El Mundo - 08.08.2019

(Dana P.) #1

EL MUNDO. JUEVES 8 DE AGOSTO DE 2019
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MUNDO i


ALBERTO ROJAS^
En términos de número de viajeros,
la mafia es el mayor turoperador del
mundo. Nadie mueve a tanta gente
en el planeta como los traficantes de
la inmigración, nadie determina los
flujos humanos tanto como su im-
plantación en un determinado terri-
torio, nadie tiene su flexibilidad para
cambiar de planes y adaptarse a cir-
cunstancias cambiantes y nadie ob-
tiene tantos beneficios. Creemos sa-
berlo todo sobre los que llegan a nues-
tras costas, pero no sabemos nada so-
bre el que monta el viaje.
En estos momentos, según la ONG
Centro Africano para los Estudios Es-
tratégicos, 3,5 millones de africanos
están desplazándose de un lugar a
otro en manos de traficantes. Según
sus informes, hay más mujeres que
hombres siendo traficados en el con-
tinente. El 50% de ellos son menores.
Pocos de ellos, tan sólo el 1% de esos
3,5 millones, tratará de llegar a Euro-
pa. El 99% restante se desplaza entre
países africanos.
¿Qué hacemos cuando queremos
viajar a algún país africano o asiáti-
co? Vamos a la embajada y solicita-
mos un visado. Así funciona para
nosotros, pero no a la inversa. ¿Qué
alternativa tienen los ciudadanos de
muchos países africanos para venir
a Europa? Si los estados no permi-
ten esa operación, surge algo que lo
reemplaza: la mafia. Cuantas más
fronteras, trabas burocráticas, rutas
cerradas y prohibiciones se encuen-
tre el inmigrante, mejor para el tra-
ficante. Entre manos tiene un nego-
cio criminal de billones de dólares,
el más lucrativo en la actualidad que
el tráfico de drogas o de armas.
El periodista especializado en in-
migración Giampaolo Musumeci in-
vestigó el fenómeno junto a Andrea
di Nicola, criminólogo en la Univer-
sidad de Trento, y pusieron por es-
crito sus conclusiones en Confesio-


nes de un traficante de personas (Al-
tamarea Ediciones), donde hablaron
con 10 mafiosos. Musumeci cuenta
su experiencia: «Cuando hablas con
ellos, como cualquier criminal, se au-
toabsuelven. Al mismo tiempo, es ver-
dad que ofrecen un servicio que na-
die más presta. Había uno que me
contaba que se veía como una espe-
cie de Moisés dirigiendo a su pueblo
a la tierra prometida. Esa línea entre
el criminal y el héroe para mucha
gente es muy fina».
Algunos de esos traficantes, los más
poderosos en Libia, han cambiado de
táctica. Antes, metían a cientos de in-
migrantes en viejos pesqueros de ma-
dera. El objetivo, muy precario, era
intentar llegar a Lampedusa. Aunque

estaban en malas condiciones e iban
sobrecargadas, estas embarcaciones
de fortuna eran más sólidas que las
zódiac actuales, con las que apenas
pueden navegar unas horas hacia
aguas internacionales. En un contex-
to de criminalización de las ONG, cu-
ya presencia se reduce, ¿qué espera

un mafioso que pase lanzando a sus
clientes al mar en esas condiciones?
Dos opciones: rescate o muerte.
«El buen traficante intenta no per-
der a los inmigrantes que han sido
sus clientes. Tiene que mantener su
reputación, Su objetivo no es usar la
violencia contra ellos, sino hacerles
llegar a Europa y ganar dinero. Pe-
ro una cosa es cierta: si ellos pierden
un camión con 40 inmigrantes entre
Agadez y Argelia y ya han pagado,
no es un problema para los mafio-
sos. Igual sucede con una lancha que
se hunde con 100 personas. Ahora
bien, si pierden 500 kilos de cocaí-
na o dos cajas de Kalashnikov, en-
tonces sí tienen un grave problema.
Esa es la diferencia».
El último periodo
largo en el que no hu-
bo barcos de rescate
de ONG frente a las
aguas libias (del 28 de
junio al 8 de julio de
2018) se registraron
más de 300 muertos
en el mar. Hay ejem-
plos tangibles de nau-
fragios de barcos fan-
tasma que no han si-
do documentados. Eso
prueba, primero, que
la afirmación que ha-
cen algunos partidos
de ultraderecha sobre
la supuesta coordina-
ción con las ONG es
falsa. Y segundo, que
a estos traficantes no
les importa enviar a
300 personas a la
muerte en lanchas cuya vida útil no
supera las seis horas de navegación
mientras ellos ganan enormes canti-
dades de dinero.
«A veces son los propios refugia-
dos, que han sido traficados antes,
los que deciden dedicarse a esto. El
General, uno de los grandes mafio-

