El Mundo - 13.08.2019

(Grace) #1
EL MUNDO. MARTES 13
AGOSTO DE 2019

D E V E R A N O


E N P O R TA DA HOJA 19


esos robots aspiradores que
limpian solos».
Tanto hemos cambiado,
pero tanto, que las
bravuconadas de los
rodríguez se han tenido que
adaptar a los aires
fresquísimos que nos trajo el
siglo XXI. Los gais y las
mujeres se subieron al carro
del disfrute sin ataduras
familiares, pero en este
rompecabezas que es la
familia moderna el abanico
se ha abierto hasta lo
imposible. Atentos.
Érase una vez Alejandro,
anclado en una relación gay
al uso hasta que un día
cualquiera, pues con las
cosas de la pasión nunca se
sabe, la pareja decidió
integrar a un tercer miembro.
Hoy, los tres conviven bajo el
mismo techo en un trinomio,
también llamado poliamor.
La pregunta es inocente, pero
obligada: ¿En esta revolución
de alcoba, cómo se conjuga el
rodriguismo? Cabría pensar
que tantas piezas tienen
difícil encaje en el mismo
puzzle. Que en la exótica
rutina de estos tres caballeros
todo es sexo, drogas y rock &
roll. Y, sin embargo, en los
trasuntos del poliamor la vida
es más mundana de lo que
parece. Menuda decepción.
«Los tres nos repartimos
las tareas de casa», explica
Alejandro. Esto, de entrada,
elimina las habituales
diferencias entre hombre y
mujer. «Rotamos en las

labores domésticas en
función de quién tenga más
tiempo libre, y la paternidad,
de momento, no nos ha
llamado. Mis dos maridos
comparten profesión y
trabajan los fines de
semana, así que yo suelo
ejercer de rodríguez muy a
menudo. Paseo con el perro,
aprovecho para ir a ver a mi
madre, disfruto del ratito de
silencio que hay en casa... y
poco más».

Confirmado, pues, que ya
ni en los trinomios hay
carnaza que llevarnos al
diente, tal vez sea momento
de cambiarle el nombre a
todos los rodríguez que en
España han sido. «Yo lo
llamaría paréntesis de
soledad amortiguada»,
confiesa Bob Pop, que
reconoce que hoy se da otro
tipo de machismo más
sofisticado: «El padre que
hace horas extra en la oficina
pues prefiere llegar a casa
cuando los niños ya están
bañados y cenados».
Ayuso, pues, sube la
apuesta y asegura que el
concepto antediluviano de
rodríguez carece de sentido
en los meandros del siglo
XXI. «Tuvo su razón de ser a
finales de los 50 y principios
de los 60, cuando la dictadura
estaba sustentada por el
modelo de familia parsoniano
(basada en el sociólogo
Talcott Parsons), patriarcal,
machista, donde el varón
trabajaba fuera de casa, se
partía la cara por ganar
dinero y volvía al paraíso
hogareño, donde la mujer le
recibía con la sonrisa y la
cena puestas. Hoy nada de
eso tiene sentido, porque todo
en la pareja se pacta; el
tiempo libre de cada uno, las
escapadas, la división de
tareas, etc.».
De toda esta coctelera de
maridos cocinillas, malas
madres contra supermadres,
gays, no gais, trinomios y
poliamores, lo único cierto es
que lo que ayer era corriente
hoy es prehistoria. A la
velocidad que cambian las
alcobas, cabría preguntarse,
pues, cómo seremos dentro
de otro medio siglo. Las
prospecciones de la
sociología nos dan algunas
pistas. «Viviremos más años,
y eso dará lugar a parejas que
lleven 80 años juntos», dice
Ayuso. «Tendremos menos
hijos, así que habrá menos
nietos a los que cuidar.
También aparecerá una
figura que no está en nuestro
imaginario colectivo: el
abuelito o la abuelita
divorciados. Y cada vez serán
más frecuentes los living
apart together, eso es, las
parejas estables que prefieren
vivir separados para
mantener su independencia
espacial y económica».
Y López Vázquez, pobre
truhán, revolviéndose desde
la tumba.

“ME GUSTA LA


CAMA SÓLO PARA


MÍ, EL SILENCIO,


EL DESORDEN DE


NO TENER QUE


COMPARTIR”, DICE


CLARA OBLIGADO

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