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esde el antiguo campo familiar del lago Vargas,
esta billetera bordada llegó hasta el Museo
Municipal de Cochrane y aquí permanece entre
las colecciones de los pioneros y las pioneras del Baker.
Los años no han pasado en vano, y lo dejan ver las
pequeñas y múltiples arrugas del cuero, y los hilos des-
teñidos. Cuando falleció su dueño, don Octavio Vargas,
su esposa, Elisa Escobar, quiso donarla a la comunidad
de Cochrane, junto con algunas tabaqueras hechas por
ella y sus hijas, como un testimonio de su linaje textil.
María (1960), la más pequeña de las hijas del matrimo-
nio Vargas Escobar, tiene frente a sus ojos la billetera
que bordó cuando tenía 14 años. Nunca había tenido
la oportunidad de verla exhibida en el museo. “Cómo
está de viejita la billetera... y mire como bordaba, está
super bonita”, relata sorprendida. Volver a mirar este
artefacto es como un viaje a su infancia. Por lado y
lado, va repasando cada aspecto del diseño: los clave-
les, los pensamientos y las “florcitas que saqué yo de
mi imaginación”.