Esta tabaquera es uno de los bordados más finos que se con-
serva en la cuenca del Baker, hecho en una sola hebra, es “un
trabajo de mucha paciencia y concentración”; donde el sopor-
te de cuero y el trabajo textil de la superficie logran conversar y
fusionarse. Una tarea nada fácil, “es muy duro este cuero para
bordarlo, se llega a romper uno los dedos. Todo lo hice a
mano, antes no había máquina de coser, solamente aguja”. La
bordó usando punto relleno, el mismo con el que ha bordado
toda su vida. “Se puede hacer más grueso o más delgadito, y
el tranco siempre tiene que ser cortito, sino la hebra se suelta”.
Una técnica que aprendió de su mamá, Elisa, gran maestra del
bordado, quien a su vez aprendió de su mamá, Luisa; siguiendo
el linaje textil de las Montecino.
El “punto relleno” debe su nombre al acto de rellenar los espa-
cios vacíos del dibujo sobre la tela. Carmen lo maneja de
manera versátil, modificando tanto el largo de la puntada
como su orientación, lo cual le otorga movimiento y gracia al
resultado final. La restricción de la técnica, de no poder abarcar
grandes tramos debido a que el hilo pierde tensión, es muy
bien dominada por Carmen. Su ingenio le ha permitido, a
través de finas franjas de distintas tonalidades, apropiarse de
espacios mayores, marcando su sello como bordadora.
Así, el bordado se extiende por casi la totalidad de la tabaque-
ra, formando un ramo central por anverso y reverso. Detalles de
flores pequeñas acompañan los ramos protagónicos, conce-
diéndoles movimiento y, al mismo tiempo, quebrando la escala
del bordado principal.
Una cinta tricolor –los colores patrios que Carmen dice respetar
profundamente– construyen sus límites y funcionan como
mecanismo para que la tabaquera pueda abrirse y cerrarse las
veces que sea necesario sin estropearse. El cuero de choike es
también un material idóneo para este artefacto que encierra
los quehaceres del fumar, por su flexibilidad y rica textura.
Armonía de
colores y texturas