RELATOS DE PAPANTLA I

(Lucía Laura Muñoz Corona) #1

Y si el regaño venía de los padres, tenías que bajar la vista, no podías


verlos a la cara, porque te daban un bofetón; por ejemplo: si te mandaban
a traer una aguja en algún lugar no te decían dónde estaba, y si no la
encontrabas, te llevaban donde estaba tomándote por la oreja o por la
patilla, y te decían: “¡Aquí está!”, y te empujaban la cabeza en el lugar
donde estaba la aguja. La disciplina era militarizada, muy dura, no había


muestras de amor ni de afecto, y casi no había comunicación, si llegaba
visita el niño no podía estar escuchando platicas de adultos pues con solo
una mirada de la madre el niño tenía que salir porque si no obedecía le
pegaban con cinturón de cuero (se les decía “cuerizas”), siempre había
una barrera entre hijos y padres. En ese tiempo, las señoritas casaderas


preferían irse con sus novios, (se huían) creyendo siempre que les iba a
ir mejor. Cuando yo era una señorita, las mamás llevaban a sus hijas a
los bailes, y sólo podían bailar dos o tres piezas porque decían: “No te
abones”, es decir, que no bailes tanto con una sola persona. Los bailes
comenzaban a las 7 de la tarde y terminaban a las 10 de la noche, después


fue a las 9 y terminaban a las 12 de la noche y se consideraba que ya era
muy tarde, porque los papás se las llevaban más temprano entre diez y
media u once de la noche y nunca iban solas y si salían a un mandado
tenían que llevar un acompañante a un niño o niña.

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