El Mundo - 21.08.2019

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EL MUNDO. MIÉRCOLES 21 DE AGOSTO DE 2019
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OPINIÓN i


LAS COMUNIDADES con partidos na-
cionalistas fueron las primeras en vivir la
experiencia de los gobiernos de coalición
en estos años de democracia. País Vasco,
Galicia y Cataluña, en la España del bi-
partidismo, experimentaron antes las
consecuencias de la aritmética electoral
cuando son más de dos los que suman.
Todos esos gobiernos de gestión compar-
tida tuvieron un denominador común, el
PSOE. Los socialistas Fernando Gonzá-
lez Laxe y Emilio Pérez Touriño presidie-
ron la Xunta con el apoyo de los naciona-
listas gallegos. José Antonio Ardanza fue
muchos años lehendakari con consejeros
del PSE en su ejecutivo. Y Pasqual Mara-
gall y José Montilla estuvieron siete años
al frente de la Generalitat con ERC (có-
mo olvidar a Carod-Rovira) e Iniciativa
per Catalunya en su gabinete. Tripartito
le llamamos, tan poco acostumbrados co-
mo estábamos a los gobiernos de coali-
ción. Fueron experiencias, en general, po-
co exitosas. Y las consecuencias de la ca-
talana, lo que arrastró aquel Pacto del
Tinell, dan miedo.

Eran otros tiempos. Tras el acuerdo en
La Rioja y la investidura en Madrid, Espa-
ña está coaligada hoy en trece de sus co-
munidades autónomas. En ocho de los
pactos participa el PSOE, que recibe o da
apoyos a partidos regionalistas, nacionalis-
tas e, incluso, se ha dejado querer por los
herederos de ETA para gobernar Navarra.
En Ceuta se ha abstenido para que el PP
sume sin Vox y en Melilla ha dado su voto

para hacer presidente al único parlamen-
tario de Ciudadanos.
Experiencia, pasada y reciente, le sobra
al socialismo español. ¿A qué espera Sán-
chez? La nueva propuesta de coalición pre-
sentada por Iglesias, con su exigencia de
cargos siempre por delante, es inasumible
para el PSOE. Pero es una propuesta y, co-

mo tal, Podemos está en su derecho de es-
tirarla hasta donde sus planteamientos pro-
gramáticos le lleven. Solo se puede llegar a
un acuerdo de mínimos, con Podemos o
quien haga falta, cuando se ha hecho un
planteamiento de máximos. Que se lo pre-
gunten a Vox, que quería comprometer con
una nueva Reconquista a todo aquel que
demandara su apoyo para gobernar. Tal va-
riedad ideológica en las administraciones

que gestionan los miles de millones del Es-
tado se puede interpretar como un proble-
ma, pero también como una virtud. Y ya se
sabe qué hay que hacer de la necesidad. Es-
paña es hoy eso, una gran coalición de inte-
reses y sentimientos diversos pero conver-
gentes. Unas nuevas elecciones solo van a
servir para recordárnoslo.

POR OTRA PARTE


ENTRE los diez problemas que más ago-
bian a los españoles, los políticos ocupa-
ron durante muchos años el tercer lugar.
En las últimas encuestas han escalado ya
el segundo puesto. Existen para resolver
los problemas de la ciudadanía. Se han
convertido, ellos mismos, en el problema
más importante después del paro.
Ortega y Gasset, primera inteligencia
del siglo XX español, escribió en La rebe-
lión de las masas: «La obra intelectual as-
pira, con frecuencia en vano, a aclarar un
poco las cosas, mientras que la del políti-
co suele consistir, por el contrario, en con-
fundirlas más». El pueblo español decidió
en las elecciones del 28-A dos fórmulas
para la gobernanza de España. La prime-
ra no podía estar más clara: alianza PSOE
y Ciudadanos, con 180 escaños. Ambos
partidos habían firmado tres años atrás
un acuerdo de 150 puntos programáticos.
El partido de Rivera apoyó a la vez a Díaz,
del PSOE, en Andalucía y a Cifuentes, del
PP, en Madrid. Solo los personalismos es-
tériles han impedido que la decisión de
los electores haya ido adelante.

La segunda fórmula viable consistía en
la alianza entre PSOE y Podemos con la
suma de algunas agrupaciones secesio-
nistas. Se trataba de un Frente Popular,
sin las connotaciones de 1936. De nuevo
los personalismos esterilizaron la solu-
ción. Sánchez no quería ver a Iglesias en
el Consejo de Ministros, porque sabe que
el líder podemita se lo comería crudo.
Han transcurrido cuatro meses y, con

grave deterioro para la estabilidad es-
pañola y derroche del dinero público,
los políticos mantienen la incertidum-
bre y no descartan que los ciudadanos
retornen a las urnas. La idea de mi inol-
vidado amigo Salvador de Madariaga
de que el político es un hombre de ac-
ción y se debe a lo útil, mientras que el

intelectual es un hombre de pensa-
miento y se debe a lo verdadero, ha si-
do descuartizada por los líderes de los
partidos españoles. Lo útil para nues-
tros políticos, salvo raras excepciones,
es el beneficio partidista o personal y
no el interés general. Los partidos se
han convertido además en agencias de
colocación para enchufar a parientes,
amiguetes y paniaguados.

