Bordados con Historia: relatos de artefactos textiles en la cuenca del Baker

(franvidalv) #1

E


ste prolijo paño de duraznos fue bordado por la madre
de Autolia Muñoz, doña Hortencia Catalán Catalán
(1946), a fines de los años setenta en el entonces campo

de la familia, ubicado “desde el saltón hacia abajo, por el otro
lado del río Baker”. Generalmente los pañitos que hacía “los
utilizaba para tapar el pan” o para algún otro rincón de la casa,
como la radio o el velador, relata Tola, como se le conoce a Auto-
lia en el pueblo. Las bolsas harineras eran la base de sus borda-
dos y, a diferencia de la mayoría de las bordadoras, los motivos
florales no los obtenía de la observación de la naturaleza, sino de
los manteles de hule. También los calcaba “de los géneros
estampados que compraba mi papá, porque en esos tiempos los
géneros se ocupaban para hacer los vestidos de nosotras, ya que
antes hacían toda la ropa a mano”, cuenta Tola, quien heredó los
talentos textiles de su madre y se ha convertido en una maestra
de la máquina a coser.


Mientras ella iba a la escuela en Cochrane, su madre dio vida a
este paño de duraznos. Tola recuerda que primero bordó los
frutos y luego las hojas, para finalizar con el borde a croché en
amarillo encendido, terminación que Hortensia solía utilizar en sus
creaciones y que le da un delicado y vibrante acabado a la pieza.


Alcanzó a terminar el paño antes de fallecer, a sus 35 años,
pero nunca le dio un uso. “Yo lo tengo guardado, no lo quiero
usar ni ensuciar para ninguna cosa”, recuerda Tola con una
sonrisa nostálgica. Ella atesora y cuida con esmero este lindo
recuerdo de su “mamita”, resguardándolo de la inclemencia
del trajín y del tiempo.


Está bordado casi por completo en punto hojal y sus variaciones.
La distancia entre puntadas permite ver el blanco del paño de
fondo, simulando pequeñas luces que le otorgan brillo a los
frutos. Cada motivo frutal se encuentra acompañado de un
puñado de hojas, cuyos verdes bordes le dan al motivo general
ese aire natural que recuerda calurosas tardes de verano.


Resulta complicado identificar cuál es el derecho y el revés de la
pieza, ya que está tan finamente bordado que su reverso podría
incluso ser exhibido como la parte frontal del paño. La meticulosi-
dad con que se finiquita el bordado revela la mano de una prolija
bordadora. Su última pieza textil es capaz de dar atisbos de lo
que fue su vida; de algún modo, este paño materializa el tiempo
final de una productiva vida traduciéndolo en coloridas puntadas
que a Hortencia, sin saberlo, la llevarían a concluir un ciclo teñido
de amarillos y verdes.
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