sos del Mediterráneo, fue inmigran-
te antes que traficante. Otra gran
traficante es una conocida prostitu-
ta nigeriana que fue esclavizada por
una mafia en Madrid. Ahora ella tie-
ne su propio negocio», asegura
Gianpaolo Musumeci.
¿Cómo son estos traficantes de
personas? «Todos son parecidos, tra-
bajen en el desierto o en el mar. De-
ben tener muchos contactos, ser creí-
bles, creativos, carismáticos, tener
poder de convicción, conocer las ru-
tas, las leyes, las últimas noticias...
Son empresarios criminales, pero
empresarios al fin y al cabo», cuen-
ta Musumeci. «La policía europea es
muy lenta, pero ellos son muy rápi-
dos, elásticos y flexibles. Siempre
van por delante».
Detener a estos traficantes, que es
la solución que ofrecen muchos po-
líticos en Europa para regular la in-
migración, es casi imposible. El tra-
ficante jamás va a bordo de las em-
barcaciones que fleta. Vive seguro y
protegido en Trípoli, Zuwara, Aga-
dez, Lagos o Estambul. «El mafioso
participa de otros negocios y está en
contacto con otras mafias. Cuando
los vehículos que llevan a los inmi-
grantes a través del
Sáhara tienen que re-
gresar, nunca lo hacen
vacíos. Se cargan ar-
mas o drogas de vuel-
ta para aprovechar el
viaje», dice Musumeci.
«Pensemos en la ope-
ración Carguero Fantasma. Una ma-
fia de sirios compraba barcos para el
desguace en Turquía por un precio
regalado. Luego lo llenaban de cien-
tos de refugiados sirios y lo lanzaban
al mar. El primero llegó a Lecce, en
Italia, en 2014. Compraron el casca-
rón a 200.000 euros, pero por el via-
je sacaron un millón y medio de eu-
ros», concluye Musumeci.
Más información en página 6.

MARÍA CRESPO
Huyen de la guerra o la miseria. Cruzan ríos,
mares y selvas con su pasado empaquetado a
la espalda, esperando encontrar algo pareci-
do a un futuro. Sin embargo, con frecuencia
les espera la muerte. Los que sobreviven de-
ben esquivar a los agentes fronterizos para no
terminar encerrados en centros que si no son
cárceles, se les parecen mucho. Sin derecho a


llamar a un abogado. Hacinados, sin recibir
atención médica. Tratados como delincuen-
tes sin haber cometido ningún delito.
«Los campos de refugiados levantados pa-
ra acoger a las inmigraciones masivas se han
transformado en campos híbridos a medio ca-
mino entre campos de refugiados y campos
de concentración. Donde existen campos pa-
ra aislar a los refugiados y relegarlos a territo-
rios peligrosos e inhóspitos, esos espacios co-
mienzan a adoptar las características
de los campos de concentración», es-
cribe la periodista estadounidense
Andrea Pitzer en su libro Una larga noche, un
repaso a la historia de los campos de concen-
tración que revela las similitudes que existen
entre ambos.
El mes pasado, la congresista demócrata
Alexandria Ocasio-Cortez visitó los centros de
detención de migrantes en la frontera sur en-
tre Estados Unidos y México y dijo que eran
como «campos de concentración». Es eviden-

te que no tienen como objetivo el exterminio
de los reclusos pero «hay una idea que, es la
de clasificar a la gente, darles un número, con-
siderarles una masa porque se sospecha que
son delincuentes. Es algo que viene de las re-
glas coloniales y que se estandariza en el siglo
XX con los totalitarismos» confirma Gutmaro
Gómez Bravo, doctor en Historia por la Uni-
versidad Complutense de Madrid, experto en
violencia política y el control social.
Pitzer se remonta más de un siglo a la
llamada reconcentración, una política
implantada por generales españoles
en Cuba en el siglo XIX para frenar el inde-
pendentismo. Consistía en encerrar a los civi-
les en terrenos controlados por militares, cer-
cados por alambres de espino. EEUU los utili-
zó en la guerra con Filipinas. Pasan las déca-
das y la técnica va mejorando. La autora viaja
a los escenarios del horror. Shark Island, la Is-
la de la Muerte, en la actual Namibia, a princi-
pios del siglo XX. Los gulags soviéticos. Da-

chau. Auschwitz. El Estadio Nacional en San-
tiago de Chile durante la dictadura de Pino-
chet. Christmas, Manus y Nauru, las islas re-
motas del Pacífico donde Australia encierra a
demandantes de asilo en centros sobre los
que se acumulan las denuncias: abusos, suici-
dios, tortura.
«Las cosas pueden ser campos de concen-
tración sin necesidad de ser Auschwitz», ex-
plicaba en un reciente artículo publicado por
la revista Esquire Waitman Wade Beorn, his-
toriador estadounidense experto en el Holo-
causto. El mes pasado, un informe del Depar-
tamento de Seguridad Nacional de EEUU re-
velaba las condiciones de los centros de
migrantes en la frontera. Hombres que zaran-
deaban las rejas con notas que rezaban: Ayu-
da, sacadnos de aquí. Madres separadas de
sus hijos. Niños mal alimentados que no pue-
den lavarse. Adultos obligados a estar de pie
por el hacinamiento en las celdas.
Encerrar a personas que no han cometido

Los mercaderes de la muerte


L Los traficantes siguen embarcando inmigrantes aunque las ONG de rescate se retiren L Las


mafias mueven en África a 3,5 millones de personas, más que cualquier turoperador global


MENORES EN RUTA
La mitad de las personas traficadas son menores, según
50% datos del Centro Africano para los Estudios Estratégicos

ANÁLISIS


Los nuevos


prisioneros


de guerra


Los centros de detención de


migrantes violan las normas


internacionales humanitarias


La Cruz Roja
retira los
cuerpos de
inmigrantes
muertos en
Libia. REUTERS

Salvini no cede. El ministro del Interior
italiano Matteo Salvini, prohibió ayer entrar en
aguas italianas al barco Open Arms, de la ONG
Proactiva, que navega desde hace seis días en
el Mediterráneo con 121 migrantes a bordo.

Derecho del Mar. El presidente de la ONG,
Òscar Camps, aseguró que el derecho marítimo
permite que el barco Open Arms entre en Italia
si le sucede «algún problema grave».

Estrés postraumático. Camps advirtió de
que algunos de los inmigrantes sufren «estrés
postraumático después de haber vivido en los
horribles campos de detención libios».

EL OPEN ARMS ESPERA PUERTO

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