El Mundo - 29.07.2019

(Barry) #1
EL MUNDO. LUNES 29

HOJA Nº (^24) JULIO DE 2019
D E V E R A N O
C U LT U R A
Sostiene Miguel Martín,
director del Heineken
Jazzaldia, que todo el
talento de la escena
jazzística neoyorquina
pasa por sus manos. Por
eso y por su aportación
decisiva a la
contemporanedidad del
género, hoy el festival le
ha entregado su máxima
distinción, el Donostiako
Jazzaldia, en la segunda
incursión del icónico
altosaxofonista, que
llegó a la ciudad rodeado
de una treintena de
músicos afines a su
ideario libre y
vanguardista,
transgresor y explosivo.
Marathon Bagatelles I-II
incluyó más de
5 horas de
música
arrojada hacia
delante, en una
exposición
más llevadera
que el
Marathon
Masada de
hace 6 años,
que fue del
tirón. Entonces
y ahora John
Zorn salió
victorioso.
Fueron 14
grupos
llamados a un ataque de
guerrillas de 20-25
minutos cada uno. Todos
los músicos participantes
viven instalados a las
puertas de lo
desconocido y a menudo
incluso las traspasan.
Pero siempre regresan a
casa, pues saben que no
tendría sentido alumbrar
el más allá y luego no
contarlo. La curiosidad es
lo que les mueve, salir al
encuentro de lo inédito, y
para eso emplean
lenguajes y técnicas que
van de la vanguardia a la
libre improvisación. Y, sí,
muchos de ellos dejan
atrás la Tercera Corriente
de Gunther Schuller,
avanzando a una cuarta
dimensión todavía en
proceso de definición.
Zorn tocó el primer día
con sí cuarteto Masada,
junto al trompetista Dave
Douglas, el contrabajista
Greg Cohen y el baterista
Joey Baron. Y ya no tocó
más, aunque su
pensamiento musical lo
impregnó todo. Vendaval
de emociones en cascada
y sin tregua, aluviones de
escalas, desarrollos
armónicos imposibles,
cambios rítmicos
abruptos... Zorn
compartió su premio con
los músicos que trabajan
con él, con aquellos que
«comparten mi visión de
la vida». Y ahí nos
incluimos nosotros.
Todos rozaron la
gloria, aunque
inquietante excelencia
registraron las
intervenciones de los
chelistas Erik Firedlander
y Michael Nicolas; los
lances de Joey Baron y
Mary Halvorson; el jazz-
punk-hardcore de Ribot y
el trio Asmodeus (con
Zorn dirigiendo); los
pianos de ensueño de
Kris David y Sylvie
Courvoisier; y por
encima de todos... los
monólogos del también
pianista Craig Taborn y el
trompetista Peter Evans.
Una pasada.
«Ya lleeega el
veraaano...», canta
a toda hora Bruno
Lomas en el
anuncio de la ONCE. El rockero
valenciano dio el pelotazo con
esta canción en 1968. En el spot
no escuchamos la letra entera,
claro, todo un programa de
actividades para el primer
verano español después del
Mayo francés: «Salir de fiesta
sin parar...Volver a ver a todos
los amigos de antaño...Y ligar y
bañarse a medianoche...Ponerse
negro bajo el sol...Casi no
comer, cenar deprisa...Volver a
ver minifaldas hasta en la
sopa...» (¡Ejem!). ¿Han
cambiado tanto las cosas?
Propondré aquí otro programa.
¿Alternativo?, ¿complementario?
Cultural: degustar obras que
tienen el verano como centro.
Por ejemplo, la novela Buenos
días, tristeza. El verano, sí,
también puede llevar a la
tristeza, aunque se esté viviendo
la vida loca en la Riviera. ¿O
precisamente por eso? No había
moralina, al contrario, en la
intención de Françoise Sagan,
que publicó su novela en 1954, ¡a
los 18 años!, y murió hará 15 en
septiembre. Éxito millonario,
gran escándalo. La adolescente
Cécile se inicia en el sexo a la
orilla del mar y a la vera de su
desprejuiciado padre. Pero
acaba provocando, con sus
manipulaciones, una gran
desgracia. Sorteando las
prohibiciones, pocas novelas
fueron leídas con tanta fruición
por los españoles y, sobre todo,
las españolas que hoy peinan
canas. ¿No están un poco
olvidadas la Sagan y su vida
turbulenta? Otras escritoras
llegaron después más lejos, pero
pocas llegaron antes.
Oberón, el rey de las
hadas, y el pícaro
duendecillo Puck, su
servidor, la lían
parda, cruzando
enamoramientos no pertinentes,
con ayuda de pócimas, durante
la midsummer night, el solsticio
de verano, la Noche de San Juan
para nosotros, que abre
oficialmente el verano. Un
