EL MUNDO. LUNES 9 DE SEPTIEMBRE DE 2019
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OTRAS VOCES
i
HAY UNA edad géiser en la que
erupciona el mejor verano de tu vida.
Vienes de los cromos de Panini y del
fútbol; de los otros veranos cartesianos
con playa, padres y hermano; de los
últimos juegos de mesa y del Nestea.
Entonces, fium, en el mejor verano de tu
vida van apareciendo como por ensalmo
no sólo los granos sino los amigos. Las
canciones que te acompañarán toda la
existencia, los primeros amaneceres sin
dormir en el frontón, ese montón de cosas
prohibidas y nuevas, los besos que todavía
no sabes dar porque no hay tutorial que te
enseñe, todos esos momentos inolvidables
a los que volverás 20 años después. O 40.
Y aún hoy. Cuando seas un mierda que
prefiere un crucero antes que la cuadrilla.
Es el mejor verano de tu vida y acabas
de sellar con sangre una lealtad
inquebrantable: tiene que ver con un
lugar. Uno que no hace falta que sea
especialmente hermoso. Ni que tenga
playa. Ni discoteca. Ni turistas. No hay
ningún sitio como un pueblo pequeño
para recorrer el mundo entero.
El mejor verano de tu vida es en la
adolescencia de los 15. Y en los 16. Y en
los 17. Y en los 18. Luego vas creciendo y
al sexto mejor verano de tu vida te das
cuenta de que has visto a tus padres tres
horas en los últimos cinco días. De que ya
no te tratan como a una niña o un niño. Y
de que hacerse mayor, vaya, es ir haciendo
surco con incertidumbres que van a más.
Con el tiempo descubres que la felicidad
era aquel prueba-error y aquellas primeras
llaves de casa que te confiaron. Esos ratos
frente al espejo creyéndote mayor y la
bicicleta volando nocturna como la de ET.
El «déjame media hora más, mamá» y el
«Juan está por Vero». El «vamos a comer
en la peña» y, por supuesto, el «este es el
mejor verano de mi vida».
Ahora tengo un trabajo que es
exactamente el que soñaba, acabé
aquellos estudios que tanto detestaba,
conseguí una casa que terminé de pagar
(de pequeño me obsesionaba acabar
debajo de un puente), he alcanzado los 48
logrando hacer el pino, he estado en
lugares increíbles, he conocido a gente
memorable, quiero y me siento querido,
estoy viendo a mis hijos sanos y radiantes
en esa edad géiser, tengo un confortable
sillón con orejeras.
Y sin embargo.
Y sin embargo cuando llega septiembre,
pienso que –viaje a donde viaje, me gaste
la pasta que me gaste, haga lo que haga–
ya no volverá nunca jamás el mejor verano
de mi vida.
PEDRO BENDALA
7 El aeropuerto inter-
nacional Málaga-Costa
del Sol, del que él es di-
rector, cumple 100 años
en su mejor momento,
batiendo cada
año récords de
pasajeros: se
calcula que es-
te 2019 po-
drían pasar por él 20 mi-
llones de personas. Sus
modernas infraestructu-
ras y buenas conexiones
contribuyen a su éxito.
Primer siglo
de un aeropuerto
de récord
ISABEL CELAÁ
8 Hay un gran males-
tar en el sector educati-
vo por la inacción de la
ministra del ramo. Entre
sus incumplimientos
destaca la re-
forma de la ca-
rrera profesio-
nal de los do-
centes que pro-
metió hace casi un año.
Sin embargo, antes de
las elecciones ni siquie-
ra presentó un docu-
mento para negociar.
Malestar por
su inacción en
Educación
VOX
POPULI
RENÉE ZELLWEGER
7 Después de un tiem-
po alejada de la gran
pantalla, la actriz esta-
dounidense vuelve a lo
grande como protago-
nista de un biopic sobre
otro mito del cine, Judy
Garland. La película,
que ayer se exhibió en el
Festival de Toronto, es
una de las más espera-
das de la temporada. La
crítica ha destacado so-
bre todo el camaleónico
trabajo de la intérprete.
