El Mundo - 02.09.2019

(C. Jardin) #1

EL MUNDO. LUNES 2 DE SEPTIEMBRE DE 2019 HOJA Nº 27


P A P E L


En el momento de la
gestación del putsch,
Hitler contaba 34 años y
vivía en una pequeña
habitación alquilada que
daba a un patio interior de
un inmueble ubicado en el
número 41 de la
Thierschstrasse de
Múnich. El editor Alfred
Rosenberg y Ernst
Hanfstaengl, ambos
miembros del Partido
Nazi, estuvieron en el
origen del golpe. También
Hermann Göring. El
general Ludendorff, héroe
alemán de la Gran Guerra,
estaba al tanto de la
trama. «El momento de la
verdad ha llegado», les
dijo Hitler.
Corría el 8 de
noviembre de 1923. La
tarde-noche de aquel día
hubo comida y bebida en

abundancia en la
cervecería de autos, y un
ambiente de camaradería
que propiciaba el contacto
directo entre la élite
política y patriótica de la
capital de la cerveza. «En
Baviera no hay política sin
cerveza», escribió el
legendario periodista
catalán Eugenio Xammar,
corresponsal de La Veu de
Catalunya en la Alemania
de entreguerras. Más de
un centenar de efectivos
de las tropas de asalto de
Göring asaltaron el local.
Hitler disparó su pistola al
aire y desafió a los
mandatarios de Berlín, a
quienes definió como
«unos criminales que
están destruyendo
Alemania». Un reportero
del periódico suizo Neue
Zürcher Zeitung calificó

su discurso de «vulgar,
tosco y escandaloso».
La asonada estuvo a
punto de provocar una
crisis internacional, en la
medida que el intento de
derrocamiento del
gobierno de Berlín
violaba el Tratado de
Versalles. Pero si pudo
llevarse a cabo se debió a
la ventaja considerable
que el Partido Nazi

llevaba a sus adversarios
en cuanto a táctica y
organización. Su
dirección política, además
de especializarse en la
propaganda, había
llevado a cabo una
agresiva campaña de
reclutamiento a base de
un discurso incendiario
que martilleaba sobre el
peligro que representaban
los marxistas, los
bolcheviques y los judíos.
A ello se unía el
magnetismo de un orador
capaz de llenar
cervecerías y enardecer a
las masas en una
coyuntura en la que la
sociedad alemana había
encallado en la depresión.
Pese a ello, el putsch
fracasó y tanto Hitler
como el resto de sus
artífices acabaron siendo

procesados por alta
traición. La operación,
según King, «fue
concebida con
precipitación y su
ejecución puede
considerarse mediocre».
Aunque el golpe de la
cervecería centra la
primera parte, el capítulo
medular del libro aborda
el juicio al futuro dictador
alemán. Porque fue
precisamente en la vista
oral, rodeada de una
expectación
extraordinaria que concitó
el interés de la prensa de
todo el mundo, donde
Hitler encontró una
plataforma para convertir
el fallido intento de golpe
de Estado en una
herramienta para
colocarse en el primer
plano. Encontró vía libre
para su irrefrenable
retórica demagógica e
incendiaria, y le situó en
la senda del poder.
El juez Neithardt
presidió el tribunal, el
fiscal Ehard asumió el
peso de la acusación y el
abogado Lorenz Roder
ejerció la defensa de
Hitler. «El juicio tuvo
tantas irregularidades
judiciales que podría
considerarse una comedia
si los resultados no
hubieran sido tan
trágicos», sostiene King.
«El proceso le dio una
segunda oportunidad a
quien luego se convirtió
en Führer. Casi se suicida
después del desastre del
golpe de la cervecería,
pero se presentó ante el
tribunal como un héroe
nacional que defendía a
Alemania de la opresión.
Y la audiencia quedó
encandilada».
Tras el juicio, Hitler
cumplió sólo nueve meses
de los cinco años a los
que había sido
condenado. Ocupó la
celda número 7 del penal
de Landsberg. Recibió un
trato preferencial y
aprovechó el trance para
pergeñar Mi lucha, el
panfleto iniciático de la
infamia nacional-
socialista. «El delito de
alta traición es el único
cuyo verdadero castigo es
el fracaso», le espetó al
fiscal. Para entonces ya
tenía allanado el camino
hacia el poder.

Autor de varios
‘best seller’ de
ensayo histórico,
David King está
reconocido como
un consumado
especialista en la
Historia contempo-
ránea de Europa.
En ‘El juicio de
Adolf Hitler’,
resultado de cuatro
años de investiga-
ción, aborda el
proceso que
pavimentó el paso
del líder del Partido
Nazi al poder a
través de fuentes
inéditas. Por
ejemplo, varios
cuestionarios
realizados a
miembros de las
tropas de asalto
que perpetraron el
‘putsch’ o el relato
de la mujer que
escondió a Hitler
en su ático cuando
éste huía de la
policía. El autor
también recurre a
varios centenares
de documentos de
la prisión de
Landsberg, donde
estuvo recluido el
genocida alemán,
incluida una
memoria manuscri-
ta no publicada del
carcelero de Hitler.
A ello se suma el
rastreo de las más
de 3.000 páginas
de la transcripción
del juicio que
marcó el futuro no
sólo de Alemania
sino del mundo,
junto a los archivos
policiales de la
ciudad de Múnich,
los documentos de
los diferentes
abogados y la
“correspondencia
del odio” que
recibieron los
fiscales por
atreverse a sentar
a Hitler en el
banquillo por alta
traición. Sin duda,
el punto de infle-
xión que marcó el
siglo XX.

CUATRO AÑOS
PARA UNA
EXHAUSTIVA
INVESTIGACIÓN

EL JUICIO


QUE


CAMBIÓ


LA


HISTORIA


Historia. “Hitler abandonó la sala como un enemigo mucho más


poderoso que cuando entró. El juicio fue una catástrofe”. La


asonada de 1923 que llevó al líder nazi a la cárcel parecía el final


de una carrera política. Todos le daban por muerto, pero aquel


proceso supuso en realidad el inicio de la conquista del poder


EL CAMINO


DEL BANQUI-


LLO A LA


CANCILLERÍA


E N P O R T A D A

“HITLER CASI SE


SUICIDA DESPUÉS


DEL DESASTRE DEL


GOLPE, PERO SE


PRESENTÓ ANTE EL


TRIBUNAL COMO UN


HÉROE NACIONAL”

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