verano de magia, amor y
confusión. Y vuelta al orden.
Creo que la Compañía Nacional
de Teatro Clásico va a
programar El sueño de una
noche de verano en marzo del
año que viene, pero podemos
leer mientras tanto esta
inagotable obra en cualquiera de
las muchas ediciones que
existen en español. Escrita en
1595, fue una de las primeras
grandes comedias de William
Shakespeare. Mil veces
versionada y, sobre todo,
inspiradora de enredos en torno
a la fidelidad, Woody Allen –que
sigue en San Sebastián a vueltas
con el cambio de parejas– se
asomó de lejos al argumento
shakespeariano (La comedia
sexual de una noche de verano)
a través la libérrima adaptación
de su admirado Ingmar
Bergman (Sonrisas de una
noche de verano). Estas dos
películas se pueden encontrar en
DVD. La transgresión sexual
queda en agua de borrajas. Ya lo
dice Puck, a lo último: «Si
nosotros, sombras, os hemos
ofendido/ pensad esto, y todo
queda arreglado:/ que no habéis
sino soñado/ mientras estas
visiones surgieron». Al fin y al
cabo, ¿cuántas aventuras
sexuales no son sino eso, un
sueño?
El sueño de Richard,
ejecutivillo de una
editorial neoyorkina,
que se las promete
muy felices como rodríguez
–¿qué ha sido de los casposos
rodríguez?– tras despedirse de
su mujer y de su hijo, que se van
a Maine a pasar sus vacaciones
de verano. El 5 de agosto se
volverá a recordar, como cada
año, la muerte de Marilyn
Monroe, la ingenua y explosiva
vecina que alimentará
(involuntariamente) los sueños
eróticos de Richard, todo un
panoli, en La tentación vive
arriba. La chica pone su ropa
interior en la nevera para
combatir el calor veraniego y se
deja refrescar por la brisa que
surge de las rejillas del metro.
Con las piernas al aire y las
blancas faldas arriba, Billy
Wilder le proporcionó a MM su
imagen más icónica y arruinó,
por esta escena, su matrimonio
con el celoso Joe DiMaggio.
Richard no prosperará en sus
torpes e ilusos avances, pues a la
muchacha sólo le interesa de él
el aire acondicionado de su
apartamento y no se deja
impresionar cuando el patético
calavera trata de seducirla
tocando al piano la Segunda
Sinfonía de Serguéi
Rachmaninov, que nosotros
podemos escuchar en estos días
–además de ver la película en
DVD– por si pasa algo.
Y también, para
refrescarnos,
podemos oír la
Música acuática, las
tres suites que Georg Friedrich
Händel compuso para Jorge I y
que sonaron en la tarde del 17 de
julio de 1717 sobre las aguas del
río Támesis, con el monarca y la
correspondiente orquesta
navegando en sendas barcazas.
Pero no vamos a Chelsea, como
el rey y sus músicos, sino al
Mediterráneo. Joaquín Sorolla
pintó El balandrito en el verano
de 1909, en la valenciana playa
del Cabañal, y nosotros podemos
ver el lienzo en la madrileña
casa-museo del artista, ese oasis.
Un niño desnudo, metido en el
agua, maneja, inclinado sobre él,
un barquito de vela cerca de
unas muy tenues y apenas
espumosas olas. Infancia, playa,
sol que hace brillar el cuerpo
mojado y las aguas azules. Ahí
está el verano y toda la
prodigiosa luminosidad de las
pinceladas de Sorolla. Si la
elección de El balandrito se nos
antoja un poco blanda, podemos
terminar la lectura con una
canción sobre el verano –que no
del verano– más rugosa: Summer
in the city. Fue una gran creación
sesentera de Lovin’ Spoonful,
pero prefiero la versión de 1994,
más rugosa y crepuscular, de Joe
Cocker: «Hot town, summer in
the city,/ back of my neck getting
dirty and gritty...».
ROPA TENDIDA
LECTURA,
MÚSICA Y
CINE DE
VERANO
POR MANUEL
HIDALGO
‘BUENOS
DÍAS,
TRISTEZA’


EL SUEÑO


DE UNA


NOCHE


ARRIBA,


MARILYN


MONROE


Marilyn. La actriz protagonizó el clásico de
verano ‘La tentación vive arriba’. E.M.

Festival de San
Sebastián. John Zorn,
el gran gurú del jazz
contemporáneo, fue
el encargado de
cerrar el Heineken
Jazzaldia con una
explosión de
creatividad

FUEGO


JAZZÍSTICO


A DISCRE-


CIÓN


POR PABLO
SANZ SAN SEBASTIÁN

John Zorn, en San Sebastián. JAZZALDIA


UN NIÑO


EN LA


PLAYA

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