sola o con su hermana Alba. Lo que habría comenzado con
puntadas sencillas, con los años se iría transformando en
genuino amor por los textiles. “Comencé a tomarle interés,
[me di cuenta de] que yo también podía y lo empecé a practi-
car. Los primeros bordados eran una florcita, con tres pétalos
y unas hojas sencillas, era un pañito o una servilleta”. Las
revistas argentinas, Para ti y La Chacra, fueron buenos referen-
tes para estas hermanas. “Iba mirando las revistas y haciendo
los dibujos”, relata Margarita, así comenzó a familiarizarse con
diversas piezas bordadas. Más tarde las vería con sus propios