Carmen Gloria Vargas Escobar
quien, a medida que iba construyéndola, proyectaba en cada
puntada sus expectativas sobre el amor romántico por quien
podría convertirse en su compañero de vida.
Coloridos pensamientos y claveles pueblan delicadamente
las dos caras de esta tabaquera, que Carmen guarda como un
recuerdo de su juventud. Tenía 15 años cuando la bordó, durante
las noches de verano a la luz del candil, “porque antes hasta las
velas eran escasas”.
Armar y bordar una tabaquera nunca ha sido una tarea fácil. Es
de los pocos objetos reversibles que se bordan en la Patagonia