El Mundo - 08.08.2019

(Dana P.) #1
EL MUNDO. JUEVES 8

HOJA Nº (^24) AGOSTO DE 2019
D E V E R A N O
L A Ú LT I M A
Hay, aún hoy, gente en
España que abre los ojos
desmesuradamente y lanza
la pregunta: «¿Pero cómo es
eso, es que allí ahora hace
frío?». Sí, en el planeta
coexisten en agosto el calor
de las playas de Ibiza,
Málaga o Asturias con el
frío del hemisferio sur.
Si en España es verano, en
Argentina es invierno. Hace
frío, y cuando se dice frío, es
mucho frío, tanto como para
plantearse cambiar el
chiringuito español, las islas
griegas o la aventura en el
sudeste asiático por un gran
verano de esquí.
Un gran verano de esquí
en el fin del mundo y,
dependiendo del sitio que se
elija, a precios mucho más
bajos que en Europa.
Cuando se habla del fin del
mundo es literal, no
figurado, porque Argentina
cuenta con un centro de
esquí en Tierra del Fuego, la
provincia más al sur del
país, esa en la que si se mira
aún más al sur, lo único que
se encontrará es la
Antártida.
Se trata de Cerro Castor,
un complejo de apenas
20 años de vida en el que se
puede esquiar entre junio y
octubre. Ubicado a 26
kilómetros de Ushuaia, la
capital de Tierra del Fuego y
la ciudad más austral del
mundo, Cerro Castor viene
creciendo como nueva
opción en un país que
quiere convertirse en
referencia en los deportes
de invierno: el mismísimo
presidente del país,
Mauricio Macri, encabeza
cada tanto una «mesa del
esquí» en la que se reúnen
todos los involucrados en la
industria para discutir cómo
hacerla más competitiva y
atraer más turistas
extranjeros, una de las
obsesiones presidenciales.
Así es que Bariloche, la
meca del esquí argentino,
está alcanzando un récord
de vuelos este año, con
miles y miles de turistas del
exterior, en su gran mayoría
brasileños, que se lanzan a
las pistas del Cerro
Catedral. A menos de 200
kilómetros está otro de los
grandes centros de esquí
argentinos, Chapelco,
cercano a la encantadora
villa alpina de San Martín
de los Andes. El tercer gran
polo de atracción para el
esquí es Las Leñas, en
Mendoza, un lugar
imponente, en alta
montaña, que ofrece pistas
de todos los calibres, desde
principiantes hasta altísima
dificultad y el cada vez más
popular fuera de pista. En
esas pistas no es extraño
cruzarse con Benicio y
Tiziano, hijos de la modelo
Valeria Mazza y grandes
promesas del esquí
argentino.
Pero el Cerro
Catedral,
Chapelco y Las
Leñas son
lugares caros,
con precios
cercanos a los
que se pagan
en Europa,
pese a que la
infraestructura
es más
anticuada.
Tienen, a su
favor, tres
factores muy importantes:
esquiar en América Latina,
entre argentinos, brasileños,
mexicanos, paraguayos,
chilenos o colombianos, una
experiencia diferente a
hacerlo en Europa; esquiar
cuando en Europa es
imposible hacerlo y esquiar
en un paisaje imponente en
los Andes, la cordillera más
alta del mundo después del
Himalaya.
Y también esquiar en
Europa, aunque parezca
una contradicción: la enor-
me cantidad de inmigrantes
europeos que se asentaron
en la Argentina determinan
que en cualquier pueblo o
ciudad del área esquiable
del país se coma o beba
como en el viejo mundo.
Hay fondue y raclette, cómo
no, hay tartas alemanas, hay
vinos de excepción. Y hay
cordero patagónico, una de
las grandes especialidades.
La experiencia, así,
es completa.
El esquí del fin del
mundo, sin embargo, no se
termina en Catedral, Las
Leñas o Chapelco. La
naciente estrella del sur es el
Cerro Perito Moreno, un
centro de esquí joven que
insiste en destacar dos
virtudes: es «salvaje y
barato». Alojarse en una
cabaña o apartamento oscila
entre los 30 y 70 euros
diarios, un pase de esquí por
tres días se consigue en 85.
El centro está creciendo
–acaba de pasar de 11 a 23
kilómetros de pistas
esquiables–, y además de
esqui y snowboard ofrece
una pista para trineos,
recorrer zonas vírgenes en
vehículos adaptados
especialmente para la nieve
y, para los más audaces, la
posibilidad de lanzarse en
un parapente biplaza.
Hay más opciones para
disfrutar del esquí en
Argentina. Caviahue, Cerro
Bayo, La Hoya y Penitentes
son centros con precios
más económicos que los
tres principales, en general
con ambiente más familiar
y menos masificados,
porque raramente llegan
allí los turistas
latinoamericanos. Allí
esquían, principalmente,
los locales.
Y mientras los centros de
esquí argentinos se siguen
llenando de latinoame-
ricanos y
sumando cada
vez más
europeos que
no quieren
esperar medio
año hasta
volver a pisar
la nieve, un
plan se
desarrolla
discretamente:
los Juegos
Olímpicos de
invierno. La
versión fría de
la cita de los cinco anillos
jamás cruzó el Ecuador,
siempre se celebró en el
hemisferio norte. El Comité
Olímpico Argentino (COA)
se pregunta por qué no
intentar cambiar la
historia, comenzando por
la versión juvenil de los
Juegos. Y el lugar más
seductor es Cerro Castor.
El plan es proponerle al
mundo olímpico, tarde o
temprano, los Juegos del
fin del mundo.
Público joven. El Cerro
Perito Moreno es
una de las estaciones
más pujantes entre
los jóvenes por sus
buenos precios.
REED PURVIS
Por todo lo alto.
Tres esquiadores en
Cerro Catedral
mientras las nubes
cubren el lago
Nahuel Huapi.
MICHELE MOLINARI
La contracrónica. Cada vez
más turistas europeos viajan
a estaciones argentinas como
Cerro Pastor o Las Leñas para
esquiar cuando sus pistas
están cerradas. Tal es su
éxito que, de forma discreta, el Comité
Olímpico ya prepara una propuesta
rompedora: organizar los primeros
Juegos de Invierno del hemisferio sur
UNOS JUEGOS
DE INVIERNO...
¿EN VERANO?
POR SEBASTIÁN FEST
CERRO
CASTOR

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