ECOS - 11.2019

(Dana P.) #1
58 VIAJES ECOS 11/2019

Fotos: iStock

las paredes de los desfiladeros o, expresión muy ara-
gonesa, congostos. Solo se necesitan dos cosas: tener
un casco y no sentir vértigo. Si bien todo el tramo vale
la pena, el plato fuerte es el mirador del Vero, con sus
vistas privilegiadas sobre el cañón: toda una prueba
de fuego para los que sufren de vértigo.
El parque del Guara y sus cañones, sin embargo,
aún no nos han abandonado. Nos dirigimos hacia
Asque para internarnos en más barrancos y cañones.
Nuestro objetivo es visitar algunos “abrigos” con
pinturas rupestres. Sí, “abrigo”. La palabra “abrigo” en
español también hace referencia a una cueva natural
de poca profundidad.
Nos encontramos en la margen izquierda del río
Vero, sobre un precipicio de 834 metros, en el abrigo
de Mallata. Es allí donde los pueblos agricultores y
ganaderos del Neolítico y de la Edad del Bronce de-
cidieron pintar sus enigmáticos dibujos y símbolos
esteliformes, ramiformes o cruciformes. ¿Por qué en
un lugar tan poco accesible, en una cueva dentro de
una pared cortada a pico? Incógnitas sin resolver. No
obstante, esos dibujos de Guara, situados en lugares
imposibles, parecen querer decirnos algo, quizá dar-
nos respuestas. Solo que no las entendemos.

Lecina: el pecado original
Nunca había ido a un pueblo para visitar a un árbol,
ni pensaba que esto fuera posible. Hasta que fui a
Lecina, una de las villas más tranquilas que jamás he
visitado. Ocurrió después de andar por los cañones
de Guara. Siempre se agradece dejar las alturas y el
vértigo y volver a tierra firme.
Un sendero de piedra nos conduce hasta un árbol
tan grande y frondoso que resulta imposible abar-
carlo con la mirada. De pronto, todos estamos en si-
lencio. Qué curioso, pienso. Es como si hubiéramos
entrado en una iglesia o un santuario. Pero allí solo
hay una encina. Tiene más de mil años y está viva aún.
Ahí, enfrente de nosotros. Repaso en la cabeza lo que
ha ocurrido en los últimos mil años, desde la entrada
del Cid en Valencia hasta la Guerra Civil española y
el Holocausto. Tengo ganas de hacerlo, pero algo me

el desfiladero
, Engpass; Schlucht


la pintura rupestre
, Höhlenmalerei


esteliforme
, sternförmig


ramiforme
, astförmig, zweigförmig


la pared cortada a pico
, steile, abrupte
Felswand


frondoso/a
, dicht belaubt


abarcar
, umfassen, überblicken


rugoso/a
, runzlig; rau


redimir
, befreien; (hier fig.)
erlösen


el equilibrio espacial
, räumliches Gleichge-
wicht


enmarcar
, (hier fig.) einrahmen


nutrido/a
, zahlreich, (hier) groß


contiene. Por fin, estiro con cuidado la mano y acari-
cio su corteza rugosa. Lo acaricio como si se tratara
de un elefante o una ballena. Y me siento culpable.

Al final, Aínsa
Antes de llegar a la villa medieval de Aínsa, paramos
en un pueblo abandonado. Se llama Pano. Los pue-
blos abandonados tienen el encanto de estar habita-
dos por fantasmas. Entre esos muros en ruinas, ge-
neraciones y generaciones se amaron, se soportaron
y hasta se odiaron. Para los más imaginativos, incluso
algún crimen espera aún ser descubierto y la víctima
redimida. Pero en Pano ya no quedan fantasmas. Un
millonario belga los ahuyentó a todos, tras remode-
larlo con muy dudoso gusto para convertirlo en un
hotel. El pueblo, sin embargo, aún merece una visita.
Aínsa es una villa medieval hermosa, no cabe duda.
Está en la lista de los Pueblos Más Bonitos de España.
Como un cuadro que busca el equilibrio espacial, está
perfectamente enmarcada en los Pirineos. Entramos
por el castillo de Aínsa, que data del siglo XI d. C. y
formó parte de la línea de defensa de los territorios
cristianos. Luego pasamos a su espléndida plaza Ma-
yor, rectangular y con soportales, para finalmente
visitar la iglesia parroquial de Santa María, edificio
románico iniciado en el siglo XI d. C. y finalizado en
el XII. Cuando nos vamos, vemos a lo lejos un nutri-
do grupo de turistas, mientras las golondrinas entran
y salen de sus nidos chillando sin parar. Son estas la
verdadera alma del pueblo. El resto es pasado.

La importancia de los comederos
Este verano, en
Castellón los buitres han
matado a una vaca y a
su ternero. La vaca parió
al ternero y la sangre
atrajo a los buitres. Los
ganaderos exigen más
comederos para buitres.

La iglesia románica de Santa María, en
Ainsa
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