Así, Carmen comenzó de cero otra vez.
“Empecé a recuperarme, a armarme de
animales y cosas, y trabajando no más.
Como siempre he sido empeñosa... Un día
uno va pagando las deudas y saliendo ade-
lante. Después uno se siente libre, sin esa
presión, sin nadie que le diga nada, volvien-
do a lo que era uno antes”.
Con altos y bajos, el bordado ha logrado
vincular sus pasiones y los acontecimientos
de su vida, tanto así que Carmen es de las
pocas bordadoras que ha incorporado
temáticas de paisajes y animales en sus bor-
dados, lo que se ha convertido en un sello
especial de su trabajo. Fue su papá quien la
habría empujado en este nuevo camino,
pidiéndole nuevos diseños para las taba-
queras que ella solía regalarle. “Un día dijo:
‘No me borden más flores’, me puse a
pensar y empecé a bordar la casa allá afuera
con los álamos. Era su tabaquera favorita, la
tuvo hasta la última hora. Por eso, quedó en
la casa del pueblo y mi mamá la llevó al
museo”. Allí, en el Museo Municipal de
Cochrane, se luce su nostálgico y fascinante
trabajo textil, junto a la billetera bordada
por su hermana María.
En la composición de sus bordados,
Carmen refleja esa fuerza e ímpetu de su
carácter; herramientas que le han permitido
decidir sus pasos, dejándose llevar solo por
la corriente del río que navega y conecta sus
tierras en las profundidades del lago Vargas.