(^1) Nana: sobrenombre de Audolina Orellana Troncoso.
Costumbres bordadas
En esos tiempos cochraninos de mitad del siglo XX, relata que
“principalmente aquí el entusiasmo era por el bordado y el
tejido a mano; se usaba tanto el bordado, que la gente era
fanática, todos encargaban los hilos porque dependíamos de
todo de la Argentina, nada de aquí, no teníamos ni camino, ni
una cosa”.
La “cigarrera”, como la llama Audolina, era parte del vestuario
de los habitantes de la Patagonia. “Era una costumbre. Porque
si llevabas un par de botas acordeonadas y una bombacha,
llevabas una tabaquera bordada... Y el pañuelo al cuello, que
era argentino, ninguna gracia si no tenía un bordado, bordadi-
to era más bonito”. Ella solía bordarle a sus hermanos, quienes
lucían estos accesorios textiles para fechas como el 18 de sep-
tiembre. “Cuando los muchachos salían con sus pañuelos al
cuello y sus tabaqueras, les preguntaban: ‘¿De dónde las
sacaste?’. Era una envidia. ‘Me lo hizo la ‘Nana’’, decían. ‘Ven-
demela, dile a la ‘Nana’ que me la haga y yo se la pago’”.
Pasaron los años y, desde su casa en Cochrane, Audolina,
siempre coqueta, de uñas pintadas, aros largos y tacos combi-
nados, siguió bordando para los hombres de la familia, pero
esta vez para sus hijos y nietos. Algunos de estos “obsequios
bordados” los conserva ella, quizás por el afecto a sus creacio-
nes. Por ejemplo, la “cigarrera de avestruz” (como la llama
ella), que le regaló a su hijo Celso y que bordó cada noche
durante un mes. Es un objeto único en la zona del Baker. En
este se aprecia el ingenio de la curtidora y bordadora al utilizar
todo el cuero posible del animal y obtener la pieza para bordar
de la pata del ñandú –aún cuando en la tradición local se suele
utilizar el cuello para la tabaquera–, incluyendo también la uña
del dedo gordo del ave para usarla como cierre.
franvidalv
(franvidalv)
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