Con la tabaquera frente a sus ojos, María va reconociendo fácil-
mente los rincones bordados por Elisa, por Luisa y por ella misma.
Pareciese ser que la impronta de las bordadoras ha quedado
grabada en cada una de sus puntadas, cual huellas digitales,
componiendo una pieza única, cuyas fibras esconden una historia
compartida entre madre e hijas.
“No sé qué se hicieron sus bordados. Sus últimos bordados
nunca los rescatamos nosotros, porque como ella estuvo en el
Vargas, no tenemos recuerdo”, cuenta María. “Pero de todas
maneras, igual uno hace cuenta que sí ve sus bordados, porque
los tiene en su mente, en su memoria y hasta el día de hoy se
acuerda de su mamá”, reflexiona con cariño y respeto, María, que
al igual que sus hermanas, se siente acompañada por Elisa cada
vez que pone en práctica todo lo aprendido durante su infancia.
“Me da nostalgia cuando hablo sobre ella y me da alegría. La
mamá es una persona que hizo que nunca le faltara nada a sus
hijos. Luchó, luchó, hasta siempre tener a sus hijos abrigaditos,
tener todo”, agrega Luisa, orgullosa.
Hoy estas hermanas siguen encontrando preciados momentos
para perpetuar el legado textil de su madre y de su abuela, pues
sienten el deber de traspasarlo a las nuevas generaciones de la
familia y así mantener con vida este oficio. “Somos sus hijas, así
que tenemos que representar, en cada puntada de hilitos que
hagamos, a ellas, que siempre están vivas”, afirma con convicción
Luisa, homenajeando a sus antepasadas bordadoras.
Elisa y su legado textil
(^230) Luisa Vargas Escobar