Espectacular
en la piel de
Judy Garland
CHARLES LECLERC
7 Nueve años después
del último triunfo de Fe-
rrari en Monza, el piloto
monegasco protagonizó
ayer una gran exhibi-
ción por delante de los
Mercedes. Leclerc dio
una lección de pilotaje y
de saber aguantar la
presión de todo un cam-
peón del mundo y se im-
puso en el Gran Premio
de Italia. Para desdicha
de Vettel, es el presente
y futuro de la Scuderia.
La nueva
sensación de la
Fórmula 1
SERGIO SCARIOLO
7 Con mucho trabajo y
mucho talento, el combi-
nado nacional derrotó a
Serbia, una de las favo-
ritas del Mundial, por
un contundente 81-69.
Pero también, gracias al
buen planteamiento del
seleccionador que ha lo-
grado que el equipo va-
ya de menos a más y, sin
ninguna derrota, pase
como primera de grupo
a cuartos, evitando a
EEUU hasta la final.
España vence a
Serbia y pasa
a cuartos invicta
EN PLENA
guerrilla
contra el Gran
Hermano chino,
Hong Kong
sacó ayer
una última
bala de la recámara. Del
asalto al Parlamento, el grito
en la calle, las barricadas y los
neumáticos ardiendo, la
rebelión pasó a reclamar un arma
diplomática de destrucción
masiva: la intervención de Donald
Trump. Enzarzado con su némesis
china, Xi Jinping, en un duelo
arancelario en la frontera, el
presidente estadounidense parece
la última esperanza de los
manifestantes para amarrar unas
libertades amenazadas por el
Gobierno. Miles de enmascarados
desfilaron ante el consulado de
EEUU reclamando a Trump la
«liberación». FÁTIMA RUIZ
EL APUNTE
GRÁFICO
Trump, la
última bala
en Hong Kong
KAI PFAFFENBACH / REUTERS
El mejor verano
de tu vida
Acabas de sellar una
fidelidad inquebrantable:
no hay ningún sitio como
un pueblo pequeño para
recorrer el mundo entero
LA CULPA la tuvo Yuri
Gagarin. En 1961,
cuando se dirigía a su
nave espacial Vostok
para hacer historia al
convertirse en el
primer ser humano en
viajar al espacio
exterior, paró a hacer
pis. Como no había
nada previsto, orinó
sobre la rueda del bus.
Gagarin no lo sabía,
pero acababa de
fundar una
superstición de la que
nadie querría después
apartarse. Los rusos
aseguran que desde ese
día no ha habido una
sola misión espacial
durante la Unión
Soviética y la actual
Rusia que se haya
saltado esta costumbre.
También las mujeres se
han sumado, orinando
antes en una probeta
para volcarla sobre el
neumático justo antes
de partir hacia el
espacio.
En realidad la lista
de tradiciones
‘espaciales’ es
inmensa: dejar claveles
rojos en la tumba de
Gagarin, desayunar
con champán, firmar la
puerta del hotel,
plantar un árbol o
llevar siempre un
amuleto. Los
astronautas suelen ver
una película la noche
anterior: ‘Sol blanco
del desierto’, obra de
Vladimir Motyl, que
está considerado el
primer ‘western’
soviético. Todo se
repite, pero a partir de
ahora ‘regar’ la rueda
antes de la cuenta atrás
será imposible: los
nuevos trajes
espaciales Sokol-M,
presentados el mes
pasado, no tienen
bragueta ni abertura
similar. Zvezda, la
firma aeroespacial que
ha designado los trajes,
se defiende diciendo
que posibilitar esa
‘ceremonia’ no estaba
en «las
especificaciones de
diseño».
Rusia es un país
supersticioso, donde
millones de personas
se sientan brevemente
junto a la puerta antes
de salir de viaje o
evitan estrechar la
mano en el umbral.
Pero las estrellas son
un asunto más serio,
así que ya hay
presiones para que los
‘sastrecillos’ espaciales
enmienden su error.
Claro que si ellas han
tirado de probetas, a lo
mejor son ellos los que
tienen que
actualizarse y hacer
pis por adelantado.
Imitar a Gagarin se ha
puesto más
complicado.
PATIO GLOBAL
POR XAVIER
COLÁS
MOSCÚ
Ser como
Gagarin
A SIMPLE VISTA
PEDRO
SIMÓN