Los primeros pasos
Esta investigación, que se extendió por treinta meses, se inició
con una revisión bibliográfica centrada en dos temáticas: la histo-
ria de Cochrane y el oficio del bordado en Chile. Mientras una de
nosotras (Catalina Camus) se adentraba en la literatura sobre el
territorio que inspiró este libro, su poblamiento, su identidad
cultural y el rol de la mujer en su formación, la otra (Francisca
Vidal) ahondaba en investigaciones relacionadas con las comuni-
dades nacionales de bordadoras, lo que permitió situar este oficio
textil y comprender cómo se ha ido desplegando en nuestro país.
Posteriormente, tras realizar un primer catastro de bordados de la
comuna de Cochrane, con la información levantada durante el
desarrollo del documental Bordadoras del Baker, nos propusimos
ir en busca de nuevas piezas textiles, perdidas en el tiempo y ocul-
tas en las profundidades rurales. Una manera de recopilarlas fue
invitando a la comunidad cochranina a participar de una campaña
participativa denominada: “Se buscan bordados con historias”,
difundida por radios comunitarias y redes sociales. El desafío era
localizar piezas bordadas, a sus creadoras y depositarios, para
comenzar así a trazar el recorrido que esta investigación seguiría
para recopilar las historias detrás de cada bordado. En su gran
mayoría, fueron las hijas y nietas de las bordadoras quienes
respondieron a este llamado y compartieron las creaciones de sus
abuelas por Instagram y Facebook. Más de cincuenta fotografías
de las más diversas piezas, entre ellas tabaqueras, paños, mante-
les, pañuelos, bolsos, carpetas y cuadros bordados, fueron reuni-
das durante un mes, contribuyendo así al mapeo de este oficio en
la cuenca del Baker.
El éxito de la campaña participativa también trajo consigo el
hallazgo de piezas trasandinas, cuyas similitudes con artefactos
tradicionales de la zona de Cochrane, tales como tabaqueras y
otras piezas en cuero de choike, nos han permitido tejer redes con
investigadoras argentinas y seguirle la pista a este oficio al otro
lado de la cordillera de los Andes.
Mientras avanzaba la pandemia, esta investigación seguía su
curso de manera remota, lo que, sin duda, tuvo ventajas y des-
ventajas. De lo positivo destacamos las conversaciones virtuales
que mantuvimos con destacadas profesionales vinculadas a la
investigación textil tales como Soledad Hoces, Ana María Rojas,
Daniela Pizarro y Patricia Gunther. Además de la posibilidad de
dialogar con representantes regionales, como Daniela Poblete y
Marta Montiel, sobre temáticas de historia y enfoque de género.
En aquellas desinteresadas y generosas conversaciones nos
compartieron detalles y experiencias que contribuyeron a pensar
esta investigación desde puntos de vista que resultaron ser de
vital importancia para su desarrollo. Lo más difícil de estos años,
a la hora de llevar a cabo una investigación de esta naturaleza,
fue la larga espera para poder salir a terreno y encontrarnos en
persona con las creadoras y sus artefactos.Un viaje textil
Bajo el intenso sol de la Patagonia, recorrimos más de mil kiló-
metros por rutas de ripio, visitando las casas de las protagonis-
tas de estas historias, inmersas en sectores como lago Vargas,
Los Nadis, lago Chacabuco, San Lorenzo, El Maitén y el lejano
valle Colonia. Vadeamos ríos en auto y navegamos otros en
bote, intentando hallar aquellas piezas textiles de las que nos
habían hablado, hasta en los confines más alejados. La tarea no
fue fácil; nos obligó a planificar en detalle cada paso para poder
cumplir con el itinerario propuesto y coordinar a un equipo
conformado por dos investigadoras, un fotógrafo y un experto
en logística. Al llegar a cada una de las casas de campo, el ritual
de inicio consistía en ponerse al día (o conocerse) en compañía
del infaltable mate, unas tortas fritas y una conversación liviana.
Aquello daba paso a la instancia de ver y tocar los hermosos y
coloridos bordados de cada anfitriona, quienes de a poco iban