El Mundo - 02.09.2019

(C. Jardin) #1

P A P E L


HOJA Nº (^32) LUNES 2 DE SEPTIEMBRE DE 2019EL MUNDO.
V I A J E S
junio 1986 contra
Inglaterra. Las numerosas
motos gambetean por todas
partes en una versión
motorizada de los eternos
eslálones del Pelusa. Hasta
las hinchadas panzas de los
napolitanos encorsetadas
en una camiseta manchada
de grasa de la talla XS
evocan a la grandeza de
Maradona. Y la lluvia, sucia
y de agua turbia, ofrecen
una imagen todavía más
decadente e imperfecta de
la ciudad, como el Diego
Armando actual.
La búsqueda del astro
argentino es una tarea
sencilla. Maradó aquí y allá.
Nápoles está entregada al
fútbol, al Napoli, a San
Paolo y, sobre todo, al Diego.
Los puestos de mercadillo
en la plaza venden todo tipo
de productos con
referencias al Pelusa. Los
kioskos muestran banderas,
bufandas y camisetas de la
misma autenticidad que las
de los vendedores
ambulantes con la cara del
joven Maradona, aquel que
enamoró a toda la sociedad
napolitana y cuyo espíritu
aún vive en toda la ciudad.
Imanes, menaje del hogar,
figuritas más o menos
conseguidas. Maradona,
Maradona. Maradona en
todas partes.
La religión también está
muy presente en la ciudad.
En el trayecto desde
cualquier punto de la ciudad
La huella del Diego en
Nápoles es imborrable.
Han pasado alrededor de
30 años desde que Diego
Armando Maradona, que
para muchos aún sigue
siendo inalcanzable dentro
de la cancha, abandonara
la ciudad; sin embargo, allí
todo recuerda a él. No se
puede entender Nápoles
sin Maradona.
La cabeza de marlín de la
Pescheria Alberto,
esquinada entre la Via
Pasquale Scura y Via
Pignasecca, apunta al cielo
como la mano de
Maradona aquel 22 de
hasta el bar Nilo, lugar de
culto maradoniano, hay
multitud de capillas y
pequeños altares dedicados
a todos los santos y
vírgenes. A Maradona
también le corresponde una
parte de ese amor por los
seres superiores. Toda la
grandeza del Diego en una
pequeñísima y recargada
cafetería.
La fachada exterior del
bar está presidida por una
pizarra que simula un
campo de césped con un
once del Napoli dispuesto
sobre él y una fotografía de
Gonzalo Higuaín siendo
succionado por la fuerza
centrífuga de un retrete. Al
otro lado de la entrada otro
recado a la Juventus:
Maradona alza la
Supercopa de 1990 que el
Napoli le ganó a los
juventinos en San Paolo
con un clamoroso 5-1. La
manita alla Juve, dicen
orgullosos. Debajo del
póster de la efeméride
aparece por primera vez,
pegada con cinta aislante al
cristal, una fotografía del
Maradona decrépito y sin
remedio de la actualidad.
Lo verdaderamente
interesante está dentro del
establecimiento. En la
estrecha pared de la
derecha, nada más cruzar el
umbral, se alza el altar
dedicado a Maradona. Justo
al lado de la barra, justo
debajo de un aire
acondicionado. Ocupando el
único espacio libre que
queda en la recargada
cafetería, en la que abundan
referencias al Napoli, al
Diego y a Marek Hamsik, el
único jugador moderno que
ha conseguido escalar hasta
los escalafones más altos de
la jerarquía deportiva
partenopea.
Los propietarios no
pierden ripio de quién
viene a tomar un cafelito o
quien viene a husmear.
Estos últimos deben pagar
para poder ver de cerca lo
única atracción del bar. Un
cartel lo recuerda; pero por
si no fuera suficiente los
propietarios clavan su
mirada prepotente,
totalmente mudos. Una vez
han cobrado sonríen.
El altar a Maradona es
bicolor: blanco y celeste.
Los colores de Argentina y
el Napoli. Varios santos
ejercen de comitiva a una
fotografía central del Diego
visiblemente descolorida.
Un cuadro anuncia que los
pelos rizados que contiene
son de Diego Armando
Maradona, aunque no hay
nada que puedo acreditarlo.
Un rosario, un llavero de
Evita Perón, otra foto
pequeña de Maradona con
los pulgares alzados y una
pequeñísima ampolla con
lágrimas napolitanas
recogidas en 1991
completan el principal
tributo del bar Nilo a San
Diego. Orbitando alrededor
del altar hay más
referencias. Destaca un
montaje simulando La
creación de Adán en el que
Maradona, interpretando el
papel Dios en la Tierra con
sonrisa socarrona, acerca
un balón sin demasiado
interés al Dios divino en lo
que se supone la creación
del calcio. «Y Dios creó el
fútbol... luego llamó a
Diego y le dijo: ‘enséñalo’».
El fervor por el Pelusa no
solamente se expresa con
devoción religiosa. Por toda
Nápoles hay murales y
frescos dedicados a
Maradó. El artista San
Spiga ha ido dejando por
toda la ciudad algunos de
los momentos más icónicos.
Es imposible detallar qué
pared concreta ocupan;
simplemente están ahí,
recordando lo feliz que fue
la ciudad gracias al Pelusa.
Ante la duda, los
napolitanos tienen como
referencia el Mural de
Maradona de 1990, en lo
más alto del Quartieri
Spagnoli. Un Maradona
gigantesco y renovado
ocupa la fachada de un
edificio desvencijado.
Pintado a mano, de forma
artesanal. Tampoco se
parece mucho a Maradona.
Pero es él. Nadie podía ser
tan grande.
Locos por el Diego.
Murales, grafitis,
souvenirs y hasta
altares de adoración
casi religiosa
recuerdan la figura
del astro argentino,
ídolo del equipo de
fútbol local en los 80
MARADONA,
UN ‘DIOS’
OMNIPRE-
SENTE EN
NÁPOLES
POR HECTOR
FARRÉS NAPOLÉS


Un mural gigante con la cara de Maradona y la leyenda ‘Dios humano’ decora la fachada de un edificio en el barrio de San Giovanni a Teduccio de Nápoles. MARCO CANTILE


Un grafiti celebra la ‘mano de Dios’ de Maradona en un barrio de Nápoles. ALESSIO PADUNAO | GETTY


UN ALTAR EN EL


BAR NILO CONSERVA


LLAVEROS, FOTOS,


ROSARIOS Y HASTA


SUPUESTOS RIZOS


DE LA CABEZA DEL


MÍTICO ‘PELUSA’

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