez eran más, corrieron el riesgo de no
entenderse unos a otros.
La Real Academia Española y
los hispanohablantes
Esta pequeña fábula se me vino a la cabeza después
de leer en la página web de la Real Academia Espa-
ñola (RAE): “...fundada en 1713... es una institución
... que tiene como misión principal velar por que los
cambios que experimente la lengua española en su
constante adaptación a las necesidades de sus hablan-
tes no quiebren la esencial unidad que mantiene en
todo el ámbito hispánico”. La fábula es una paráfrasis
hambriento/a de
, (hier) gierig nach
la latitud
, (geogr.) Breite
velar por
, wachen über
quebrar
, brechen
abrumar
, bedrücken; belasten
despedazar
, zerstückeln
la voz
, (hier) Ausdruck
la propiedad
, (hier) Adäquatheit,
Angemessenheit
dieciochesco/a
, bzgl. d. 18. Jh.
el abismo
, Abgrund; (hier) Kluft
el orden
, (hier) Kategorie
encontrado/a
, (hier) gegensätzlich
desconcertante
, verwirrend
el complejo de inferio-
ridad
, Minderwertigkeits-
komplex
España 46 659 302
Guinea Ecuatorial
1 267 689
Sahara Occidental 205 354