ojos en las vestimentas de los gauchos e intentaría aprender
a bordar desde la observación. “Antes no había tele, ni nada,
ni radio”, por lo que los oficios textiles eran la entretención
para las tardes.
“Había un sauce al lado de la casa, y para quedar libre que no
me manden a buscar agua al río o no me molestaran mis her-
manos chicos, me encaramaba, ponía una tabla y allí me
ponía a bordar con vista al Baker. Solía estar horas allí”,
recuerda Margarita con alegría. Momentos de paz en los que
su creatividad volaba acompañada del ruido de la corriente.
“Bordar significa muchísimo para mí. Me entretengo, me
olvido de muchas cosas cuando estoy bordando, que pueden
ser desagradables, me concentro en lo que estoy haciendo,
me olvido de todo”.
Su mamá habría sido importante en la motivación para desa-
rrollar este oficio: “¿Viste que tú eres inteligente?”, le decía,
“tienes que seguir esforzándote, algún día alguien te puede
tomar en cuenta por tus bordados” y así fue. Hoy es reconoci-
da en Cochrane por su talento y en 2019 fue una de las prota-
gonistas del documental Bordadoras del Baker, donde pudo
mostrar sus trabajos textiles y contar su historia.
“La magia de protestar”
El lenguaje textil se fue convirtiendo en su resistencia. Des-
pués de toda una vida bordando pañuelos y tabaqueras por
encargo, vino su inspiración más genuina y personal. Tenía 75
años cuando recibió de regalo una delgada frazada gris, de
casi dos metros de alto, la cual, luego de pensarlo mucho,
decidió salpicar de flores.