Patria bordada
Cruzando la balsa del río Baker y adentrándose por el serpen-
teante valle Colonia, se llega al fundo Santa Teresa. Más allá,
está el nacimiento del río Colonia, el glaciar del mismo
nombre y el Campo de Hielo Norte. A sus ochenta y tantos
años, Erminda sigue viviendo en estos rincones helados,
viuda, pero no sola. En el mismo fundo vive su hijo Andino,
quien la apoya con las labores pesadas del campo: la leña y los
animales. Haya nieve, lluvia o sol, de tanto en tanto viaja a su
casa en el pueblo, en el recorrido semanal del bus que la lleva
por los caminos rurales de Colonia Norte.
Ese espíritu de hacer patria en rincones tan apartados y adver-
sos, fue quizás lo que la llevó a bordar con talento y orgullo el
escudo chileno. O tal vez porque “yo cumplo años el 18 de
Septiembre, por eso me gusta (...) la bandera chilena y el
escudo chileno”.
A sus 17 años, la idea de bordar el escudo la tomó de doña
Luisa, su mamá, que hizo una cartera con el mismo motivo
para su marido. Agrandé el formato, “lo figuré en un género y
lo bordé”. Trabajó con el mismo punto que la tabaquera: relle-
no en diferentes ángulos y a una sola hebra. Sobre los diseños,
amigo’. Yo estaba al lado. Me dijo: ‘¿Qué te parece?’. ‘Bien no
más, si tú la regalas, regálala no más’. De ahí se la llevó el
Malebo, pero la ha cuidado. Yo no pensaba verla más y ¡bien
conservado está el regalo!, en buenas manos ha caído”, relata.
Hace algunos años Erminda y su hija habrían aprovechado un
viaje a Coyhaique para buscarle el rastro a la tabaquera. Sin
aviso, decidieron tocar la puerta de la casa del cantante, des-
cubriendo con grata sorpresa que este preciado objeto se
encontraba en perfectas condiciones.