El Mundo - 02.08.2019

(Jacob Rumans) #1

EL MUNDO. VIERNES 2 DE AGOSTO DE 2019
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OTRAS VOCES
i


OBITUARIOS


DAVID JIMÉNEZ-BLANCO^
Gonzalo Jiménez-Blanco nos dejó
el pasado sábado 27 de julio, ro-
deado de su familia y reconfortado
por su fe. Desde ese momento, no
han dejado de acumularse tributos
a su vida, a su carácter y a su hom-
bría de bien. Homenajes todos
ellos merecidos. Voy a tratar de
unirme ahora humildemente a esa
lista que, sin duda, crecerá en los
próximos días, e intentaré no repe-
tir cosas tan maravillosas como las
que muchos otros han dicho ya.
Es muy fácil encontrar cosas
buenas que decir sobre Gonzalo,
su vida y su legado. Lo cierto es
que, en el momento de escribir
estas líneas, hace apenas 100 ho-
ras de su marcha. Creo que solo
ahora estamos empezando a atis-
bar la magnitud del vacío que su
muerte nos ha creado. A pesar de
que su larga enfermedad debería
habernos preparado a todos para
el momento que inevitablemente
se acercaba, hemos descubierto
abruptamente que nada nos pre-
para realmente para el día des-
pués. Hombre de profunda reli-

giosidad, Gonzalo se habrá reuni-
do ya con su padre, Antonio, que
nos dejó hace ahora cinco años
sin conocer la enfermedad de su
hijo, pero intuyéndola tal vez. Co-
mo su padre, Gonzalo fue siem-
pre una gran persona y un cristia-
no sincero del mejor tipo posible:
aquel que, sencillamente, vive su
fe sin aspavientos y sin tratar de
juzgar a otros ni de influir en
ellos mediante sermones, sino
simplemente con su constante
ejemplo de bondad, sabiduría y
calma ante la adversidad.
A los demás nos toca ahora es-
tar separados de ellos unos años.
Hasta que todos volvamos a reu-
nirnos. Se nos va a hacer duro se-
guir el camino solos. A su mujer y
a sus hijos, a su madre y a sus
hermanos. Y es que Gonzalo se
nos ha ido, en las palabras de
Dante, «a mitad del camino de
nuestra vida». Perderle supone,
para todos los que le rodeamos,
bajar un peldaño en nuestra exis-
tencia, un peldaño sin vuelta atrás
que nunca volveremos a subir otra
vez. Si en muchas vidas se ascien-
de personal y profesionalmente
hasta un cierto momento, a partir
del cual se empieza a descender,
Gonzalo se ha ido en lo más alto.
Ni siquiera los últimos años de en-
fermedad lograron doblegar su

carácter; aun al contrario, lo hicie-
ron crecer y fortalecerse.
Dante miró a la antigüedad clá-
sica para encontrar un guía, Virgi-
lio, que le llevara por los tres rei-
nos del más allá. Hagamos noso-
tros ahora lo mismo recurriendo a
otro poeta, en este caso del Rena-
cimiento español, para reflexionar
sobre las tres vidas de Gonzalo. En
sus breves 57 años entre nosotros,
lo que Jorge Manrique llama la vi-

da «terrenal, perecedera», Gonza-
lo logró dejar una huella más pro-
funda en todos los que tuvieron la
suerte de conocerle que lo que la
mayoría de la gente logra en vidas
mucho más largas. Ojalá los de-
más podamos irnos, cuando nos
toque, con los deberes tan bien he-
chos como él los ha dejado. Fami-
lia, amigos, compañeros de traba-
jo, sus lázaros de cuerpo y alma
Diego Andrade y don Borja de

Léon. Los jóvenes a los que formó
y aconsejó nos inundan estos días
con sus testimonios de gratitud y
de admiración. Acaba ahora de co-
menzar su nueva vida, la «eternal
y verdadera» (siguiendo con el
poeta de Segura de la Sierra), y to-
dos estamos convencidos de que
en ella gozará, junto a su padre, el
premio conseguido gracias a su
permanente esfuerzo por ayudar y
alegrar a los demás.
Pero, además, Manrique señala
certeramente la importancia de la
«tercera vida» de aquellos que han
vivido buenas, esforzadas y fructí-
feras existencias (y la de Gonzalo
ha sido las tres cosas): es la vida
de la reputación póstuma, la de
«la fama gloriosa» y el honor. La
vida en el recuerdo de los que
quedan atrás. Sin duda, ésta últi-
ma va a ser, ya lo está siendo, muy
bonita y muy rica para Gonzalo.
Él vive en nuestro recuerdo.
Al final de su bien conocida car-
ta a los Corintios, San Pablo nos di-
ce, mostrando sus profundas raíces
platónicas, al comparar nuestra vi-
da terrenal con la vida eterna que
nos espera, que «ahora vemos co-
mo en un mal espejo, veladamente,
pero entonces veremos cara a cara;
ahora conozco en parte, pero en-
tonces conoceré plenamente».
Gonzalo ya ve plenamente, pero
también nosotros empezamos solo
ahora a ver el enorme vacío que él
ha dejado. Descanse en paz.

Gonzalo Jiménez-Blanco Carrillo de
Albornoz, abogado, nació el 8 de ma-
yo de 1962 en Granada y murió el 27
de julio de 2019 en Madrid.

La vida


bien vivida


Ejerció de abogado


del Estado en el


Ministerio de Industria y ocupó cargos de relevancia en


la Comisión Nacional del Mercado de Valores y el ICO


IN MEMORIAM
GONZALO JIMÉNEZ-BLANCO

RAFA MARTÍN / EXPANSIÓN

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