Con solo una hebra
Siguiendo la tradición patagona del bordado de pañuelos,
esta servilleta se encuentra bordada en dos esquinas opues-
tas. Así, era posible alternar el diseño del bordado y lucirlo de
dos maneras distintas según la ocasión. “¿Sabes por qué van
de esquina a esquina? Porque cuando tú la doblabas así, que-
daba un ramo, y si hacías esto quedaba el otro”, dice Marisol
mientras muestra ambos lados de la servilleta.
Los puntos esenciales también son herencia materna. En este
artefacto bordado encontramos punto llano, también conoci-
do como “patagón”, el punto cadena y el lanzado –aquel
punto que va y vuelve–, además de una terminación de flecos
en todo el borde. Es una combinación sencilla entre con-
tornos bordados y zonas rellenas, donde las hojas se destacan
por su textura, así como también la rosa, bordada con un
naranjo matizado que le otorga tridimensionalidad. Marisol
borda con solo una hebra, dándole a la pieza una delicada y
elegante película de color.
y que ha comenzado a extinguirse en esta comunidad.
“(Ella dibujaba) de memoria. Ella se ganaba en la mesa,
tiraba la telita así –muestra Marisol– y se ponía con su lapi-
cito. Y yo, todo lo contrario, yo no era capaz de dibujar.
Muchos diseños los tengo calcados. Mi mamá no, ella los
dibujaba”.
Antes de comenzar con las puntadas de la primera servilleta,
doña Sofía la fue guiando en la elección de colores. La regla
era simple: observar la flor y tratar de utilizar el hilo que más
se asemejara a la realidad. “Ese era su sistema para bordar”, y
agrega que antiguamente “con tan pocos colores que tenían
los combinaban tan bien. No podía faltar el azul, el café, el
verde, que se usaba para las hojas, y el rojo siempre para las
flores, tal vez un amarillo. No existía el naranjo, el rosado o los
violetas”. En las once servilletas restantes su madre la dejó
volar, y sería Marisol quien escogería la paleta de colores para
cada ramo de flores.