El Mundo - 13.08.2019

(Grace) #1

D E V E R A N O


EL MUNDO. MARTES 13

HOJA Nº (^18) AGOSTO DE 2019 E N P O R TA DA
POR JAVIER
CID MADRID
ILUSTRACIONES: D. SÁNCHEZ
Hace algunos días, para
jalear este verano que no
cesa, la prensa de
frivolidades venía a referirse
al fin de semana de soltero
de Santiago Abascal. Libre
de cargas y gravámenes
familiares por unas horas, el
líder supremo de Vox ejerció
de rodríguez con todos los
rigores del españolismo:
trajinándose un chuletón de
añojo con el ánimo de un
general de infantería. Bien
pensado, Abascal encarna
como nadie –del latín
incarnare– el espécimen de
macho alfa, de hombre
atribulado por mil
testosteronas, de semental
aún por desbravar, como un
don Pelayo de Amurrio
nacido para hacer patria sin
depilar. Y al que se le
presupone, aunque todo esto
es mera especulación,
puritita fantasía, muy poca
maña en la esfera
doméstica. Pues nada hay
más absurdo que Santiago
friendo un huevo.
Es precisamente este tipo
de hombre el que le cosió los
mimbres al fenómeno de los
rodríguez.
Séase: aquel españolito
medio que ni fu ni fa, ni todo
lo contrario, que aprovechaba
la ausencia de la parienta
para desfogar bragueta al
runrún de las suecas
descocadas. Según los
historiadores de esta joya
nuestra que es España, el
término se acuñó por primera
vez en 1965, en la película El
cálido verano del Sr.
Rodríguez, donde José Luis
López Vázquez encarnaba a
un apocado oficinista que,
tras la marcha vacacional de
su señora e hijos, se propone
exprimirle los zumos al
tórrido agosto con su
bigotazo ibérico y su sex-
appeal de Chamberí. Sirva,
pues, el fenómeno del
rodriguismo como
termómetro social del país.
Salvadas las distancias
entre López Vázquez y
Abascal, ¿cuánto queda de
aquellos rodríguez
primigenios? ¿Todos tenemos
un pedacito de López
Vázquez clavado en el
tuétano, en la entraña misma
de la memoria histórica, o
desde que firmamos el
Acuerdo de Schengen y
entramos en la OTAN los
rodríguez ya son pleistoceno?
Con la emancipación de la
mujer o el matrimonio
igualitario, dos de los
puntales de la modernización
nacional, era de esperar que
el fenómeno de los rodríguez
se diversificase. O, al menos,
que le puliese las aristas a su
machismo fundacional. Y sí,
pero no. «Supongo que
Tinder [aplicación para ligar]
es el nuevo agosto», reconoce
Bob Pop, escritor, vedette y
animal televisivo. «De aquel
José Luis López Vázquez
aún resisten algunos señores
que no le pillaron la ironía a
la caricatura del macho
ibérico, y que se atreven a
criticar las axilas de las
señoras. Antes se rascaban
los huevos con el palillo que
habían tenido entre los
dientes; ahora tuitean».
José Luis Serrano, escritor,
a la vez que gay, a la vez que
casado, recuerda
perfectamente aquel
prototipo de varón: «Tenía
nombre y apellido, presumía
de saber jugar al tenis,
siempre con sus
pantaloncitos blancos, dando
raquetazos en polideportivos
de pueblo en verano,
haciendo tremendos
esfuerzos por parecer
moderno cuando llegaban las
hijas de los emigrados a
Francia o Alemania. Hoy no
necesita esperar a que
vengan las suecas, pues coge
un Ryanair y va él a
buscarlas. Incluso ha
aprendido a hablar inglés en
algún máster».
¿Y qué opinan las mujeres?
Clara Obligado, escritora y
profesora de Escritura
Creativa, acaba de publicar
La biblioteca de agua, y lo ve
así: «En cuanto a las películas
del destape, que siempre me
han hecho mucha gracia, no
me puedo imaginar a mí
misma persiguiendo a
jovencitos en un hotel de
Marbella, jovencitos rubios,
teutones, ingenuotes.
Objetos, bah, de un apetito
que no está satisfecho en
casa. Si se invierte el género
de una situación y nos parece
ridícula, es que lo es».
Tal vez al hilo del #MeToo,
que ha trepado por la agenda
como una enredadera, a la
iconografía de esposa
devotísima y madre
entregada se le rasgaron
algunas costuras. No han
sido pocas las mujeres que se
han atrevido a poner en duda
las bondades de la crianza,
reconociendo el lastre que a
ratos supone tener hijos y
destrozando aquella
pedagogía de la maternidad
como el clímax vital de
cualquier señorita. De ahí
que algunas mujeres hayan
adoptado la postura de
rodríguez como un bálsamo
fabuloso. Un chollo genial:
«Yo tengo una buena pareja»,
reconoce Clara Obligado.
«Pero si se va, disfruto. Me
gusta la cama solo para mí, el
silencio, el desorden de no
tener que pactar y compartir.
Y si hay hijos, a todas nos
gusta que se los lleven de
casa. La pareja, en realidad,
es un invento bastante contra
natura, pues dormir siempre
con la misma persona no deja
de ser un poco estrafalario».
Si atendemos a la
sociología, el concepto de
rodríguez tiene sin embargo
algo de novedoso, de pionero.
Por primera vez, ayudó a
poner el acento en cómo ha
cambiado la figura del
hombre en el último medio
siglo. «Tradicionalmente
venimos atendiendo a los
cambios en el ámbito
femenino, y gracias a los
rodríguez hemos podido
poner el énfasis en ellos»,
explica Luis Ayuso, profesor
titular de Sociología de la
Universidad de Málaga y
especialista en sociología de
la familia. «El rodríguez era
una caricatura sobre la falta
de habilidades del hombre en
el hogar, que era un espacio
dominado por la mujer. Y es
un espejo perfecto para
entender cómo ha
evolucionado la figura
masculina estas cinco
décadas».
Lo de Abascal friendo un
huevo, para entendernos.
Y como medio siglo da
para darle mil vueltas a mil
tortillas, el cambio ha sido
como un perdigonazo en las
posaderas de López
Vázquez. «Los hombres»,
explica Ayuso, «están mucho
más adoptados al hogar. Son
más autónomos, saben
cocinar, incluso se encargan
de los cuidados de los
niños». Que los españoles
cambian pañales, pues, es un
hito de la Humanidad sin
paliativos. Pero no
debiéramos lanzar
demasiadas campanas al
vuelo. «Las tareas
domésticas son hoy mucho
más sencillas que en 1965»,
reconoce Ayuso. «Cocinar, a
veces, no es más que meter
un plato en el microondas. Y
para fregar usamos el
lavaplatos. Y además están


MO


DERN


FAMI


LY


EL OTRO


RODRI-


GUISMO


Nuevo modelos familiares.


Mujeres trabajadoras, hombres


que hacen tareas domésticas y


parejas gais transforman el


término acuñado en 1965 en una


película de López Vázquez

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