¿Es que nuestra clase política no enro-
jecerá de vergüenza? Entre las ciencias
más nobles cultivadas por el hombre, se
encuentra la política. Es necesario libe-
rarla cuanto antes del albañal en que es-
tá sumergida.

Luis María Anson, de la Real Academia Española.

CANELA FINA


LUIS MARÍA
ANSON

Los políticos,


de vergüenza


Diversos pero


convergentes
RAFAEL MOYANO

HACE algunos años visitamos el glaciar de
Athabasca, en las Montañas Rocosas de
Canadá. Es uno de los glaciares más fáciles
de ver porque está al lado de la ruta 93,
conocida como «la carretera de los campos
de hielo». Hay un estupendo centro de
interpretación desde donde se ve la lengua
del glaciar a unos dos kilómetros de
distancia. El hielo retrocede entre 10 y 25
metros cada verano, según un folleto de
Geovistas. En 1844, cuando la Pequeña Edad
de Hielo alcanzó su clímax y el planeta
empezó a calentarse, el hielo llegaba hasta el
borde de la carretera.
El Athabasca es uno de los glaciares que
están muriendo en el mundo. La semana
pasada se celebró el funeral del Okjökull, «el
primer glaciar islandés que desaparece en
tiempos del cambio climático», dijo la primera
ministra de Islandia, Katrín Jakobsdóttir. El Ok
vivió 700 años a la orilla de un volcán.
Setecientos años –toda una vida para un
glaciar–, pero no una eternidad como algunos
quisieran hacernos creer.
Una de las cosas que más me llamó la
atención en Athabasca fue que el guía dejó
caer al final de la visita, como si no tuviera
importancia, que al retirarse el hielo habían
quedado al descubierto flechas, cestos,
cacharros y diversos utensilios. Eso significa
que ahí hubo humanos y, si no murieron en el
lugar, abandonaron sus pertenencias y

emigraron rápidamente. Descubrimientos
similares se han registrado al derretirse
glaciares noruegos, suizos (ahí está Ötzi, el
hombre de Similaun) y otros canadienses,
como el formidable hallazgo de un hombre
congelado muchísimo más al norte de
Athabasca, en 1999, que fue bautizado como
Kwäday Dän Ts’ìnchi en lengua tutchone (su
traducción sería «la persona de hace mucho
tiempo encontrada»).
Esta evidencia indicaría que la Humanidad
ha vivido en el pasado en un planeta más
caluroso que el que conocíamos. Por lo menos,
los glaciares eran menos espléndidos. Su
derretimiento ha dado paso a una disciplina, la
Arqueología Glaciar, término acuñado por
Oddmundn Fabregd en 1968, cuando el
calentamiento no atraía tanta polémica como
ahora. Se estima que la Pequeña Edad de
Hielo supuso un enfriamiento de un grado
celsius y puso fin al llamado Cálido Medieval,
un periodo de calentamiento terrestre entre los
años 800 al 1300.
El Grupo Intergubernamental de Expertos
sobre el Cambio Climático criticó el uso de los
términos Cálido Medieval o Pequeña Edad de
Hielo en 2001 por ser poco descriptivos. Pero
los hallazgos de la arqueología glacial han
incrementado nuestro conocimiento de la vida
humana en los extremos del mundo físico.

Muerte de


un glaciar


Esta evidencia indicaría
que la Humanidad ha
vivido en el pasado en
un planeta más caluroso
que el que conocíamos

AJUSTE
DE CUENTAS

JOHN
MÜLLER

BREVE, confuso
y violento;
oscuro,
competitivo y un
poco sórdido.
Conozco la fea
fama del Rocío
(a la izquierda, el Rocío Chico), pero
¿por qué habría de parecerme mal si
recuerda tanto a la experiencia de ser
hombre y salir de noche a los 17
años? Quedábamos después de
cenar como quintos que van a la
guerra, hermanados y desafiantes a
las mil amenazas que esperaban: las
peleas, las intoxicaciones, las
traiciones, la transgresión de los
códigos y su castigo, los primeros
cantos de la locura y la
autodestrucción... Y todo en la
esperanza de un inciertísimo
momento de claridad y dulzura, de
unos segundos de intimidad, cogidos
de la mano de la Blanca Paloma. Hoy
dudo mucho de que aquella religión
fuese alegre o sabia, pero era la
nuestra. LUIS ALEMANY

EL APUNTE
GRÁFICO

Breve,
confuso y
violento

CRISTINA QUICLER / AFP
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